¡Nos han pasado tantas cosas a los venezolanos! Muy duras a muchas familias, o más bien a demasiadas. Por ello es, y será muy difícil perdonar. Pero siempre es pertinente reflexionar y asumir un acto de rectificación y enmendar lo que sea necesario. La liberación de los presos políticos es necesaria y justa.
Pensando como nación que mañana ya será 24 de diciembre, y es Navidad de este anunciante año 2023, con él va llegando el final de una larga noche oscura y de malignidad sin precedentes para nuestra patria venezolana. Nacen los primeros rayos de luz de un nuevo amanecer. Ni siquiera en las guerras de independencia, cuando nos enfrentábamos a un ejercito que representaba al rey de otra nación hubo tanta crueldad de torturar al encarcelado. El sólo hecho de reflexionar lo que significará el fin del actual régimen y el renacimiento de Venezuela nos estremece.
La esperanza de un 2024 en transición al cambio para un país, más que adolorido, desfalleciente por múltiples necesidades vitales, nos convoca más, mucho más que a la esperanza a la organización, y a la acción para garantizar que dicha transición electoral se produzca. Nuestro pueblo valiente, resiliente y decidido a concretarla, mediante la lucha cívica que ha estado dando, año tras año, ahora ha alcanzado por primera vez el ejemplar resultado requerido, y a tiempo: el gran triunfo necesario al designar por voto popular su autentica líder.
El que se haya elegido a una mujer venezolana, prácticamente en un resultado que evidenció el consenso alcanzado desde las bases de una nación que, con más del 92% de la votación, y en una suerte de gran movimiento electoral de primarias de unción de más de dos millones y medio de venezolanas y venezolanos, dentro y fuera del territorio, escogieron este inicio de transición al cambio democrático, impactando las estructuras del poder de la opinión pública mundial, y de la conveniencia de dar el paso firme de pactar unas elecciones libres y justas.
Sin lugar a dudas, el planeta ha sentido en carne propia las consecuencias inocultables de la diáspora venezolana. Para bien en su mayoría, pero para mal en contingentes humanos que de modo precario y desesperado han huido del hambre, de las carencias de atención sanitaria y de salud, de agua y electricidad, de seguridad, de empleo, de escasez de combustible, en un país otrora exportador de fuel oil. Ello hace, hasta al más desprevenido, perfectamente entendible que la población escapara del genocidio ocasionado por el desastre del castromadurismo.
Más de 8 millones de personas, en lo que pudo estimarse en una cuarta parte de la población de Venezuela, emigró a todos los lugares imaginables e inimaginables del globo. El nacimiento de decenas de miles de niños de padres de la diáspora venezolana hoy poseen doble nacionalidad. Son ellos la parte de la mayor importancia y mejor riqueza que como nación debemos compartir y sustentar junto a un mejor mundo desarrollado para todos. El que queremos para nuestros nietos, y hacia un futuro luminosos en un país como Venezuela, el cual es perfectamente viable de ser conducido hacia el progreso, y la prosperidad, en una sociedad libre, sana y vibrante.
Esa es la promesa de nacimiento de una nueva Venezuela que se hizo y que se regalará así mismo la nación venezolana. A partir de una transición que ya se ha iniciado, como lo aseveró nuestra líder Maria Corina Machado, lo que no sólo creemos sino que trabajamos por ello y lo haremos realidad millones de libertarios venezolanos, junto a numerosos y poderosos aliados internacionales.
Los libertarios no estamos en posición dubitativa ni limosnera frente a los sectores del crimen internacional. Sabemos algunos se sienten muy poderosos e imbatibles. La realidad es que es todo lo contrario. Se los aseguro hermanas y hermanos de lucha. De manera afirmativa, sin triunfalismo, pero seguros y exigentes sobre los pasos que dicha transición requiere se vayan dando, estamos atentos y vigilantes, y cada vez más organizados. Estamos preparados para ganar y cobrar la llegada del comienzo del renacimiento de Venezuela. Esto tendrá que ser, y será, sin exagerar, el proceso de triunfo del bien sobre el mal. Será la victoria para todas las venezolanas en primer lugar: las madres, las hermanas, las esposas, las hijas y las nietas. Nuestros hijos y nietos volverán a la patria para sentir el abrazo de sus familiares, y a respirar el aire puro conquistado por la libertad; la cual no descuidaremos nunca más, hasta el «hasta el final de los tiempos».
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