Tenía que ponérsele freno a tanta satrapía y descaro de regímenes socialistas latinoamericanos -como ahora en Venezuela-, ante tanto robo de tantas almas que, cívicamente, han depositado por décadas enteras su voto en las urnas para propiciar la elección de personas a quienes el que ejerce el sufragio considera de su legítima predilección para un cargo de elección popular, lo que no ha sido así debido a los colosales fraudes incrementados, sobre todo ahora con el socialismo del siglo XXI.
Todos sabemos lo que está ocurriendo en la patria de Bolívar desde este recién pasado domingo. Y si bien es cierto que dentro de la familia democrática regional y mundial hubo y hay una división de criterios no sobre los resultados electorales, que le daban un gran espaldarazo a Edmundo González como candidato presidencial contra Nicolás Maduro, sino sobre la aceptación o no de los resultados por parte del atrofiado régimen Castro Chavista, lo que viene es ahora solo cuestión de tiempo pues ante el descomunal robo electoral el pueblo se está sublevando, derrumbando las estatuas de Hugo Chávez, mientras que por el otro lado el mundo entero está rechazando dicho fraude.
No existen comicios limpios por parte de las izquierdas sobre todo aquellas que han empuñado las carabinas sangrientas de Fidel Castro a la actualidad. El robo lo hacen de diversas maneras y desde mucho tiempo atrás; se vuelven expertos en programas asistencialistas, hasta dando preservativos, bicicletas y comprando débiles conciencias, desarticulando, calumniando y chantajeando a la derecha y a los empresarios y atacando al «imperialismo» de Estados Unidos.
También asesinan, exilian o encarcelan a aquellos candidatos que pueden hacerles sombra o derrotarlos. Y están también los jerarcas máximos como el «compañero» Fidel Castro quien, después de casi ahorcarse el pescuezo con un crucifijo en la Sierra Maestra en Cuba en sus tiempos de guerrillero (sin haber echado un tiro), ya instalado en el poder sin asco y sin vergüenza se declaró comunista. Estos, pues, van más allá de todo: no permiten elecciones libres y sólo poseen un solo partido, el de ellos, tal es el caso cubano.
Nicolás Maduro llegó tarde a esta escuela de mafiosos y conspiradores, y su cabeza de colombiano transterrado no la tiene con muchas luces, pero sus compinches del G2 cubano y sus camaradas del partido socialista venezolano lo han ido moldeando hasta llegar a ser este fascista comunista resentido social, pero capitalista como todos ellos, pero ya topó fin.
Y está topando fin todo ese mundo zurdo, pues se les cayó para siempre la mina de oro engañando incautos, haciéndoles creer que luchaban por los más pobres, desposeídos y miserables de la Tierra. Los únicos afortunados han resultado ser ellos.
Él lo sabe, ya en una ocasión se enganchó en un avión para irse al diablo, pero sus jefes del Kremlin lo obligaron a bajarse y seguir haciendo y deshaciendo en detrimento del pueblo hambreado, cuyo salario mensual no supera los cinco míseros dólares.
Los robos de elecciones se han convertido en industrias de mafias delincuenciales, similares a las narcotraficantes y del crimen organizado en general. Los casos superan toda ficción, fantasía y realidad. Vemos en Bolivia como el régimen se opone radicalmente a renovar el Padrón Electoral, en Argentina los Kirchner retrampearon métodos y modelos para poder perpetuarse, en Honduras Mel Zelaya acabó con toda una tradición partidaria para crear él su propio partido y causar divisionismo en las fuerzas democráticas con su descabellado socialismo democrático, en Nicaragua el orteguismo sandinista eleva la cacería de ciudadanos únicamente sospechosos mientras la represión social general continúa. ya no digamos Cuba y su senil sistema de escombros y hambruna.
Por todo esto se esperó con gran expectativa el resultado electoral de estas elecciones sudamericanas. Una vez dada la certeza vigente de no reconocerlas, la sublevación está llegando a nuevas escaladas. Corresponderá ahora a la comunidad internacional y sus múltiples instancias a demostrar esta vez mano dura, sobre todo Estados Unidos y más aún la administración Biden, con la que los ladrones electorales se están riendo y burlando en su propia cara tras haberse violado los acuerdos de Barbados.
En el hipotético casi de que Maduro lograra salir de esta, lo que no va a ocurrir después de este robo, las cosas no serán estables ni para el ni para el circuito socialista, estos también a punta de rechazo popular terminaran abandonando sus desgobiernos, a no ser que respeten las normas democráticas, los diálogos con la oposición política y los acuerdos internacionales como lo hizo Augusto Pinochet en Chile o Anastasio Somoza en Nicaragua, al enviar su carta de renuncia ante la Organización de Estados Americanos. Documento este, por cierto, certero y elocuente.
Por eso ahora Edmundo presidente y María Corina, nueva libertadora de Venezuela, a cobrar, como ustedes dicen, lo que en ley les corresponde y lo que el pueblo se merece: paz, libertad, justicia, capitalismo humanista y emprendedor para que todos ustedes en ese grande y brioso país, carguen su propio dinero en sus bolsillos, como acertadamente lo dijo ella en un mitin de campaña.
El Che Guevara, ese despiadado asesino en serie -y no necesariamente de televisión-, decía no confiar para nada en el imperialismo. Por supuesto que ese es otro de sus exabruptos psicópatas sociales, pues el capitalismo es el mejor sistema económico para solvencia y felicidad suprema de los pueblos. Entonces, ?porqué las gentes decentes de pueblos oprimidos que ansían la paz y el bienestar, van a confían en ellos? «Ni tantito así», como decía el propio Che.
A cobrar la democracia que criminalmente les han robado, pues la situación no da para más ni en Venezuela ni en los otros países oprimidos. A cobrar, ¡que las ansias de libertad con esta votación siguen estando candela!
El autor es escritor y periodista nicaragüense exiliado en Estados Unidos.