El pasado fin de semana hubo un sacudón telúrico que recorrió a Europa y al planeta, al demostrarse el poder de la decisión popular cuando se realizan elecciones soberanas y transparentes, donde el principio de un ciudadano equivalente a un voto reafirma la factibilidad de concretar pacíficamente cambios políticos en una sociedad.
En el caso de Francia fue notable el resultado al concretarse la derrota del Frente Nacional de Marine Le Pen, cuya fuerza había llegado en primer lugar el 30 de junio, para caer en tercer lugar una semana después, el pasado domingo 7, al funcionar el cordón sanitario contra la ultraderecha activado por el Movimiento Ensemble del presidente Enmanuel Macron y el Nuevo Frente Popular (NFP) de la izquierda francesa, que agrupa a todo el espectro político de ese sector: socialistas, comunistas, ecologistas, trotskistas, la Francia Insumisa.
Es de hacer notar que la coalición NFP se había formado apenas 3 semanas antes de la primera vuelta, lo que traduce el terror que desató en la mayoría del pueblo francés la posibilidad de un gobierno de corte neofascista enemigo de los inmigrantes, anti-Unión Europea y de la OTAN, contrarios a la lucha del pueblo ucraniano, y abiertamente financiado por Putin el Terrible.
El segundo caso fue de mayor impacto el del Reino Unido (UK) al ser derrotado en forma aplastante el partido conservador conocido como los Tories, quienes habían gobernado consecutivamente durante 14 años, por el renovado Partido Laborista dirigido por Keir Starmer, quien corrigiera el rumbo radical de Jeremy Corbyn al llevarlo hacia el centro político y facilitar de esta manera el giro del decepcionado voto conservador al Labour Party.
El resultado de las elecciones ha movilizado la escena política británica, puesto que el Partido Laborista, liderado por Keir Starmer, ha obtenido 410 escaños, lo que representa un aumento de 210 puestos en el Parlamento. Este triunfo es una de las victorias más significativas en la historia reciente del partido, incluso marcó la derrota más pronunciada del Partido Conservador desde su fundación en 1832.
La dimensión de la derrota del Partido Conservador determinó una pérdida devastadora de alrededor de 250 escaños. Entre los perdedores se encuentran varios ministros de alto rango y la ex primera ministra Liz Truss, quien también perdió su escaño parlamentario.
Ahora bien, el programa del Partido Laborista se centró en: fronteras seguras regulando la inmigración, calles más seguras ante las tasas crecientes de criminalidad, reconocimiento a la dignidad y respeto en el trabajo, acceso a la salud ante el deterioro pronunciado de los hospitales, garantizar la oportunidad de una energía británica limpia con una facturación accesible al bolsillo del ciudadano, acceso a la vivienda y ladrillo a ladrillo reconstruir la infraestructura de la oportunidad.
En definitiva, la orientación del nuevo primer ministro Keir Starmer marca un regreso de la política al servicio público, enfocada a disminuir la brecha entre los sacrificios hechos por las personas y el servicio que reciben de los políticos, cuando esta se amplía lleva al cansancio el corazón de una nación.
Con estos planteamientos define la política como una fuerza para concretar el bien, gobernando bajo el postulado de primero el país, después el partido, y así corregir el rumbo equivocado de los diferentes gobernantes Tories, cuando el Partido Conservador privilegió a los suyos antes que a la población, como se demostró en el lapso de la pandemia del covid bajo la gestión de Boris Johnson.
Si estas políticas se aplicaran en nuestro país cuánto evitaríamos los malos gobiernos, tanto del siglo XX como los del XXI. Quienes al llegar al poder solo miraban a sus adeptos, a la hora de conformar equipos de gestión, excluyendo a los más capaces así demostraran óptimas cualidades profesionales, y de paso invertir la máxima anterior hacia la nefasta práctica de primero el partido y luego la gente.
Veremos qué sucede en esos lares, si la nueva experiencia laborista del Reino Unido aplica la oferta electoral, y por otro lado, atentos luego de las justificadas celebraciones del pueblo francés en su día nacional el próximo 14 de julio, como culminará el nuevo gobierno de cohabitación ante el nuevo espectro electoral.
Por otra parte, en el caso de Venezuela en vísperas de un cambio posible, estaremos atentos a los desenlaces que deben concretarse para bien, no repitiendo los errores del pasado, cuando se interpretó la conquista del poder como el reparto de un botín y la expropiación de los votos del ciudadano a manos de la acción fraudulenta del partido.