David Castells-Quintana/Latinoamérica21
Las cifras de migrantes internacionales, así como la de desplazados internos, no paran de subir en América Latina, como muestran los datos de instituciones como la Organización Internacional de Migraciones (OIM) o el Centro de Monitoreo de Desplazamiento Interno (IDMC, por sus siglas en inglés). A nivel internacional en la región, resaltan los millones de venezolanos que siguen escapando cada año del régimen totalitario que los gobierna; un éxodo que ya suma los 4 millones en los últimos años.
De forma paralela, destacan los cientos de miles de nicaragüenses, salvadoreños y guatemaltecos que en los últimos dos años han emprendido a pie el camino al norte intentando dejar atrás una vida de pobreza. A nivel interno, sigue predominando Colombia, donde todavía cada año se registran más de cien mil desplazados que huyen de los conflictos endémicos que sufre el país.
De forma similar, aumenta el desplazamiento interno en México, consecuencia de la violencia asociada al tráfico de drogas. Así, a lo largo de décadas, los conflictos y el constante abandono del campo por parte de las autoridades, han empujado ya a millones de personas en América Latina de las zonas rurales a las urbanas. Las grandes ciudades de la región suelen ser en muchos casos el destino final.
Pero hoy en día hay una fuerza más poderosa detrás del desplazamiento de la población de las zonas rurales a las urbanas: la inclemencia del clima, consecuencia del cambio climático. Como resalta el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC), América Latina y el Caribe es una de las regiones más afectadas por el calentamiento global. Sus efectos se traducen en una mayor frecuencia e intensidad de huracanes, tormentas e inundaciones, así como más sequías e incendios. Fenómenos que cada vez desplazan más población, dentro y entre los países latinoamericanos.
Según los datos del Centro de Monitoreo de Desplazamiento Interno (IDMC, por sus siglas en inglés), solo en 2018, las catástrofes naturales dejaron casi 20 millones de personas desplazadas en el mundo, cerca de dos millones en nuestra región. Una cifra que supera la de cualquier conflicto armado, incluido el colombiano, o político, incluido el venezolano. De hecho, los desastres naturales superan desde ya hace años a los conflictos y la violencia como causa de desplazamiento.
Más allá de las catástrofes, cuyo impacto las lleva a los titulares de noticias, el cambio climático también se traduce en una progresiva degradación medioambiental, más lenta pero igualmente devastadora, y que también se ha vuelto una fuerza de desplazamiento. Como ejemplo están las movilizaciones humanas como “la gran Caravana Migrante”, a la cual se han unido cientos de miles de centroamericanos que migran al norte, precisamente escapando de sequias recurrentes en sus países de origen.
Con todo, el calentamiento global se ha convertido ya no solo una de las principales causas de desplazamientos humanos a gran escala, sino también en un factor determinante de la urbanización global. Así lo revela el análisis de datos de alta resolución sobre el clima, desastres naturales y la ubicación de la población, como el realizado en un estudio científico publicado recientemente en el Journal of Economic Geography.
El estudio muestra con claridad la importancia de las condiciones climáticas cambiantes para entender la urbanización reciente alrededor de todo el mundo. Una urbanización acelerada y desordenada en la que una gran parte de los “desplazados climáticos” terminan en las ciudades principales de cada país. Un fenómeno que en los países en desarrollo se traduce en ciudades, no solo más grandes sino también más fragmentadas, donde quienes llegan se ubican por general en suburbios crecientes, desconectados de los centros de empleo y en condiciones de vida precarias.
En números absolutos, y nuevamente según el IDMAC, los países latinoamericanos con mayores desplazados climáticos en 2018 fueron Brasil (con 87.000 desplazados, la mayoría asociados a deforestación), Colombia (con 67.000 desplazados, la mayoría por inundaciones) y Cuba (con 52.000 desplazados por tormentas y huracanes). En 2019, la cifra se triplicó en Brasil alcanzando los 295.000 desplazados climáticos. En Paraguay se registraron 54.000 nuevos desplazados, y en Bolivia 77.000, debido a distorsiones en los patrones de lluvias asociados al Niño-Niña, incendios y la actividad del volcán Ubinas.
Para 2020 las cifras (aún no consolidadas) apuntan a números similares. Así, el impacto del cambio climático suma a una historia larga de olas migratorias en la región, y no hace sino agravar al desafío de desplazamientos asociados a conflictos, violencia y abandono de las zonas rurales. Una razón más que la cuestión sea ya una prioridad política.
David Castells-Quintana, profesor en economía de la Universidad Autónoma de Barcelona, especializado en economía internacional, economía urbana y desarrollo económico. Ha publicado recientemente ¿Qué Planeta Heredarán Nuestros Nietos?
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