OPINIÓN

Postales

por José Alfredo Sabatino Pizzolante José Alfredo Sabatino Pizzolante

Aunque prácticamente en desuso en la actualidad, las postales de antaño siguen conservando un especial encanto, portadoras como son de viñetas iluminadas o en blanco y negro evocadoras de estampas y momentos únicos. Ideada en sus inicios como una tarjeta de cartulina impresa con estricto apego a las regulaciones de la Unión Postal Universal, conocida entonces como “entero postal”, con el correr de los años evoluciona en la moderna “tarjeta postal” de tamaño estándar con una imagen en su anverso, y un reverso dividido en dos secciones para colocar la dirección del destinatario y el mensaje deseado. Estas tarjetas no solo se utilizarían con fines epistolares, pues muchos establecimientos comerciales encontraron en ellas un poderoso medio para el mercadeo de sus productos, convirtiéndose algunos en importante editores, tal como sucedió, en la capital, con Gathmann Hnos. y Bernardo Rosswaag.

En los albores del siglo XX Venezuela ya se había contagiado con el uso de las postales portadoras de hermosas imágenes, ocupando el puerto carabobeño destacado lugar en la producción de  las tarjetas viajeras. Al tema le hemos dedicado un libro titulado La palabra hecha paisaje, Puerto Cabello 200 años en las tarjetas postales (2012), en el que explicamos cómo la convergencia de magníficos fotógrafos locales y prósperos comercios serán determinantes en la edición de un importante número de postales.

Las viñetas que encontramos en las postales pioneras de la ciudad marinera son de fotógrafos anónimos. Sin embargo, a partir de 1902 ya es posible identificar a dos fotógrafos de destacada actuación: Henrique Avril y Eugenio Schmidt. Sus fotografías serán utilizadas para ilustrar algunas de las más interesantes postales iluminadas que edita el comercio local, no siempre dándoles los créditos correspondientes.

Tuvo la ciudad la fortuna de que Avril hiciera de ella su estancia permanente hasta su muerte en 1950, para que su inquieta lente escudriñara palmo a palmo la geografía local, registrando sus paisajes, edificaciones y, en especial, su gente. Allí debió llegar para radicarse definitivamente hacia 1904, año a partir del cual inicia una extraordinaria y prolífica tarea.

No podía Avril escapar al encanto de ver sus fotografías convertidas en viñetas viajeras, animándose a editar sus propias postales. Mantenía una pequeña tipografía que le permitía imprimir textos cortos a sus trabajos, algunos de los cuales muestran impreso al pie la leyenda “Tip. y Foto Avril», y nada de extraño tendría que fuera en esta imprenta que se aventura a ensayar la impresión de sus tarjetas, a juzgar por la pobre calidad de estas. El mismo año de su llegada al puerto recibe del Ministerio de Fomento, autorización para la edición de 20.000 postales con vistas del país. Suponemos que las postales en sepia o las tímidamente iluminadas que conservamos corresponden a ese año.

Una indulgente nota aparecida en el trisemanario de circulación local El Informador así lo confirma: “El señor H. Avril nos mostró unas preciosas postales iluminadas, con poéticos paisajes de esta ciudad, y las cuales son manufacturadas en su bien montado Taller Fotográfico./ El trabajo en referencia, es de lo mejor que hasta hoy hemos visto en su clase, y decimos esto porque son superiores a muchas que vienen de Europa, y también por su módico precio”. Más tarde, deja de lado la edición de sus postales impresas quizás debido a los limitaciones para hacer impresiones de calidad, y comienza la producción de sus postales en fotografía real de las que se conservan interesantes ejemplares.

De Eugenio Schmidt se tiene muy poca información, excepto que debió radicarse en Puerto Cabello alrededor de 1900, pues es partir de entonces que se conocen algunas de sus fotografías que también sirven de ilustración para las postales.

Si bien las postales de fotografía real de Avril incorporan a la gente y el paisaje bucólico, las de A. M. Gómez atrapan magníficamente la escena urbana que identifica cuidadosamente al pie de la imagen con clara escritura. Lamentablemente tampoco disponemos de noticias sobre este fotógrafo, pero es indudable que significativa estancia tuvo en la ciudad, quizás en los años veinte y treinta, dejando cuidadoso registro de la crónica urbana del pujante puerto. Quien sí vivió allí fue Namen Dao propietario del Salón Kodaks, establecimiento ubicado en la calle Bolívar dedicado a la venta de artículos fotográficos, revelado y ampliaciones a mediado de la década de los cuarenta, también fotógrafo y dedicado a la cartofilia.

Cuando se trata de tarjetas postales, además, tan importante como el fotógrafo resulta el editor. En ellas inicialmente se hace referencia a su editor generalmente distinto del impresor, según la autorización entonces otorgada por el Ejecutivo Nacional como puede apreciarse de las postales de Gathmann Hnos., Bernardo Rosswaag y la Perla, todos comercios caraqueños que a partir de 1902 editan variadísimas vistas de los principales poblados venezolanos.

Las primeras postales ilustradas no ofrecen mayores datos identificatorios acerca del editor, pero es fácil advertir que se trataba de compañías alemanas que venían inundando con sus tarjetas a muchos países, incluso los latinoamericanos. Tal fue el caso de las firmas G. H. Rehfeld & Sohn de Dresde y Albert Aust de Hamburgo, encargadas de editar las primeras tarjetas porteñas que luego se distribuían para su venta al público en los comercios locales como el de Pedro González Arnao.

G.H. Rehfeld & Sohn editó delicadas tarjetas art nouveau que se cuentan entre las más hermosas de la cartofilia porteña. Albert Aust, por otra parte, editó la primera gran serie de vistas del continente incluyendo estampas de Uruguay, Argentina, Brasil, Chile y Venezuela, entre otros, bajo el título de Süd-Amerika. Los frecuentes errores ortográficos en las leyendas de estas tarjetas son prueba inequívoca de que aquellas eran impresas en Europa.

Zamora Hijo, F. L. Colmenares, Librería Maury Hermanos y la Tipografía Cervantes, todas de Caracas, y Curteich de Chicago (cuyo representante exclusivo en el puerto era la firma Photodon) se cuentan entre los principales editores de tarjetas postales relativas a Puerto Cabello, aunque su producción fue relativamente modesta.

Por el contrario, cinco establecimientos comerciales del puerto dominarán la edición de tarjetas postales ilustradas a comienzos del siglo XX. Célebres por su calidad de impresión y color, así como la variedad de motivos, son las postales de la Tienda Liverpool de Jorge Hedderich & Co., más tarde propiedad de Antonio Hilders, que editó no menos de 40 postales diferentes, la mayoría iluminadas e impresas todas en Alemania y Suiza a juzgar por la calidad del grabado y los colores e información obtenida del reverso.

En cuanto a las postales editadas por La Tentación y Luis González & Cía. (empresas relacionadas) se conocen al menos 36 postales entre iluminadas y blanco y negro, publicadas en la serie Saludo de Puerto Cabello. Meclin Jesurum, propietario del Museo y Botillería “El Globo” será más ambicioso, pues edita su serie Recuerdos de Venezuela, la que no vacila en identificar como sellos de correos para colección; de esta conocemos al menos 31 vistas diferentes produciendo más de 40 postales distintas mayormente en blanco y negro, unas pocas iluminadas. Finalmente, Ettedgui Hermanos saca al mercado su serie Saludo de Venezuela, de la que se registran al menos 10 vistas diferentes, mientras La Favorita editó una serie de ocho viñetas sobre edificios, los muelles y monumentos.

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