Todos los domingos de mis años mancebos, mi padre Enrique Ventura Gil, natural de San Juan de Payara, el pueblo originario de Pedro Camejo, inundaba la casa de periódicos. Compraba El Universal, El Nacional, Últimas Noticias y El Siglo de Maracay.
El piso de la sala se llenaba de cuerpos y cuerpos de diarios que se mezclaban con revistas, libros, folletos de tiendas, encartados culturales y suplementos de comiquitas.
Toda la familia leía y comentaban los acontecimientos nacionales e internacionales y yo, después de leerme de pe a pa los cuerpos A y C de El Nacional, me llevaba a mi cuarto el Papel Literario y las historias del Fantasma, Mandrake el Mago y Lorenzo y Pepita.
Por eso, mis domingos, siempre fueron mágicos.
Leer era una actividad importante para mi familia, y para mí… quizás… era lo único que poseía.
Los cientos y cientos de fascículos de enciclopedias que se compraban en los kioscos moldearon mi personalidad y mi arrogancia por el conocimiento.
Ahora soy profesor (los alumnos prefieren decirlo incompleto “profe”, quizás porque el sufijo “sor” es el que hace la acción de profesar y no va acorde con lo que se puede hacer, hoy en día, en el aula).
Ayer le pedí a un grupo de alumnos de un instituto educativo superior que memorizaran un poema para la próxima clase. ¡Sorpresa!, una alumna levanta la mano y me pregunta…
-¿Qué es un poema?
Les juro que sentí náuseas y me asusté. Bueno, le respondí, un poema es un poema. La más lista de la clase, orgullosa, comenzó a recitar:
“Del cielo cayó una rosa
mi madre la recogió
se la puso en su cabeza
y que linda le quedó…”
Desconcertado, con ganas de salir corriendo para otra galaxia, les pregunté a esos estudiantes de “ARTE” si alguna vez habían escuchado hablar de Andrés Eloy Blanco o de Aquiles Nazoa… y lo hice para irme por las esquinas y sin embargo, me miraron como si estuviese hablando en tagalo. Fui más allá, comencé a leerles el poema de los “Angelitos negros” para que por lo menos tuvieran una referencia conocida y nadie, absolutamente nadie, había escuchado ese poema jamás.
La más joven de grupo osó en preguntarme si había escuchado:
“Ya me llego” de un tal J Balvin y Bad Bunny, quizás pensando que “eso” era poesía, mientras que el resto de la clase chateaba con sus celulares.
Salí por un rato del aula, pensando que los chicos realmente llegaban a mi clase construyéndose un camino y un sueño para ser famosos, quizás no para ser artistas, pero sí para ser conocidos.
Créanmelo, trato de entender a esta generación que pareciera que le importa un carajo el conocimiento, lo adquieren de otra forma, lo encuentran en Google, no tienen por qué tenerlo en la cabeza.
Eso era antes, los que teníamos que ir a las bibliotecas y pasar horas y horas leyendo. Es que hay otra manera de saber… que lo sepan otros y ellos son simples motores de búsqueda, operadores de Internet.
¿Para qué leer una novela tediosa, si la película se baja por la web y el análisis del libro ya está en “El Rincón del Vago”?
El tiempo hay que aprovecharlo en la carátula, tatuándose, llenándose de fetiches con marcas, zarcillos, piercing, símbolos… para luego volar por las redes y tomarse miles de fotos para Instagram. Lo importante es el número de “likes”, los “me gusta”, los “corazoncitos”, todo lo que indica que esa carátula efímera es fabulosa.
Es una sociedad hedonista donde el mejor no tiene por qué saber nada, pues el conocimiento está en el almacén, en la nube, en el ciberespacio… así que lo único que importa es que se vean bonitos, asequibles, ligeramente curiosos de la vida y con buena dentadura para morder donde haya que morder.
No son tampoco una generación de personas curiosas, todo les ladilla… pensar les ladilla. Solo quieren reconocimiento sin esfuerzos. En muchas de mis clases, cuando llegan con esos nombres tan enredados e inútiles que por desgracia les colocaron sus padres, yo les pregunto por qué se llaman así y nunca tienen una respuesta… les da igual, todo les da igual. Incluso me han dicho que los llame como sea.
La Venezuela del futuro será muy complicada, millones de venezolanos están aprendiendo fuera del país el valor del trabajo y del esfuerzo diario. Están comenzando desde abajo, incluso discriminados e incomprendidos. La arrogancia Caribe les permitirá a muchos de ellos sobrevivir y surgir. Si el país cambia, se encontrarán con esos millones de venezolanos acostumbrados a que el Estado les proporcione casa, comida e ignorancia… Será un choque entre la propiedad privada, la libertad y los mantenidos con valores socialistas.
Seguramente un encuentro de dos mundos volverá a ocurrir en esta tierra de gracia.
Recuerdo que Edmundo Chirinos, el mismo que terminó convirtiéndose en un monstruo, candidato a la presidencia por el Partido Comunista, llamó a mi generación de los ochenta «la generación boba». A lo mejor lo fuimos, fue la primera generación de venezolanos venidos del pueblo, que pudo viajar y educarse en las mejores universidades de Venezuela y el mundo a través de la Fundación Gran Mariscal de Ayacucho. Pero algo pasó en los noventa, que terminando el siglo XX se le dio paso a una nueva montonera popular con valores militaristas y marxistas, llena de muchísimo odio y tomaron el poder, pero esta vez se hizo no para reconstruirlo, sino para aniquilarlo.
En las aulas venezolanas los chicos no saben lo que es la poesía, les importa un carajo la ética y la estética. Les vale mierda el conocimiento y el amor por el saber. Supongo que los profesores de Castellano, no sé si se sigue impartiendo gramática y literatura, deben ser unos ignorantes. Me han dicho que Maduro mandó a cortar todas las materias. No lo sé… Lo único que sé es que Andrés Bello ya no Silva a la Agricultura de la Zona Tórrida y que la Loca Luz Caraballo dejó de contar los luceros, que Doña Bárbara no remonta el Arauca, ni Las Lanzas Coloradas observan las botas del Libertador.
Recuerdo todas esas hojas de imprenta, llenas de información que hacían más bonito los domingos de mi casa…resolver el crucigrama complejo de la revista Estampa y haber asistido al matrimonio del duende que camina, El Fantasma.
Recuerdo… recuerdo… son tan solo recuerdos.
“El loco Juan Carabina
pasa las noches andando
cuando la luna ilumina
las noches de San Fernando…”
Gracias Enrique Ventura por todos mis domingos.
En los ochenta, el Dr. Luis Alberto Machado fue nombrado ministro de la Inteligencia, en Venezuela… No lo entendimos. Ahora sus palabras tienen sentido…
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