OPINIÓN

¿Por qué no territorializar la paz?

por Beatriz De Majo Beatriz De Majo

El gobernador de Nariño, Luis Alfonso Escobar, anunció que la primera semana de marzo se instalará una mesa de paz regional / Foto EL TIEMPO

Estaba apenas poniéndose en marcha el nuevo cese al fuego bilateral y temporal pactado en La Habana hace pocos días cuando el ELN decidió paralizar las conversaciones de paz con el gobierno de Gustavo Petro, con lo cual le puso un alto, igualmente, al acuerdo para la suspensión de los secuestros.  Toda excusa es buena para volver a detener las tratativas de Paz del ELN con el gobierno colombiano.

La excusa esta vez es que el gobierno nacional, por trascorrales y en detrimento de su palabra, ha estado impulsando esfuerzos para pactar condiciones de paz con los guerrilleros dentro de un componente regional. El gobernador de Nariño, por ejemplo, Luis Alfonso Escobar, acaba de anunciar que en la primera semana de marzo se instalará una mesa de paz regional con un actor armado.

La territorialización de la paz no es un curso de acción encaminado a sustituir al que han emprendido los elenos con el gobierno de Gustavo Petro. Ella podría ser complementaria pero los insurgentes no la aceptan. Ella igualmente es difícil de alcanzar pero es un escenario a ser considerado. Un esfuerzo de pacificación regional lo que permite es vigilar el cumplimiento de los compromisos que se van acordando entre las partes, lo que resulta imposible de garantizar cuando el espectro de acción es el de una geografía tan quebrada, intrincada y vasta como la colombiana.

En la realidad, conseguir el desmontaje de los crímenes de la guerrilla dentro de espacios más confinados tiene mucho más sentido que la pantomima de una paz nacional con la guerrilla que no es posible instrumentarse porque, si bien el Estado sí es capaz de exhibir una unidad de mando a lo largo y ancho del país en sus Fuerzas Armadas a la hora de implantar el orden, otro gallo canta en el caso de los alzados en armas. La insurgencia del ELN no puede, desde su cúpula, igual que nunca pudo hacerlo tampoco las FARC, comprometer militarmente a todas sus facciones regionales en un esfuerzo conjunto de paz por que no existe dentro de sus filas la subordinación irrestricta al liderazgo nacional que si existe entre los uniformados .

Mostrar ante el mundo una sola cara y ganar indulgencias globales por mostrar una especie de buena fe en tratativas con el gobierno nacional, perifoneadas ellas a los cuatro vientos a través de la prensa internacional es en sí mismo un objetivo. Se trata de conseguir validarse ante la comunidad internacional, ganar tiempo, distraer la atención de quienes los observan de las fechorías que continúan perpetrando, ubicarse de igual a igual con el gobierno legítimo, todo mientras no hay voluntad real de detener la violencia ni mucho menos de abandonar el beneficio económico que extraen de sus actividades ilegales.

A todas estas, Gustavo Petro, quien mantiene paralizadas todas las iniciativas que anunció durante su campaña, quien está produciendo una colosal y creciente desaceleración de la economía del país en detrimento de los ciudadanos y quien esta experimentando un descalabro de su apego popular a una velocidad sideral, tiene en su Paz Total a otro magno proyecto en fase de congelación. Continuar con los intentos de las autoridades regionales de intentar agarrar al toro por las astas en cada localidad es una salida plausible que merecería todo su apoyo aunque ello represente otra amenaza más parte de los elenos de dejarlo con los crespos hechos y de declarar que entran en “crisis”.

Esta, la territorialización de la paz, es una posible una salida airosa para el inquilino de la Casa de Nariño.