OPINIÓN

Por qué se pelean tanto

por Joaquín Morales Solá Joaquín Morales Solá

La Casa Rosada, palacio presidencial, de Argentina

La nación política está viviendo un momento único, absolutamente inexplorado. Hay un presidente electo, Javier Milei, casi sin pasado político, con un partido de reciente formación y carente de un círculo de colaboradores más allá de sus familiares y de sus viejos compañeros de trabajo. Su experiencia política se reduce a los últimos dos años como diputado nacional. Tal vez por eso habla con una sinceridad inusual en los líderes políticos: anuncia que la economía se mantendrá en estanflación en el próximo año y medio, por lo menos, y anticipa un ajuste superior al que suele pedir el Fondo Monetario. El Fondo acostumbra a permitir cierto déficit primario (2% o 3% del PBI), mientras que Milei asegura que su ajuste de las cuentas públicas –tanto el del Banco Central como el del gobierno federal– será del 15%. Déficit cero, entonces. Nunca la política fue tan lejos con sus decisiones económicas; nunca, tampoco, un presidente se animó a tanto con tan poca fuerza parlamentaria. El país vivió también su dosis de hipocresía cuando Cristina Kirchner se escandalizó por la estanflación anunciada por Milei. El país subsiste dentro de un proceso de estancamiento e inflación alta, que es lo que se llama estanflación, desde noviembre de 2011; es decir, desde mucho antes que ella se fuera de la presidencia de la Nación. Ningún otro gobierno de la democracia, además, erosionó de manera tan constante la vida económica de los argentinos como el que está finalizando su mandato y del que ella es su vicepresidenta.

La debilidad parlamentaria del presidente electo es, precisamente, lo que detonó la disidencia entre dirigentes del próximo gobierno o cercanos a él. Dos líneas se perfilan claramente. Una es liderada por el futuro ministro del Interior, Guillermo Francos, quien prefiere a todas luces un acuerdo con el peronismo no kirchnerista, en el que incluye al saliente gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti; al exministro del Interior Florencio Randazzo (aun cuando este no accedió a la presidencia de la Cámara de Diputados), y al actual embajador en Brasil, el exvicepresidente kirchnerista Daniel Scioli, aunque ninguno de ellos viene cargado de votos legislativos. Si bien puede decirse con razón que la sociedad votó hace poco más de diez días por un cambio profundo de la dirigencia política preexistente, sobre todo de la peronista, la preocupación de Francos por los números del Congreso tiene también raíces ciertas. La Libertad Avanza contará solo con 38 diputados nacionales y ocho senadores. Milei decidió, encima, enviar al Congreso el 11 de diciembre, el día después de su asunción, una ley ómnibus con importantes recortes en los gastos del Estado. Los economistas diseñan esos proyectos en sus recintos de cristal, pero será la política la que tendrá que juntar los 129 diputados y los 37 senadores necesarios para que las cámaras comiencen a sesionar. Después tendrá que sumar legisladores para la aprobación de esos proyectos.

La otra línea que se abrió está liderada por Mauricio Macri, quien proponía un acuerdo orgánico y programático con Milei más intenso para consolidar, primero, grupos de diputados y senadores con libertarios, con Pro y con radicales comprensivos. Suponía que un acuerdo de esa naturaleza podría darle al próximo presidente unos 100 diputados iniciales; estos hubieran estado luego en condiciones, dicen al lado de Macri, de avanzar en la seducción de más radicales y algunos peronistas. Macri está seguro de que se debía tener en cuenta sobre todo, y según su lectura de las elecciones, que la sociedad argentina decidió archivar al peronismo en la historia de lo que irremediablemente fue. La suma de votos de Milei y Patricia Bullrich arrojó en la primera vuelta electoral un resultado del 54 por ciento de los votos; Sergio Massa obtuvo solo el 36,78 por ciento. Existe cierto amateurismo no solo en el mileísmo, sino también en lo que es (¿o fue?) Juntos por el Cambio. De hecho, los gobernadores de esta coalición se reunieron con Massa, todavía ministro de Economía, para poder pagarles sueldos y aguinaldo a los empleados públicos. Los mandatarios se habían quedado sin esos recursos por el despilfarro populista que el Massa candidato hizo durante la campaña electoral. Obligado a recibir a los gobernadores, el ministro les anticipó giros por 230.000 millones de pesos. Aunque el gobernador electo de Entre Ríos, Rogelio Frigerio, anunció que ni siquiera esa cifra alcanzará para pagarles a todos en todas las provincias, lo cierto es que Massa está distribuyendo dinero mediante emisión sin respaldo. La inflación, que es la consecuencia natural de la emisión de dinero, recaerá en el gobierno de Milei. Al mismo tiempo, Massa cerró la oficina que autorizaba la importación de insumos para la industria; las secuelas serán la parálisis fabril y la escasez de productos, pero ocurrirán cuando ya el presidente sea Milei. Massa, sin disimulos ni maquillaje.

Macri siente que Milei se olvidó rápidamente de la contribución que él hizo para la victoria del candidato libertario, y que también Patricia Bullrich sufrió de desmemoria cuando anunció su ruptura con el fundador de Pro. Bullrich mandó un mensaje telefónico a un programa de televisión que estaba en el aire para anunciar que ella no se someterá a Macri. Hay mejores y más elegantes maneras de romper con quien fue su aliado en cruciales elecciones de hace apenas un par de semanas. Según fuentes serias, hubo tres momentos en los últimos tiempos en la relación de Macri con quien fue su ministra de Seguridad. Uno transcurrió hasta las primarias obligatorias de agosto pasado, cuando Bullrich compitió con Horacio Rodríguez Larreta por la candidatura de Juntos por el Cambio. La relación política y personal fue excelente hasta ese momento. Luego de que Bullrich le ganara la candidatura a Rodríguez Larreta, las cosas se tensaron con Macri. Bullrich le anticipó al expresidente que quería autonomía absoluta y le indicó con precisión en qué lugares de la campaña lo necesitaría. El tercer tiempo en la relación entre ellos ocurrió luego del triunfo de Milei, y después de que tanto Macri como Bullrich apoyaran decididamente al candidato libertario en el balotaje. Bullrich eligió una negociación directa y personal con Milei en lugar de aquella propuesta de un acuerdo más orgánico promovida por Macri. El trato entre ellos se volvió cada vez más tenso y distante hasta que explotó con ese mensaje televisivo de Bullrich en el que rompió definitivamente con Macri. “¡Libres!”, contesta Macri cuando le preguntan qué significó el triunfo de Milei. Solo eso. Nada más.

Bullrich será ministra de Seguridad, un cargo que desempeñó con probada eficacia durante el gobierno de Macri. Dos fueron sus políticas más conocidas: una lucha frontal contra el narcotráfico y la decisión de no permitir que grupos piqueteros corten las rutas nacionales, incluidas las calles y avenidas que conducen a los aeropuertos. Después de dos reuniones de Guillermo Francos con el ministro saliente de Seguridad, Aníbal Fernández, resaltan algunas preguntas: ¿quién designó a las nuevas conducciones de las fuerzas de seguridad? Según la información oficial, Francos visitó a Aníbal Fernández y se reunió con las viejas y las nuevas conducciones de la Policía Federal, de la Gendarmería y de la Prefectura. ¿Esas designaciones corrieron por cuenta de Francos o de Aníbal Fernández? ¿Por qué no se esperó que asumiera Patricia Bullrich para hacer esos nombramientos? ¿Por qué, cuando se sabe que la mancha del delito cubre también a la política y a las fuerzas de seguridad?

Los partidos no peronistas (el radicalismo, Pro, la Coalición Cívica y La Libertad Avanza) perdieron la oportunidad de consolidar un solo grupo en el Congreso para sacarle al peronismo la mayoría en las comisiones. Después, cada uno podría haber continuado con su propia vida. Pero ya no quedan parlamentarios expertos. Mario Negri, un excepcional legislador radical que fue clave para mantener la convivencia en Juntos por el Cambio, está haciendo las valijas porque regresa a su Córdoba natal. En el radicalismo se enhebra una fórmula entre Martín Lousteau y Gerardo Morales (como presidente y vice de ese partido, en ese orden) para reemplazar al actual presidente, que es Morales. Un típico enroque. Pro es un retazo de lo que fue desde que estalló la crisis entre Bullrich y Macri. ¿Podrá Milei estabilizar la economía? La pregunta es pertinente después de tanto desacuerdo político. De su respuesta depende mucho más que la suerte de un presidente nuevo.

Artículo publicado en el diario La Nación de Argentina – GDA