Foto: Miguel Gutiérrez / EFE

La exigencia ilícita de una minoría sobre la mayoría es delicada y surge en diferentes ámbitos de la vida. Un tema complejo que abarca aspectos políticos, sociales, morales y éticos. Se manifiesta en una variedad de formas y contextos, sea a través de la imposición de creencias, valores o intereses particulares mediante la manipulación del poder para beneficiar a pocos en detrimento de muchos, en la cual una inferioridad impone su parecer sobre la voluntad colectiva, y en situaciones sociales, un grupo minoritario domina o influye desproporcionado en las decisiones que afectan la totalidad.

En lo político, la tiranía minoritaria, la comodidad autoritaria emerge de diversas estrategias. Manipulación mediática, lobby o uso de recursos económicos -generalmente mal habidos- de una caterva reducida que ejerce control desmedido sobre las decisiones que afectan a la ciudadanía. Sucede mediante la maniobra de leyes o secuestro de instituciones para proteger haberes exiguos, ignorando opiniones, necesidades y derechos de la mayoría. En democracia, se traduce en manejos que favorecen a privilegiados en menoscabo del ciudadano común.

Llegó la hora, pero no el final. En octubre pasado se aceptó y firmó un acuerdo en Barbados, que nunca tuvieron la intención de honrar. Se convenía permitir la realización de elecciones libres y transparentes sin inhabilitaciones. Palabrería que solo cándidos e ingenuos podían refrendar.

En la esfera social, se revela sutil pero igualmente perjudicial. En una comunidad o grupo social, una minoría con caudales financieros o poder de influencia domina la agenda, determinando pautas y valores que rigen la convivencia, sin importar beneficio y necesidad ajena. En el contexto de una relación interpersonal, uno de los individuos trata de imponer sus avideces o expectativas sobre el otro sin considerar insuficiencias y deseos. Conduciendo a un desequilibrio de poder, a una dinámica insalubre, y de malsana relación.

La minúscula inestabilidad conduce a la marginalización, discriminación y exclusión, que socava abecedarios de equidad y justicia social. Además, genera resentimiento, animadversión y conflictos en la sociedad, cebando desconfianza en las instituciones, y más grave, destruyendo sin piedad el sistema democrático.

Abordarla, demanda orientación integral que promueva la participación ciudadana en elecciones para elegir, fortaleciendo el cumplimiento de la integridad electoral y las instituciones democráticas, que garantice la igualdad de oportunidades. Lo que implica fomentar transparencia, rendición de cuentas y respeto por los derechos humanos, así como crear mecanismos para contrarrestar el poder desproporcionado del mínimo privilegiado.

La pretensión indebida de una minoría sobre la mayoría desmejora principios de equidad, justicia y democracia; fomenta desigualdad, animosidad, falta de confianza en las fundaciones y relaciones humanas. Para contrarrestar el flagelo, participación imparcial y respeto mutuo, certificando que todas las voces sean escuchadas y en cuenta en la toma de decisiones.

Construir una sociedad libre, justa y equitativa requiere compromiso de la minoría y de la mayoría, para trabajar juntos en la búsqueda del bien común. Valorar la diversidad de opinión, pensamiento, experiencias, y buscar soluciones inclusivas que promuevan la calidad de vida. El restablecimiento de restricciones atasca. Los venezolanos, individual y colectivamente pagaremos la factura de los errores y argucias baratas.

@ArmandoMartini


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