El regreso al camino electoral de la mayoría de los partidos y del llamado G-4 fue recibido con beneplácito por muchos de los cansados de transitar la ruta abstencionista sin ningún resultado. Una estrategia más amplia basada en la línea de dar la pelea en todos los terrenos sin descartar vía alguna siempre fue lo más inteligente. Se puede votar e ir a ganar espacios, aunque uno esté convencido de que solo por la vía electoral este régimen no sale del poder. Sin la presión y la intervención decidida de la comunidad internacional los inquilinos de Miraflores no abandonarán. Sin un quiebre en la fuerza armada tampoco lo harán. El oficialismo está convencido de que unas elecciones llamadas por ellos “burguesas” no los desalojan. La máxima cúpula del régimen está formada en esas ideas marxistas que surgieron como antítesis del movimiento ilustrado que trajo a la Revolución francesa, a la independencia de Estados Unidos y a la democracia representativa.
Imagínense que la alternativa democrática ganara la mayoría de las gobernaciones, alcaldías, concejalías y diputaciones regionales. El revocatorio presidencial de mitad de período que se activará el año entrante cobra una fuerza trepidante. De realizarse y si se manifiesta la mayoría, más de 80% votaría por cambiar al régimen, lo que resquebraja el sostén militar.
En política cada espacio o curul es una trinchera y un lugar desde el cual liderar, a pesar de que te nombren a dedo un tal “protector” y no te asignen recursos.
Las inhabilitaciones de Leocenis García en Caracas y de Richard Mardo en Aragua, entre otras, dejan mucho que desear. Que los principales partidos sigan intervenidos por el régimen es deleznable. Que los canales de todos los venezolanos y las cadenas se dediquen al proselitismo político es atroz. Sin embargo, también es grave que a pesar de todas estas tropelías gubernamentales, el G-4 que maneja la tarjeta de la manito en vez de promover unas primarias generales para todos los cargos, y así unir a una oposición que tiene alrededor de 65.000 candidatos que lucharán contra 3.080 del oficialismo, impone sus nombres, más allá de respetar los liderazgos naturales a todos los niveles. Así las cosas, hay mucha gente desilusionada, por las disputas intestinas. Sin embargo, hasta días antes del proceso electoral se podrán hacer cambios de candidatos aunque no se reflejen en la boleta. Todavía hay tiempo para convocar a unas primarias opositoras y unificar a toda la alternativa democrática. No hacerlas es dar muestras de que en la oposición hay “un quítate tú para ponerme yo” con mucha sed de poder y nada más. La ciudadanía quiere unidad, está harta de la pelea pequeña y estéril.
Si la división de candidaturas opositoras resulta en una trágica derrota, no habrá excusas y el manejo político habría sido de nuevo trágico. Los responsables estarán a la vista y no quedará más que volver a transitar el desierto para llegar a la tierra prometida.
@OscarArnal