El mundo se encuentra sorprendido nuevamente con la trágica noticia del asesinato a sangre fría de más de una veintena de inocentes a manos de un desequilibrado que adquirió sin ninguna condición varias armas de guerra, usándolas posteriormente en contra de su familia y de niños en una escuela pública de Estados Unidos.
La discusión sobre lo acontecido se ha focalizado en la adquisición y la tenencia de armas, un tema relevante que ha quedado fuera del radar gracias a grupos de presión muy poderosos que sortean cualquier discusión pública apelando a las banderas de la libertad.
Esas banderas de la libertad son similares a las que se han usado por décadas para escapar del análisis, regulación y principalmente de la formación en la también poderosa industria de los medios de comunicación.
Esta tesis conocida como del sujeto consciente, tiene su base en la teoría libertaria o de prensa libre y apareció durante el siglo XVII en los escritos Areopagítica (1644) del puritano rebelde John Milton, y en On Liberty de John Stuart Mill (1859). En ambas obras se proclama que el último criterio de verdad es la conciencia individual, la libertad de prensa y el mercado libre de las ideas. Si hay errores, caveat emptor, ¡que el usuario de los medios esté alerta! (Martínez-de-Toda y Terrero).
Sin embargo, no es un tema de sencilla solución; la regulación de la compra y la tenencia de las armas es evidente y necesaria; en algún momento la búsqueda de favoritismos políticos tendrá que dar paso a esquemas de control. La pregunta que debemos hacernos, al igual que en el caso de la violencia en los contenidos mediáticos, es si una vez lograda una reforma legislativa de este tipo, el problema se habrá podido solucionar. Una respuesta que parece obvia.
Son muchas las razones por la cual una persona puede pasar de ser humano a un monstruo social que asesina despiadadamente a niños inocentes. A pocos días de acontecido se habla de desunión familiar, problemas de dependencia de familiares cercanos, de abandono parental y hasta de bullying escolar.
En este caso nos referimos igualmente a la influencia que pueden tener los contenidos violentos que se consumen sin restricciones en la dieta mediática de la juventud. Mucho se ha estudiado sobre la correlación entre la exposición a la violencia en los contenidos audiovisuales y en el potencial comportamiento violento de los individuos. Varias corrientes discuten sobre este tema con posiciones distantes. Se dice que la violencia exhibida por los medios se calca de la misma manera en la audiencias que la consume. En el caso de los niños, se habla de niños invisibles, esos que no gritan no se hacen sentir pero que se forman cargados de violencia.
La violencia ha pasado a ser parte natural de nuestra realidad social. Se le acepta en una rutina mediática donde lo importante pasa a ser regularmente la información para cautivar audiencias, sin entender la importancia de la triada que integra la unión familiar, la formación y por supuesto un adecuado marco legislativo.
Es por ello que se imponen las sanciones legislativas enfocadas en la prevención de la tenencia de armas por parte de quienes no deben poseerlas, pero también el desarrollo que una sociedad ha dejado de lado la importancia de la formación mediática enfocada en ayudar a entender a nuestra juventud que la violencia que visualizan en medios, redes o en videojuegos no debe ser parte de su desarrollo como individuos.
La educación en medios o educomunicación, debe ser considerada con prontitud como una materia obligatoria y necesaria en los subsistemas educativos de nuestro país.