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Primavera

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El 17 de diciembre de 2010 Mohamed Bouazizi se despertó sin saber que ese día iba a cambiar a todo el Medio Oriente. Entre dormido y despierto, camina al pequeño baño cerca de la cocina, se echa un poco de agua en su cara y en ese momento recuerda que ya era una semana que no tenía pasta de diente. Mohamed Bouazizi nació en Túnez, el 29 de marzo de 1984. Con sus seis hermanos y hermanas Bouazizi fue a la escuela y logró ir a la universidad a la cual no pudo terminar para dedicarse a trabajar a tiempo completo. Bouazizi hace la simulación de limpiar sus dientes con un cepillo de diente que tiene hace un año, prepara un poco de té mientras se lleva a la boca un pedazo de pan. Antes de salir de su casa, echa de barro y de techo de cinc, hace una inspección rápida asegurándose de que sus siete hermanos y su madre estuvieran aun durmiendo. En una parte del camino hace sus cálculos mentales en lo que tenía que vender para regresar a su casa con algo de comida para su familia. La otra parte del camino practicaba las nuevas palabras en inglés y francés que había aprendido la noche anterior con los diccionarios muy estropeados que había comprado algunos años atrás. Después de comprar las verduras con el capital del día anterior, se dispone a comenzar un nuevo día de ventas mentalizado en regatear los precios con sus clientes más frecuentes.

Luego de algunos minutos y asegurarse de que todo estaba listo para un día de ventas, tres policías llegaron y abordaron a Bouazizi pidiéndole un permiso que él no tenía. Bouazizi trató de convencer a los policías de que no le quitaran el único medio de sobrevivir para él y su familia, pero todos los esfuerzos de Bouazizi no sirvieron para nada y en pocos minutos la policía le había quitado todo lo que tenía para llenar los estómagos de sus seis hermanos y su madre que lo esperaban al final del día. Un hombre que vendía té se solidarizó con Bouazizi y le regaló un té para que pasara aquel trago amargo. Bouazizi miraba el té como si en él estuviera un oráculo que le iba a dar la respuesta de su situación. Bouazizi duró algunos minutos pensando y mirando al cielo buscando alguna explicación de ese golpe tan fuerte que acaba de recibir, sentía ese golpe como si fuera todo el odio de Dios, así que decidió caminar hasta la alcaldía sin tener muy claro de lo que iba a hacer. Antes de llegar a la alcaldía compró dos litros de gasolina pensando en quemar la alcaldía completa odiando las leyes de la vida, no entendía muy bien por qué estaba en un país donde había tenido la suerte de nacer y la obstinación de permanecer.

 

Aceleró sus pasos en contra de su estómago y al llegar a la alcaldía reflexionó que si tomaba la decisión de prenderle fuego a la alcaldía seguramente podía costarle unos cuantos años de cárcel así que se echó los dos litros de gasolina encima y se echó fuego a sí mismo mientras el dictador Ben Ali no sabía que estaba pronunciando su último discurso.

Aunque Mohamed Bouazizi murió tres días después, su acto nutrido y lleno de valentía llegaría a Egipto, donde la batalla de El Cairo había acabado con el dictador Hosni Mubarak, donde en la plaza Tahrir se reunieron miles de personas para la celebración de la fuga del dictador. El espíritu de Mohamed Bouazizi no se detuvo y siguió hasta Libia, donde peluqueros, cajeros de supermercados, vendedores de vegetales igual que Bouazizi comenzaron a luchar contra el ejército libio.

El objetivo de aquel ejército improvisado que luchaba con zapatos deportivos era llegar a Trípoli, pero primero tenían que pasar por Misrata, donde los combates fueron duros, pero aquel ejército de peluqueros y cajeros de supermercados se impuso. Luego de dos meses, por fin cae Muammar Gaddafi en condiciones todavía no conocidas. A pesar de los esfuerzos para que los efluvios del espíritu de Mohamed Bouazizi no se perdieran y llegara a Siria y terminara con el dictador Bashar al-Ásad, lamentablemente no llegaron. O quizás el espíritu de Bouazizi se mantiene apagado esperando el momento para despertar entre las ruinas de Damasco.

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