I
Los altos costos a los que se enfrenta un paciente oncológico no son noticia ni aquí ni en ningún otro lugar del mundo. En cualquier país serio, estos enfermos reciben ayuda o cuentan de antemano con un seguro que puede cubrirles el tratamiento. Sin embargo, en la Venezuela actual, la de la revolución chavista, la del «gobierno de los pobres», es imposible sanar si no se tienen a disposición miles, decenas de miles de dólares. ¿Paradójico, verdad? Una realidad que ahoga más que la misma enfermedad.
Es por esto que se recurre a los centros de salud pública. Antes, en la cuarta república (como les gusta a ellos decir) se construyeron y se dedicaron centros de salud enteros a la atención de los pacientes oncológicos. El Instituto de Oncología Luis Razetti comenzó a funcionar en 1936 y a mediados de los años cincuenta (sí, con Pérez Jiménez) se instaló en el edificio en el que está todavía, pero con la diferencia de que en esos años subsiguientes y los de la democracia, se dotó de los mejores equipos y especialistas para asegurar una atención gratuita de calidad.
Así, había otros hospitales de fundaciones tan importantes como la Sociedad Anticancerosa que opera en el Hospital Oncológico Padre Machado; también comenzó a construirse durante la dictadura, pero remozado y reinaugurado con todos los adelantos en 1971.
Aunque solo estoy hablando de la capital del país, se sabe que muchos venezolanos que necesitaron atención para tratamientos oncológicos podían trasladarse a la capital para recibirlos sin problemas.
II
Ya lo he dicho antes, les debo la vida a los médicos del hospital Domingo Luciani y a mi sobrina. Puedo decir que la excelencia en la atención proviene de esas manos con vocación y valentía, porque hay que ser un héroe para trabajar en las condiciones que ellos lo hacen.
Pero desde que salí del Luciani hasta ahora, no he vuelto. Y eso que se supone que este hospital (también construido en democracia) tiene una unidad oncológica con la que se llenan la boca los chavistas. Esto a mí me contentó en un principio, hasta que me puse a investigar. Para aquel entonces, hace dos años, había que tener una “palanca” para que te admitieran en ese centro para recibir el tratamiento.
Me pidieron que fuera a la consulta oncológica y me dieron cita para dos meses después. El día de la cita debía estar allí como mínimo a las 5:00 am para alcanzar los números que reparten, pues después de las 8:00 am no reciben a nadie. Eso, para que me evaluara el especialista y a partir de allí ver qué tipo de tratamiento requería o si necesitaba más exámenes. Y así, por la medida chiquita, no recibiría tratamiento sino en aproximadamente cuatro meses.
¿Se imaginan lo que significan cuatro meses para una persona que tiene un tumor en el pulmón y un cáncer diagnosticado con biopsia y demás estadio IV? Cada día cuenta, cada minuto cuenta, si se quiere vivir. No me quedó más remedio que la vía privada. Y fue por eso que comencé la campaña de GoFundMe.
III
Entiendo que esto no me pasa solo a mí. Sé que hay gente en peor situación que yo. También sé que soy privilegiada, porque lo puedo contar. Pero lo que realmente quiero es que la gente aquí y en cualquier parte del mundo entienda que los enfermos graves no tenemos muchas opciones en este país.
Lo malo es cuando uno no se resigna, cuando uno quiere la vida, cuando uno decide luchar. ¿Cómo luchas? ¿Con qué? Soy bendecida con la amistad y la solidaridad de muchos y no crean que no me da vergüenza. Pero debo insistir.
Por más que tengo fe en la medicina venezolana, que sé y he comprobado que nuestros médicos son los mejores del mundo y sobre todo si han dedicado su vida a la salud pública, pero este gobierno me quitó esa opción. En el Luciani hay 2 enfermeras por cada 50 pacientes que requieren quimioterapia. No puedo pasar más de 3 semanas sin el tratamiento. Y quiero vivir.
Por favor, ayúdenme a difundir mi campaña: https://gofund.me/daa5c498
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