Según palabras de la vicepresidente renunciante de la CNdeP: «Hoy, no están dadas las condiciones técnicas y logísticas para que el proceso de primaria sea una consulta amplia y al alcance de la mayoría de los venezolanos independientemente de su estrato social». Después de alabanzas a sus compañeros y equipos regionales, arroja esa sombra de duda sobre los avances organizativos de la tarea que les fuera encomendada, pero además desliza, como quien no quiere la cosa, su expectativa de que el proceso ya no podrá ser lo suficientemente inclusivo.
Esta última afirmación conecta con un relato que he visto desarrollarse en múltiples chats en los que suelen participar ciudadanos con intereses políticos diversos y hasta antagónicos –son reveladores de los repertorios argumentativos de las distintas tendencias que conviven en eso que denominamos “Oposición”-. De conformidad con este relato, a la “Oposición Radical” le viene como anillo al dedo una primaria muy poco inclusiva, habida cuenta de su escasa conexión con los estratos más populares. A la luz de lo que las encuestas e imágenes vienen mostrando, ese relato se quedó en el pasado y quienes lo esgrimen parecen no darse cuenta de que quienes han perdido esa conexión son, precisamente, los de la tendencia opositora con la que ellos se alinean.
El adjetivo “radical”, por cierto, también está demodé, como se lo decía a una amiga que todavía conserva sus querencias hacia el grupúsculo que hoy ya no representa a una gran mayoría de los opositores. Tratar de calificar ahora con ese adjetivo, por ejemplo, a la notable cantidad de influencers locales, dirigentes y activistas en Carabobo que han optado por cambiar su alineación política en el contexto emergente, debiera convocarles a la reflexión. ¿Antes no eran “radicales” y ahora sí? ¿O es que ese maniqueo marco taxonómico, comunicado políticamente al interior de las trincheras opositoras para rebajar a la “adversaria”, ya ha perdido total sintonía con el momento político en el que nos encontramos? Tampoco se puede decir de mí que haya estado alineado con esa “Oposición Radical” todos estos años.
En lo personal, me declaro adscrito a la “Oposición Auténtica”. Paso a definirla: es la que está constituida por todos aquellos ciudadanos que, de verdad, anhelamos con toda la fuerza de nuestros corazones acabar con la pesadilla; que rechazamos la cohabitación y que, como tendencia creciente y ya mayoritaria, deseamos ser conducidos en ese proceso de liberación por líderes por los cuales podamos sentirnos cómoda y confiablemente representados. En un país de aficionados al beisbol –y casi todos con la alta autoestima de considerarse managers de tribuna– nos resulta incomprensible que se haya sido tan tolerante con los managers políticos que, fracaso tras fracaso, han conducido a la nave a esta desastrosa situación de indefensión frente a la dictadura. ¡Ya basta! Deseamos despedirles; darles la oportunidad a otros. Así sólo sea por la exclusiva apelación al fracaso y nos abstengamos de utilizar otros adjetivos más duros, que es un terreno al que prefiero no entrar.
La denominada “Oposición Oficial” padece de una crónica crisis de representatividad. Ya los ciudadanos no les acompañan; ni les siguen en sus decisiones. Justo, por esta razón, es que queremos que la primaria se celebre y que se agoten los máximos esfuerzos para que sea lo más inclusiva que se pueda, como el mejor instrumento de legitimación del nuevo liderazgo opositor que deberá emerger de ella. Habrá que repetirlo hasta la saciedad: la primaria no solo va de elegir a un candidato para unas presidenciales. Su trascendencia es mucho mayor: el proceso de recuperación de la voluntad de lucha de los ciudadanos por el cambio político exige un nuevo liderazgo. ¡Y la primaria es el mecanismo consensuado para ello!
Quizás sea por esta razón que los líderes del G4 han perdido el interés en la primaria –y algunos candidatos–. Se resisten al cambio que la primaria tornaría irreversible. Del desinterés a que persigan implosionarla desde adentro –aunque de la boca hacia afuera digan lo contrario– existe un largo trecho y deberían pensárselo muy bien. Pero la sospecha ha ido in crescendo y el texto de la renunciante ha contribuido en grande. Las redes y chats temblaron con todo tipo de elucubraciones y afirmaciones, como la de Andrés Velásquez: «La primaria bajo acecho». Todavía no es factible saber si la referida comunicación irá a producir el Efecto Pigmalión que se buscaba, pero el nivel de desconfianza se ha incrementado en varios decibelios.
Señores de la “Oposición Oficial”, lo mejor para todos, incluyéndolos a ustedes, es que la primaria se celebre por todo lo alto y en las condiciones que ya fueron acordadas. Si no llegara a realizarse -sea porque el régimen la haya dinamitado con el TSJ o ustedes implosionado-, el atreverse a tomar una decisión en su círculo cerrado de un supuesto consenso que contradiga lo que desea la mayoría ciudadana, resultaría imperdonable y podrían engendrarse, a partir de tan obscena decisión, consecuencias imprevisibles. ¡Incluso para ustedes! Ya no están habilitados para tomarla. La sola admisión de su fracaso continuado debiera convencerles de la necesidad de autorrestringirse en su ejercicio político. Pretender continuar exprimiendo la desinflamada legitimidad que se obtuvo con la victoria legislativa de 2015 y que tan malamente malbarataron ya resulta inaceptable para las grandes mayorías.
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