En los actuales momentos en que muchas personas de corte político de izquierda o revolucionario están emocionados por las protestas contra el racismo en Estados Unidos, no parecen darse por enterados de que se está formando un caso muy grave de acusación de interferencia extranjera en dicho por país por parte de supuestos “agentes” cubanos y venezolanos formados ideológicamente y adiestrados en países enemigos del sistema político estadounidense con el objeto de sembrar zozobra y crear las condiciones para destruir el “capitalismo global” que está destruyendo el planeta Tierra y oprimiendo a los 8.000 millones de habitantes del mundo, según su particular visión de la realidad.
Revisando la prensa internacional, se pueden reseñar varias notas importantes como:
- (El Nuevo Herald) El veterano periodista Casto Ocando, que tiene décadas de experiencia investigando las actividades del chavismo en Florida, publicó el primero de junio en su portal Primer Informe que detenidos de origen haitiano, hondureño y norteamericano admitieron a los agentes que recibieron pagos de activistas venezolanos y cubanos para crear caos. Según dijo ayer Ocando a este diario, «muchos detenidos fueron liberados, pero antes dieron información de los organizadores, que son los que están en el punto de mira de los investigadores federales, que siguen el rastro del dinero. Esto es parte de una operación conjunta del FBI y otras agencias”
- (ABC) La Casa Blanca está convencida de que, como hizo el año pasado en Chile, Ecuador y Colombia, el régimen de Venezuela y grupos de agitación política afines en toda Iberoamérica intentan aprovechar las protestas en contra del racismo para provocar estallidos de disturbios y violencia, tratando de crear caos en las protestas que se han propagado en todo el país y que son hasta la fecha en su gran mayoría pacíficas. Según dijo el sábado a ABC un alto funcionario del gobierno estadounidense: «Estamos al corriente de intentos de individuos con lazos con los adversarios de Estados Unidos, incluido el régimen ilegítimo de Nicolás Maduro en Venezuela, de instigar conflictos, ayudar a incitar la violencia y dividir a los estadounidenses explotando para ello protestas pacíficas». La policía judicial, el FBI, en cooperación con otras agencias y el Ministerio Público ha recabado información de algunos activistas, varios de ellos de nacionalidad extranjera, que han pagado a otros por participar en protestas para boicotearlas. La semana pasada varios de esos agitadores fueron interrogados en Miami, según varios informes. Se han hecho eco de estas actividades que investiga el FBI tanto el senador republicano de Florida Rick Scott como el opositor a Maduro y comisionado para las Relaciones Exteriores de Venezuela Julio Borges. Según este último, «de nuevo el régimen aparece como promotor de la desestabilización, ahora en Estados Unidos. La dictadura utiliza medios de comunicación y grupos vandálicos para promover la violencia. Maduro es una amenaza para la democracia del continente».
Es entonces cuando el lector de esta columna se pregunta qué importancia pueden tener dichas acusaciones en los actuales momentos políticos y he aquí la respuesta política inesperada para muchos:
En primer Lugar, ya existe en un amplio conjunto de la opinión pública estadounidense y de los 58 países que reconocen a Juan Guaidó como presidente “interino” la idea de que en Venezuela existe un gobierno enemigo a muerte de todas las instituciones capitalistas y democráticas desde el punto de vista liberal, quedando en el mejor de los casos la defensa del gobierno de Maduro en grupos de extrema izquierda política o antiglobalización en términos muy radicales.
En segundo lugar, la idea de que otro país esté interviniendo con agentes infiltrados en la política “doméstica” estadounidense en un año electoral particularmente agresivo desde todo punto de vista, pone a los pensadores políticos a calcular las ganancias políticas de desviar la atención de un tema racial a una conspiración internacional “malévola”, tal como muchos miembros del Partido Demócrata piensan que Hillary Clinton perdió las elecciones de 2016 por culpa de los “hacker rusos”.
En tercer lugar, recordando otra serie de incidente históricos, que van de la Voladura del Maine que originó en 1898 la guerra de Estados Unidos con España y la pérdida de Cuba, Puerto Rico, las Filipinas y Micronesia sin que se demostrara jamás la responsabilidad de España en dicho acto, hasta el hundimiento del barco Lusitania que afecto la Primera Guerra Mundial, el incidente del golfo de Tonkin en Vietnam, que sirvió de excusa para la intervención militar masiva en Vietnam hasta la inolvidable campaña de denuncias de armas de destrucción masiva en manos de Saddam Hussein que nunca existieron, son ejemplos muy estudiados de situaciones reales o supuestas que sufrieron un manejo propagandístico de tal manera que terminaron siendo aceptadas como verdades indiscutidas para tomar decisiones que no tenían “retorno” como las intervenciones militares.
Con base en los argumentos existentes anteriores, no tengo razones para creer que los estrategas electorales republicanos hagan un “constructo” de ideas sobre esta hipotética intervención y la conjuguen con las denuncias de narcotráfico, terrorismo, legitimación de capitales y pare de contar que han sido asignadas a una multiplicidad de funcionarios del régimen de Nicolás Maduro, en el que es hasta sorprendente la participación activa como testigos protegidos o delatores de altos funcionarios del gobierno de Hugo Chávez que van desde Rafael Isea hasta Cliver Alcalá Cordones y quién sabe quién más es capaz de sorprendernos en estos tiempos de cambios inesperados de “brújula política”.
No debemos olvidar que el Congreso estadounidense (los 2 partidos dominantes) aplaudieron de pie a Juan Guaidó en su visita a Washington y demostraron unidad de intereses en ese punto político en particular, por lo cual una campaña nacionalista que algunos denominarían “patriotera” en contra de la intervención de supuestos agentes extranjeros en territorio estadounidense, puede terminar siendo la excusa perfecta para asumir medidas extremas y contundentes contra los gobiernos de Cuba y Venezuela.
Quien conoce la larga y florida historia de las conspiraciones del siglo XX, no tiene para nada que sorprenderse con este tipo de acciones de las grandes potencias en el siglo XXI.
Solo quedar esperar a ver qué pasará…