Pablo Neruda y Miguel Otero Silva

Un día el escritor argentino Mempo Giardinelli vino a la ciudad de Mérida y quiso conversar extensamente conmigo. Habíamos interactuado por primera vez cuando comenzamos a pedirnos textos para publicarlos en las revistas que dirigíamos: Puro Cuento (en México él) y ALEPH universitaria (en Venezuela yo).

-«Quise que tu novela Dionisia obtuviera el Premio Rómulo Gallegos –me dijo el hacedor argentino exiliado en Ciudad de México, y mi adorada hija Venus Kelly era una testigo infante-. Pero entre los miembros del jurado habían venezolanos confabulándose para impedirlo».

En el campus de la Literatura Venezolana ha sido una nefasta tradición que los intelectuales se torpedeen entre sí. Desconocer adrede y mezquinamente el talento de sus colegas, impedir la internacionalización del otro o sabotearle distinciones. Temprano lo supe cuando, el año 1975, Enrique Hernández D’ Jesús se opuso a la idea conjunta de Carlos Contramaestre y Salvador Garmendia de publicar mi libro de cuentos Espectros bajo las ediciones de El Techo de la Ballena. Pocos meses después el cineasta Leopoldo Ponte Carrillo y yo lo publicaríamos bajo el sello Punto de Fuga que habíamos fundado. Tomé distancia de ese mediocre individuo y poeta menor dedicado a la mercadería de obras de arte.

-«Narra cosas terribles» –infería alias Catire Hernández, arrogándose santidad aun cuando formado en la Escuela Luiscornejoneana a la cual divertía asustar con parafilias durante borracheras-. «Estoy en desacuerdo con esa idea».

Cuando conocí personalmente a los escritores Miguel Otero Silva, Arturo Uslar Pietri, Juan Liscano, Salvador Garmendia, Carlos Rangel y Guillermo Morón, entre tantos notabilísimos, imaginaba que recibirían el Premio Nobel de Literatura. Pienso que es irrefutable que lo merecían. Sin embargo, la mayoría de sus colegas intelectuales pujaban a escondidas que no fuesen reconocidos mundialmente como creadores geniales. Lo fueron, según mi juicio.

Durante una conferencia que dictó en el Instituto de Investigaciones Literarias «Gonzalo Picón Febres» (ULA) José Balza golpeaba la mesa encima de la cual apoyaba sus brazos para vociferar que Uslar Pietri era brutísimo, impresentable en el ámbito de los Intelectuales Tupé del cual siempre ha sido miembro con número correspondiente. Lo escuché perplejo menoscabar a Don Arturo sólo porque solía pronunciar «habemos personas» en sus intervenciones televisadas. Yo lo imaginaba candidato al Premio Cervantes, mínimo. Pero todos ejercíamos la libertad de expresión, sin duda que legítimamente. Sabíamos que «https://es.wikipedia.org/wiki/Habemus_papam» y la humareda del Estado Vaticano lo anuncia ante un brillante José Balza devenido en fachudo.

Más relevante que su Premio Nupcial «Sofía Ímber» no recibiría jamás algo esa inteligencia superior llamada Carlos Rangel. El repudio de sus colegas venezolanos nunca fue proporcional a la magnitud de la admiración que inspiró en hombres de letras como Octavio Paz, Carlos Fuentes y Rulfo. Qué no decir de Don Miguel Otero Silva, legendario por sus obras y exitosa labor periodística empresarial. Todas las personalidades del mundo que visitaban nuestro territorio patrio querían conocerlo.

En Venezuela los peores enemigos de la intelectualidad emancipada están muy cerca, son nuestros paisanos. Escabroso indagar las causas, el por qué y a partir de cuándo la mayoría de los artistas y escritores venezolanos escogieron el camino de la «discordiatoxis». Confeso hoy, digo que les confiero el Nobel de Literatura a todos los mencionados [excepto a los envidiosos]. Lo hago sin el permiso de la Academia Sueca.

He aquí algunos de los mencionados por mí:

https://es.wikipedia.org/wiki/Mempo_Giardinelli https://es.wikipedia.org/wiki/Miguel_Otero_Silva https://es.wikipedia.org/wiki/Carlos_Contramaestre

https://es.wikipedia.org/wiki/Salvador_Garmendia

https://es.wikipedia.org/wiki/Carlos_Rangel

https://es.wikipedia.org/wiki/Arturo_Uslar_Pietri

https://es.wikipedia.org/wiki/Octavio_Paz

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