Pienso que el tiempo se acorta cada vez más y la opción más conveniente es manifestar, como pueblo unido, nuestra voluntad de cambio. No perdemos nada y ganamos mucho si logramos concentrar fuerzas aquí, en el país, y fuera, en todas partes del mundo.
El pueblo es la fuente de la ley y estamos en nuestro derecho de hacer uso de este instrumento que es la consulta popular. No entiendo por qué insistir en que ya hemos manifestado nuestra voluntad y que es bien sabido lo que deseamos los venezolanos. Las circunstancias cambian; suceden cosas nuevas; se piden en un contexto distinto, en el que el régimen está en otras condiciones, y nosotros más necesitados de presionar más para generar un cambio.
La gente no va a ir a votar el 6D. Nadie confía en estas instituciones. Al manifestar nuestra voluntad de cambio en la consulta prescindimos del CNE y todos los venezolanos del mundo podrán también manifestarse. Si dejamos en evidencia, una vez más, y ejerciendo un derecho, nuestra voluntad, la presión internacional será mayor. Muchos países nos apoyarían y el gobierno, ante la fuerza de un pueblo unido, no se verá favorecido. De nosotros depende que se vea una opinión de rechazo al régimen que sea aplastante.
Por eso, ante una opción que pueda unir a los venezolanos en torno a un proyecto de país más elevado, que trascienda una elección amañada y fraudulenta en la que negociarán solo unos cargos, la consulta es una esperanza. No apoyarla abriría una fractura innecesaria en la oposición. Para mí equivaldría a perder una oportunidad de presionar y, ante todo, de orientar al país hacia un rumbo.
Votar es, en estos momentos, pegarse golpes contra una pared. Movilizar a la gente a expresarse, en cambio, concentra las fuerzas hacia un proceso de cambio, lento, pero pacífico. No tener que esperar que el CNE dé resultados, ayuda. Todo lo que lleve a la gente a tomar conciencia de que somos muchos, ayuda más.
Es una oportunidad para unir a la oposición; para atraer a los que pudieron haber sido chavistas; para unir a todos los sectores democráticos del país y todo venezolano en el exterior. La ayuda internacional necesita de esa presión para moverse. Y tras el informe de la ONU, estamos cada día que pasa, en mejores condiciones.
En definitiva: la consulta es un medio eficaz para aglutinar y canalizar las exigencias de la gente, dentro y fuera del país. Es un medio para unir a la oposición, para elevar la moral de un pueblo cansado y desesperanzado y para evitar el derrumbe casi que existencial de una nación (más importante que el físico).
Antes no teníamos tantos países desconociendo la legitimidad del gobierno de Maduro ni un líder que a su vez estuviese apoyado por estos mismos países. Las condiciones son buenas para dar una opinión que aumente la presión interna y la internacional. Ya sabíamos que en Venezuela se violan los derechos humanos, pero no es lo mismo saberlo a que esa realidad esté ahora certificada por un informe que reconozca que el régimen comete crímenes de lesa humanidad.
De igual modo, no es lo mismo que todo sepamos que nadie quiere a Maduro y a su régimen, que buscamos un camino de libertad y de esperanza para los venezolanos, que constatarlo con miles de “sí” dentro y fuera del país, recolectados físicamente en una consulta. Esperamos con confianza que la oposición se abra generosamente a un único proyecto de cambio: a este inmediato modo de manifestar nuestra voluntad. Esperamos que se manifiesten, que concreten la instrumentalización de la consulta, que todos abramos la mente y el corazón a un proceso de reconciliación, de superación de las diferencias, por un bien superior que es el país: impedir la desintegración de una nación.
El Pacto de Puntofijo fue un acuerdo racional en el que prevaleció Venezuela. Renovemos una apertura similar para caminar juntos hacia un futuro mejor. Todo el trabajo que viene será motivador, aunque sea mucho, si logramos concentrar tantas fuerzas dormidas en torno a un fin que nos unifique.
Dejemos de criticar a nuestros líderes. Todos somos humanos y cometemos errores. Impliquémonos y empezaremos a advertir que la lucha es difícil. Apoyemos, seamos canales de soluciones y crezcamos en la capacidad de superarnos a nosotros mismos en nuestras mezquindades. Las crisis son síntoma de que algo va mal; de que hay desarmonía fuera porque ante todo la hay dentro de nuestras intimidades. Son momentos para unificarse por dentro y tender juntos a un fin común; no para fomentar la disgregación, que ya es bastante.
El mundo apoya a Guaidó. Hagámoslo también nosotros y sumemos fuerzas. Toda crítica resta. Otra Venezuela es posible.