En una atmósfera de disparidad constante, donde se presentan múltiples realidades oportunidades y situaciones, leer una historia que podría catalogarse como insignificante para algunos, resulta una respuesta oportuna para otros. La historia trata del cerco que puso una nación poderosa de renombre bélico y grandes victorias, a la que conferían cualidades de exterminio frente a pueblos más sencillos. Días de angustia y desolación arroparon a aquellos a quienes les vociferaban amenazas, burlas y promesas de gran destrucción. Sin embargo, los mismos se esforzaron por mantenerse alertas y reforzaron las defensas al tiempo que se prepararon cegando los pozos limítrofes con sus territorios. Mientras parecían hacer lo que podían, elevaron un clamor para que el Eterno tuviera una intervención.
La historia avanza con descripciones del tiempo en que la pequeña nación fue rodeada, y como los enemigos se llenaron de orgullo y altanería vociferando de sus victorias antiguas e igualando pueblos y naciones, bajo la lupa de sus fuerzas propias y no con la prudencia de quien no menosprecia a su enemigo, se burlaban de la cultura y las estrategias del aparentemente más débil contrincante. Todo esto, más común y repetitivo en la historia de la humanidad de lo que quisiéramos reconocer. Empero, la historia en sí no fue lo que capturó mi atención, sino la estrategia de dragar los pozos disponibles en las afueras de las murallas de protección, después saber de que serían sitiados; así, sus enemigos no tendrían suficiente disponibilidad de agua mientras les asediaban.
Cavilar para guardar estas cosas en el corazón, me hace razonar en la forma correcta de dragar pozos a las afueras de toda barrera de protección, que se abraza por estilo de vida o irgue en medio de las circunstancias. Ante lo cual, entiendo que se trata de secar todo aquello que proporcione al enemigo sustento, bien sea en la dimensión de lo afectivo relacional, lo intuitivo o racional al clausurar el acceso a información, e incluso en el ámbito inmaterial supeditando la confianza y petitorio de supervivencia a quien tiene todo poder de intervención y se constituye a sí mismo como la verdad.
El final de la historia es curioso e inesperado, ya que aquellos quienes se jactaban de sus proezas resultaron muertos a manos de un heraldo, quien cumplió su asignación contra todos los jefes y capitanes de la nación que permanecía sitiando de forma amenazante. Su líder máximo al ver lo sucedido de mano sobrenatural, regresa a su tierra envuelto en vergüenza, donde al llegar, encuentra la muerte a manos de sus propios hijos, lo cual representa, el fruto de amargura, odio, desolación y deshora que venía sembrando durante años.
Una historia que para muchos puede lucir fantasiosa o insólita y poco práctica, resulta rica en enseñanzas y estrategias para la vida. Lejos de poder recomendar siquiera una estrategia bélica en una naturaleza pacífica confirmada, pretendo exponer una simple opción, que es la de amerizar para reconocimiento de pozos externos a las fortalezas, y dragar sus contenidos nutritivos o de sustento para el enemigo. Así, con toda confianza y petición sujeta al Padre, podrán resistir con apresto todo cerco estresante y amenazas soberbias.
@alelinssey20
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