La capacidad de producción en cualquier país es un factor determinante para alcanzar altos niveles de desarrollo. Incrementar la producción implica que actividades como la agricultura, la ganadería y la minería se conviertan en pilares fundamentales para el establecimiento de complejos industriales dedicados al procesamiento de materias primas de origen agrícola, pecuario, pesquero, forestal y minero.
Este aumento en la producción de dichos sectores económicos impulsa el crecimiento de la actividad industrial y agroindustrial, facilitando la transformación de estas materias primas en productos terminados que satisfacen la demanda nacional y fomentan las exportaciones.
Este proceso es esencial para sostener el desarrollo económico, pues genera empleo y mejora la calidad de vida de la población. Además, promueve el crecimiento de centros urbanos alrededor de estas actividades productivas. Un ejemplo destacado es Brasil, donde los centros productivos se han transformado en conglomerados económicos con altos niveles de desarrollo social.
Brasil se encuentra entre los cinco países con mayores niveles de exportación de alimentos producidos y procesados internamente, lo que genera empleo significativo y aporta considerables ingresos en divisas gracias a su capacidad exportadora, además de satisfacer el consumo nacional con productos de calidad y precios competitivos.
Para cualquier nación con abundantes recursos naturales, la capacidad de producir y procesarlos es crucial para lograr altos niveles de desarrollo, reflejados en una mejor calidad de vida, mayores ingresos per cápita y elevados niveles de empleo y salarios.