El término posverdad es un neologismo que da paso a la mentira emotiva, que a su vez describe la distorsión deliberada de la realidad, producto de los tantos intereses. Se logra que los hechos objetivos tengan menor influencia que las ambiciones y las creencias personales, con el fin de crear y modelar la opinión pública e influir en las actitudes sociales. Es el caso venezolano con relación a la participación electoral, sin ningún tipo de condiciones ni equilibrio, gestada para favorecer a la tiranía de Nicolás Maduro, en contravía de la visión de la comunidad internacional, posición que agrava el contexto trágico en el que subsiste la población que soporta graves riesgos humanitarios.
No hay forma de hacer creíble la posibilidad de triunfo de un evento electoral en Venezuela. por vía de unos comicios presidenciales, parlamentarios, regionales o el referéndum revocatorio. La efectividad del voto en Venezuela está más devaluada que la propia moneda, alcanzar el escenario ideal para conquistar la democracia pasa por deponer a Nicolás Maduro del poder, de resto solo se obtendrán algunos espacios burocráticos, sin capacidad de incidencia a favor de la libertad y la democracia, pues siempre serán doblegados por el control de instancias creadas a través de la Asamblea Nacional fraudulenta o del Tribunal Supremo de Justicia, para garantizar el la hegemonía de la tiranía.
La naturaleza antidemocrática de la dictadura venezolana se manifiesta en su intolerancia política, en la imposición del pensamiento único y su dogmatismo que lleva a reprimir todo aquello que sea contrario a lo que ellos definen como socialismo del siglo XXI, que en realidad dista profundamente de las experiencias socialistas conocidas como la de los países nórdicos tipo Islandia, Noruega, Dinamarca, Suecia y Finlandia, únicos con sistemas socialistas exitosos, de los cuales las dictaduras cubana, venezolana, nicaragüense han sido una absoluta vergüenza al intentar copiarlos, solo reproduciéndolos en un elemento discursivo populista para dominar a la población, sin una práctica sincera y efectiva que se tradujera en desarrollo y sobre todo en democracia.
La democracia es todo lo contrario a lo que se vive en Venezuela. La esencia de la vida democrática es la convivencia pacífica entre quienes piensan distinto, los cuales al ejercer su derecho político a elegir a sus representantes y autoridades de gobierno lo hacen entre diferentes opciones, es decir, ideas y propuestas de distintos partidos y candidatos, otra característica es la alternancia pacífica de partidos y personas en el poder, en cada gestión de gobierno, respetando la independencia de poderes y el Estado de Derecho, todos estos elementos son imposibles en el sistema venezolano; sin embargo, Nicolás Maduro se proclama democrático e incluso afirma que el sistema electoral representado en el Consejo Nacional Electoral es el más democrático del mundo, teniendo en su directiva altos dirigentes del Partido Socialista Unido de Venezuela o miembros del gabinete, es la demostración de imparcialidad que se transmite desde un órgano evidentemente sesgado y tutelado.
Las aberrantes acciones de Nicolás Maduro y todo su aparataje para perpetuarse en el poder no tienen credibilidad alguna en el mundo democrático, es un régimen aislado de los centros del poder mundial, solo recoge apoyo de Rusia y de China moderadamente, en cuanto a países que tienen incidencia geopolítica.
Todo proceso electoral en Venezuela está desprovisto de transparencia, es el uso del Estado para acosar, perseguir e imponerse sin desparpajo ante una sociedad agobiada y destruida, con aproximadamente 6 millones de ciudadanos derramados en el mundo en busca de aliento para empezar de nuevo, toda vez que se les arrebató la libertad y la paz en la tierra que los vio crecer. Los partidos políticos son criminalizados y usurpados por el régimen, imponiéndoseles falsas directivas, algunas con la anuencia de sus propios militantes que lisonjean prebendas importándoles poco el destino del país. A ellos se les recuerda la frase del maestro Andrés Bello: “Los que no moderan pasiones son arrastrados a lamentables precipicios”. Existe una dirigencia política que haciéndose ver opositora, no es más que imitadora y oportunista, tan igual o peor que el propio régimen, que subasta su escasa dignidad a la mejor oferta, perdiéndolo todo.
Esa dirigencia política insolvente moralmente, así logre reeditar el escenario del fraude electoral y configurar una aparente mayoría de estructuras sin liderazgo, será repetidamente anulada por la fuerza en cascada de la población, que se niega a ser utilizada nuevamente en chantajes de descrédito a sus propias condiciones humanas. Esta es la verdad gigantesca que rebasa toda propuesta, la ciudadanía no participa en elecciones porque no confía en los procesos y mucho menos confía en el talante democrático de quienes son proponentes de los mismos. La dirigencia revestida de dignidad y moral, por su consecuente posición ética, coherente siempre con el sentir del pueblo debe continuar desenmascarando las falsedades y significar destellos de luz en medio del terrible oscurantismo, esa dirigencia finalmente es la que está llamada a ser la gran conductora del proceso de reconstrucción de la sociedad, la que no se mide al confrontar el mal y lucha por arrebatarle el poder al tirano, y de ahí una frase del poeta del pueblo Andrés Eloy Blanco: “Lo mas trágico no es que un hombre no tenga zapatos, sino que nunca haya tenido la necesidad de ponerse unos zapatos”. El pueblo venezolano debe junto a esa dirigencia recobrar su heroísmo para restablecer finalmente la libertad.
El colapso del régimen es impostergable, el peso histórico sobre ellos no encuentra más soportes, la capacidad de maniobra está disminuida, la cohesión de la fuerza civil es fundamental para impedir la burla y dirigir a todos los sectores del pueblo venezolano hasta la recuperación plena de sus derechos.