Hoy en día, cada vez con más fuerza en la forma de pensar, retumba una frase que se puso de moda en el siglo XX: «Hay demasiados pobres, porque los ricos tienen demasiado dinero». Esta es una de las miles de frases vacías, sin ningún contenido objetivo, que ha calado tan bien que es tema de estudio en diferentes debates. Como resultado, los funcionarios de las distintas administraciones, desde las primeras magistraturas como las del presidente hacia abajo, repiten y repiten, sin detenerse a reflexionar sobre la misma.
Es claro que bajo estas perspectivas, el remedio es más nocivo que la enfermedad misma; dejando incluso más muertos la estatización de las teorías colectivistas que la pobreza; pues las soluciones se buscan en una especie de modelo internacionalista, llamado socialista, marxista, comunista, sistema colectivizador por excelencia, con las variables de justicia social que terminan entregando los derechos naturales de las personas a las preposiciones de un sistema cada vez más de tiranía globalista.
Es una pena que no se desmonten frases vacías y permanezcan en las generaciones presentes y de relevo arrastrando soportes que vienen como un torbellino arrasando naciones enteras, fundadas en las ideas erróneas con los mismos fundamentos y paradigmas contemporáneos del sistema.
Sistema que viene con premisas como las del valor del trabajo o de las mercaderías, por ejemplo, sostienen estas ideas que los trabajadores deben ser remunerados de acuerdo con su trabajo, desconociendo el valor subjetivo del trabajo y de las mercaderías, además de la libre competencia; para al final, sostener burócratas en la conducción de la administración de las naciones, como si se tratara de santos o de gobiernos celestiales, bajo modelos colectivistas, uniformadores de la conciencia y de la vida, a través de la norma.
Lo sardónico es que tales ideas tienen hasta encíclicas papales como las del papa Pío XI y Juan XXIII; que si bien dicen estar en pro de los trabajadores de llevar el sustento, terminan siendo fundamentos para los sistemas colectivistas.
Cuando en verdad los gobiernos nacionales deben centrarse en las tres funciones originarias del Estado; como bien lo predica el liberalismo económico, que son: justicia, seguridad e infraestructura, para que todas las demás funciones queden en manos privadas, de acuerdo con el interés de las personas.
Se necesita abrir paso a modelos que impulsen a las personas a la riqueza. Eso es posible en un ambiente de seguridad, justicia y garantía de la propiedad y de las libertades civiles, económicas con las que nacen las personas.
Se cree ciega e ingenuamente, sin objeción alguna en la educación. Pero ¿de qué sirve poseer educación sin libertad de expresión? Como es en los países comunistas y, peor aún, ¿de qué sirve poseer educación, sin libertad de conciencia? Es por eso que todas las premisas que vemos están cargadas de sesgos; adrede, para mantener el sistema de unos pocos arriba sobre la mayoría silenciosa.
Por ejemplo, la moneda venezolana, mejor conocida como el bolívar, hoy es la más devaluada del mundo. ¿Por qué? Porque los cambistas, “banqueros” los que ocupan los primeros bancos en el templo, tal como sucedió cuando el Mesías los expulsa del templo, son los tenedores de las divisas que sueltan a la población en su necesidad de comprar bienes y servicios, al costo, que los tenedores de estas monedas, establezcan. Lo que desencadena, por el mismo sistema, emisión de dinero inorgánico por parte de los controladores del sistema monetario del régimen de gobierno. Ante este ejemplo, se pudiera decir, de forma laxa, que el culpable es la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) cuando los generadores de tales distorsiones están dentro del país.
¿Y qué pasa con el oro? se sabe que el banco con las reservas más grandes en oro las posee el FMI, a todas estas ¿no tendrán las minas de oro en Venezuela más riqueza que las guardadas en esas reservas? Lógicamente sí, pero los sistemas benefactores como los de Venezuela no les interesa en lo más mínimo acabar con la inflación, ya que en esos sistemas en el mundo, es con los modelos degradantes para las personas, como se sostienen.
En ese sentido, la historia nos revela que nunca los gobiernos han estado en beneficio del pueblo, e incluso de esas mayorías que sufragan por ellos, sino todo lo contrario; ejemplos, los tenemos en el ámbito filosófico, religioso y científico, en los que podemos mencionar a Sócrates, terminado con cicuta, por predicar la ética; situación que también sucedió con el Mesías en el ámbito religioso o, Galileo que casi la inquisición lo ejecuta sólo por decir que la Tierra era redonda y se mueve.
Aún se cree ingenuamente que un ministerio o secretaría de ayuda social o justicia social, entre uno de los tantos nombres que le ponen a esas áreas burocráticas de la economía que se conocen como subsidios, beneficencia, caridad, son capaces de sacar a las personas de los menesteres de la pobreza; siendo estas políticas públicas las causas que generan un ensanchamiento de la burocracia y por ende Estados enormes en funciones con una inflación desbordante en las espaldas de la población.
Cuando habida cuenta lo que requieren las personas es un empleo digno para poder llevar el sustento a sus hogares; además, que los altos impuestos, la inflación misma, frenan la inversión privada, la libre competencia y el emprendimiento de las personas.