En estos días la cadena televisiva alemana para el mundo de habla hispana Deutsche Welle emitió un documental llamado ¿Eres un psicópata? Allí, remontándose a las investigaciones hechas sobre la psicopatía a principios del siglo veinte por el psiquiatra alemán Kurt Schneider, y lo expuesto, sobre ese mismo asunto, por Hervey M. Cleckley en su libro La máscara de la cordura, nos revela los descubrimientos que en tal sentido viene haciendo el neurocientífico estadounidense James Fallon.
Como estamos cansados de oír, en el documento televisivo se nos repite una y otra vez que los psicópatas son personas superficiales, poco genuinas en el trato con los demás, con aires de grandeza, engañosas, narcisos, que buscan la gratificación inmediata, y utilizan a los demás para conseguir sus propios fines. Otros elementos que constituyen la personalidad psicopática son también la falta de emoción y de empatía con los demás, la crueldad y la ausencia de arrepentimiento.
Se dice igualmente que James Fallon, al igual que aquellos frenólogos que creían que las características del cráneo determinaban la conducta del individuo, ha llegado a la conclusión, después del escaneo del cerebro de una cantidad significativa de personas, que todos en una u otra mediada compartimos las características cerebrales de los psicópatas y que existe una predisposición genética a comportarnos como tal. Es sólo la educación, el ambiente familiar y la cultura lo que impide o no que nos convirtamos en un psicópata verdadero. Pero lo que me ha dejado asombrado y no deja de producirme escalofríos, es que Fallon sostiene que los que por una causa u otra desarrollan las características psicopáticas, tienden a tener mucho más éxito que sus semejantes y que son estos los que al final terminan liderando y guiando a los demás.
De nuevo estamos ante el eterno problema filosófico de la naturaleza vs la cultura; de si lo que somos es debido a nuestra herencia genética y sistema biológico o producto del medio en que nos desarrollamos. Intuíamos ya que muchos gobernantes actuales son realmente unos psicópatas (baste con ver a muchos de estos líderes y comparar su proceder con las características que señala Fallon); pero si es verdad todo lo que dice éste sobre la predisposición y la influencia del medio en este supuesto trastorno mental, estamos metidos en un verdadero lío. Pues una sociedad como la nuestra, donde se promueve el narcisismo y el selfi, donde brilla por su ausencia la empatía con los que más sufren, en la que se incita a las personas para que vayan a los medios televisivos y expongan sus más vergonzosas intimidades, donde no se premia el esfuerzo ni el mérito sino el éxito económico a toda costa, así sea a través del engaño y la manipulación, sería, siguiendo a Fallon, una verdadera fábrica de psicópatas.
Pero el problema no es sólo ése -que también-, lo más grave de todo es que, según este investigador, son los que se destacan en ese afán de llevarse al prójimo por delante para obtener sus propios fines personales, echando mano incluso a la crueldad y sin ningún tipo de arrepentimiento, los que terminarán gobernándonos irremediablemente. Algo que ya entrevió Maquiavelo en el siglo XVII en aquella obra llamada El príncipe, que a muchos politólogos todavía entusiasma por aquello de separar le ética de la política, algo a todas luces imposible.
Visto lo visto, lo que provoca es apartarse del mundo y “cultivar nuestro jardín”, como proponía Voltaire, quien en su texto Cándido se burla, no sin razón, de aquella tesis del filósofo alemán Leibniz de que vivimos en el mejor de los mundos posibles. Sí, cómo no.
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