OPINIÓN

Presos armados

por Carlos Nieto Palma Carlos Nieto Palma

El problema de los presos armados en las cárceles y centros de detención preventiva de Venezuela no es un asunto nuevo, basta con recordar el homenaje que los reclusos del Internado Judicial de San Antonio en la isla de Margarita le rindieron al que por muchos años fue su pran, Teófilo Rodríguez Cazorla alias “el Conejo”, cuando fue asesinado a finales de enero de 2016. La exhibición de armas, de todo tipo, calibre y modelo, en la azotea del mencionado penal, acompañadas de ráfagas de disparos por un buen tiempo, podemos considerarla como la muestra más grande del poderío armamentista de los presos venezolanos en la historia penitenciaria del país.

Los presos venezolanos siempre han estado armados, anteriormente solamente usaban armas de fabricación casera como los chuzos y chopos. A finales del siglo pasado, de 1998 en adelante, se comenzaron a ver armas de otro tipo, cada vez más sofisticadas y modernas, lo cual, con el surgimiento de los pranes, aproximadamente desde 2005, hizo que los presos en muchas ocasiones estuvieran mejor armados que los funcionarios encargados de su custodia.

Sin ir muy lejos, el pasado fin de semana, un motín acabó con un recluso muerto y al menos 11 heridos -varios de ellos por armas de fuego- en un centro de detención preventiva de la policía del estado Mérida, que está ubicado en El Vigía, municipio Alberto Adriani de esa entidad andina. Igualmente, hubo un muerto y 16 presos heridos, 3 de ellos graves, a causa de la explosión de una granada en el calabozo C del centro de detención preventiva de la policía del estado Monagas, en el oriente de Venezuela. El hecho ocurrió el domingo en la madrugada y también dejó daños en la infraestructura del calabozo.

Como vemos, los reclusos de Venezuela siguen armados, los eventos antes narrados son una prueba de ello. De hecho, lo ocurrido en la policía del estado Monagas fue por un arma de guerra que debería únicamente estar en poder de la Fuerza Armada Nacional, pero que aquí son usadas por los privados de libertad como si se tratara de juguetes de uso personal.

Podría narrar en este artículo, infinidades de eventos que han ocurrido en nuestras cárceles y ahora en los centros de detención preventiva, las nuevas cárceles venezolanas, acontecimientos en los que los presos han demostrado el gran poderío armamentista que poseen.

Lo que sí me costaría mucho es recordar es en cuál de estos múltiples eventos se ha realizado una investigación por parte de las autoridades nacionales para determinar cómo ingresaron estas armas a las cárceles.

Las armas que ingresan a los recintos carcelarios y centros de detención preventiva no entran volando, alguien debe meterlas y realmente dificulto que sean los familiares quienes lo hacen, no solo porque los visitantes, en su mayoría mujeres, son sometidas a fuertes requisas para su ingreso a estos sitios, además de que muchas veces las armas en poder de los reclusos es imposible que hayan sido ingresadas por estos.

Realmente, el ingreso de las armas en poder de los reclusos es otra de las tareas pendientes para darle una solución al problema penitenciario venezolano, es necesario que se investigue quiénes y cómo las llevan a los centros de reclusión, que se sancione a los responsables de estos delitos. Solo cuando eso ocurra podremos decir que hay algún interés en solucionar este grave problema por parte de las autoridades.

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