En ciertos análisis que hemos podido leer pareciera aún no explicarse, contundentemente, que no sólo no cesa la imposición y manipulación del régimen castrocomunista de Cuba sobre Venezuela, sino que más bien se ha afianzado.
Eso es lo que quedó demostrado con la reacción que hubo después de la visita del sobreviviente líder de la revolución comunista Raúl Castro a Caracas. No hay vergüenza de acatar lineamientos, lo que es cuasi obvio deducir de la razia persecutoria “a los rojos infieles” apandillados de Tareck el Aissami, que incumplió sus deberes de cuotas de repartición comprometidas con Cuba y otros bolsillos, del ordeño de lo que queda de nuestra fatigada industria petrolera.
En el ámbito internacional existe una capacidad profunda de la red establecida por el castrismo para manejar su propia subsistencia. Durante sus ya más de seis décadas en el poder han logrado influir en la política interna de países tan decisivos internacionalmente como los propios Estados Unidos de América. Cuba, de modo muy importante, también penetró en Europa. Por años en España, Italia y Francia, como cabezas de playa para sus propósitos (sin olvidar ciertos períodos de lunas de miel con el Vaticano). Así mismo ha infectado con su veneno a países de África y Asia. Y, por supuesto, ha sido muy exitoso en poder influir, hasta lo que se nos muestra como evidente realidad actual, en los que algunas vez fueron nuestros países de la América Latina y el Caribe.
Apenas si podríamos intentar comprender el complejo de culpa que terminó por entronizar en la errónea mentalidad actual de parte del Partido Demócrata, para asumir la mediocre política exterior estadounidense que hoy practica. En medio de la pasada llamada Guerra Fría de la Post II Guerra Mundial, y a la forma desastrosa como se llevó a cabo su política exterior durante un largo período, que se concibió desde finales de los años cincuenta, sesenta y setenta del siglo pasado. Entonces parece que se entendió el qué, pero no el cómo debía aplicarse una eficaz política de contención del comunismo. Aquella nefasta política que no sólo terminó aceptando sino promoviendo la toma del poder de asesinas dictaduras militares o llamadas “de derecha”, en su propio vecindario americano. Esa política erróneamente atribuida a los llamados “halcones” que, después de tanto fracaso como fórmula si preferida por el ala dura de los republicanos, y debido al alto coste de cosechar una bien sembrada y manipulada animadversión en América Latina hacia Estados Unidos por parte de sus enemigos históricos comunistas; alimentados en mayor escala y precisamente desde la extinta Unión Soviética, y por supuesto desde la entonces su isla satélite en el Caribe: la hasta hoy Cuba de los Castro. Esta ha sido, y es, y ninguna otra razón más esencial por la cual la actual administración demócrata en la Casa Blanca “se está manejando”, como lo hace actualmente: con doméstica escrupulosidad e intención de asepsia. Al operar sobre una vergonzosa realidad, a la que no sólo se ha aceptado durante larguísimos años, sino con la que han cooperado a voluntad de las partes. Así seguirá saliendo la juventud cubana, venezolana y nicaragüense, como de otras muchas naciones otras no tan jóvenes, a manejar Uber en ciudades de Estados Unidos. Así pasarán reproduciéndose otros sesenta años más de violación de los derechos humanos de las secuestradas y esclavizadas naciones cubana, venezolana y nicaragüense que quedan atrás. Por cierto, determinadas clases dirigentes canadienses también acompañaron, y comparten hoy, su ración de igualdad revolucionaria, en bandejas diplomáticas de ignominia y complicidad con la dictadura castrista.
Es preciso, y de una vez por todas, entender y asumir que los tiempos en los regímenes comunistas se miden bajo otros parámetros. De modos diferentes a los tiempos en los sistemas democráticos. Allí, donde se practica el valor de la alternancia con distintos mandatarios a lo largo de períodos presidenciales definidos al llegar al cargo. En estos últimos períodos sólo ha habido tiempo para disponer algunas medidas, según ha quedado demostrado por el paso de los años, en tonalidades que al manejarse desde el Poder Ejecutivo alternante al volante de su nación no definen claridad para política exterior que básicamente se guíe por intereses trascendentes para el Estado. Que no esté, como hoy, como de hecho está signada por otros intereses que la están afectando desde Rusia, China. Que sea la defensa primordial de la seguridad y defensa nacionales. Que promueva los derechos humanos, la libertad y la democracia universales.
Sólo es una clara definición de acuerdos y consensos básicos del Estado democrático a nivel internacional, entre todos los actores que representan lealmente dichos valores, con la suma del interés nacional e internacional de naciones libres que se podría garantizar que prevalezca finalmente el éxito de la libertad y la democracia sobre la opresión en el terreno mundial.
Cuando se compite en el ámbito internacional contra el alineamiento de sistemas que, basados durante generaciones en la herencia de sucesores, consanguíneos o no, a los iniciales regidores de tiranías, y en sus propios intereses de supervivencia, se siguen practicando y marcando con el continuismo la historia de dominación y oprobio sobre el primer bien consustancial a la vida que es la libertad. Sobre cada vez más millones y millones de seres humanos, y no sobre cada vez menos como inadvertidamente algunos dirigentes en algunos gobiernos de países parecieran o no quisieran mirar que está sucediendo actualmente en el mundo.
Como le decía, por estos días atribulados, por las penurias propias de quienes hemos tenido que emigrar, atender y entender más que a cientos de miles, a millones de inmigrantes, y al ver el ejemplo de cómo pueden llevar el pan a su mesa conductores esclavizados que manejan horas y horas para la subsistencia familiar, pensé en quienes se enriquecen a ambos lados de las desprestigiadas fronteras ideológicas, día tras día, convirtiendo en millonarios a los que toman para sí la excesiva tajada de quien deprecia su vehículo, que se mueve gracias al tiempo de manejo del gobierno de quien debería estar manejando un Uber o más bien en una celda gringa con braga anaranjada, en lugar de estar conduciendo una nación entera para exportar drogas, lavado y terrorismo, y llevándola a más y más miseria.
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