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Primeras impresiones cumpliendo “la tarea”

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Para ingresar a México se me requirió visa de Estados Unidos. Casi no me dejan entrar. Lo segundo que me impresionó es que casi nadie fuma en la calle. Tercero, ahora se come mejor.

Hacía unos 17 años que no venía a México. Pero en los 18 años anteriores lo recorrí de punta a punta, casi. Me entrevisté con los presidentes Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón, por cuestiones de la SIP. Le tengo cariño a este país, quizás porque desde muy niño escuchaba por radio “México canta” y no es que crea a pie juntillas que, como decía la cortina musical, “como México no hay dos”, pero lo tengo en la nostalgia y lo llevo adentro. No es que sea Gardel, pero Jorge Negrete fue un grande de la canción.

Esta vez me sorprendí: en migración me dijeron que no podría entrar porque tenia vencida la visa de Estados Unidos.

-Y eso que tiene que ver, los mexicanos entran a Uruguay sin necesidad de visa y a la recíproca pasa con los uruguayos que vienen a México, dije.

-Sí, pero está vencida y no lo puedo dejar entrar -insistió la funcionaria.

-¿Usted me pide tener la visa de Estados Unidos para poder entrar a México? Que yo sepa no han llegado a tal grado de integración ni que sean un estado más de la Unión.

No le gustó, pero a mí tampoco lo suyo. Me preguntó por qué venía al país y cuando le dije que a un congreso intercontinental de periodistas, como que lo repensó. Me pidió pasaje de vuelta y concedió autorizar mi ingreso para poder asistir al congreso sobre el cual debí informarle de qué fecha a qué fecha.

Quedé ingratamente impresionado. El joven que empujaba mi silla de ruedas me dijo que esto de las visas de Estados Unidos es una garantía o resguardo por el tema de la inmigración. Puede resultar entendible, se trata de una realidad que uno no conoce ni padece.

Instalado en el hotel, frente a la Alameda, tuve que salir para poder fumar. Cuánta gente pasaba por esa ancha vereda. Mientras fumaba mi pipa y para no pensar en otras cosas me puse a contarlos. Cuando llegue a los 900 dejé de hacerlo, pero deben haber pasado en  unos 90 minutos -lo que lleva cualquier partido de fútbol- no menos de 1.600. Casi los habitantes de Casupa, el pueblo donde nací. Lo que me llamó la atención es que nadie iba fumando. Nadie. Ni uno de los que pasaban. Solo 4 personas más vi fumando, aparte de mí: 2 azafatas que habían salido del hotel para fumar y hablaban en francés, y 2 indigentes, a cada uno de los cuales di unas monedas. Uno iba con un “pucho“ en la boca y llevaba otro acomodado en la oreja como si fuera un lápiz, y el segundo fumaba con filtro.

Lo comenté con gente del hotel y me dijeron que desde hace unos meses rige  una norma que prohíbe fumar en determinadas zonas públicas de la ciudad.

Y parece que se cumple.

Me fui a cenar al Sonora Grill Prime Hilton, restaurante que no tiene que ver con el hotel, no aceptan cargar la cuenta de habitación alguna -con tarjeta o en efectivo es la norma-, pero que está instalado en el propio hotel. Como entrada pedí un “tiradito de salmón” que me llamó la atención; excelente. Pequeños y finos cortes de salmón ahumado sobre un colchón de palta (aguacate) cubierto de una especie de tapenade de alcaparras y aceitunas verdes aderezadas con aceite de oliva, sal y pimienta. También muy bueno un pulpo a las brasas con puré de papas, salpicado de maníes tostados. Con una salsa ácida: bien, pero demasiado ácida para mi gusto. No soy fanático de la comida mexicana, pero probé unos “tacos callejeros” que pidió mi hija María, y tenían lo suyo, como para alardear. Lo mismo pasó con la ”Smash Burger” de Alma, mi esposa. De primera: la carne (angus black) asada al carbón, justo justo, con una mayonesa de aguacate y pan de papa. De postre unos churros, del nivel de los de “La Mañueta”, que solo se pueden comer en Pamplona y únicamente durante los 8 días que duran  los “San Fermines”.

Salí contento.

Me acordé de Pancho Llano -Francisco Luis Llano, el hombre que hizo Clarín de Buenos Aires, uno de los más grandes periodistas del Río de la Plata y, por suerte, aunque no haya aprendido tanto, uno de mis maestros. Me dijo lo que 30 años después le escuché a Gabriel García Marquez hablando del “mejor oficio del mundo”: su magnífica conferencia que dio ante la SIP en 1996 en Pasadena, California.

Mira poeta, me dijo y repitió mucho antes Llano, esta (la de periodista) es la mejor profesión del mundo. Es la que te permite acceder a los lugares a donde solo acceden los muy ricos y los muy poderoso y sin los problemas que estos tienen.

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