Las crisis y sus efectos nunca son neutrales al género. En Venezuela, las amenazas a los derechos de las mujeres se manifiestan en varias dimensiones:
- Inseguridad alimentaria
- Salud
- Derechos sexuales y reproductivos
- Violencia en razón de género
Esta peligrosa combinación de violaciones de derechos humanos también está sirviendo como factor de expulsión para que las mujeres venezolanas se arriesguen a tomar el viaje a otros países, lo que las expone a nuevos peligros y riesgos de violación de sus derechos. No solo por ser mujeres sino ahora también por ser migrantes.
En materia de seguridad alimentaria, sabemos que las mujeres venezolanas representan 72,7% de las jefaturas de hogar en el quintil más bajo y lideran 41,7% de los hogares donde tanto mujeres como hombres mantienen a la familia. En el rol de jefatura de hogares, se espera que ellas no solo generen los ingresos para comprar alimentos sino también hagan las filas para comprar cuando hay alimentos disponibles, y deben también volverse expertas en la adquisición de productos a través de las redes informales de compra y venta de alimentos, conocida en Venezuela como bachaqueo. Diversos estudios confirman que las mujeres en Venezuela tienden a pasar de 8 a 14 horas semanales simplemente comprando productos a precios regulados por el Estado, haciendo cola al aire libre, expuestas a los elementos, sin acceso a baños y frecuentemente acompañadas de sus hijos.
Por otro lado, las tasas de desnutrición y desnutrición en Venezuela son bien conocidas, pero se han agravado con la pandemia COVID-19, afectando especialmente a mujeres y niños. Según el último Boletín de Monitoreo de la Situación Nutricional de Caritas Venezuela (abril-julio de 2020), ha habido un aumento de 73% en los niveles de desnutrición aguda en niños menores de 5 años. También hay niveles crecientes de desnutrición en mujeres embarazadas; el mismo informe de Caritas muestra un aumento de 24%.
La mortalidad materna e infantil continúa siendo la caja negra en términos de indicadores de desarrollo humano en Venezuela. Ha habido años en los que no obtenemos datos oficiales sobre esto, pero la evidencia anecdótica indica que está empeorando a medida que se profundiza la crisis humanitaria. Servicios tan básicos como hacerse un examen físico, control de peso, controlar las vacunas y la ingesta de suplementos durante el embarazo, o el derecho a un proceso de parto digno son un lujo para la mayoría de las mujeres venezolanas.
Esto, junto con el acceso limitado a anticonceptivos, violando los derechos de las mujeres a planificar sus familias y participar de manera segura en las relaciones sexuales, también está causando un número preocupante de embarazos adolescentes. El Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA) estima una escasez de 80% en suministros anticonceptivos, y también estima que Venezuela tiene las tasas de embarazo adolescente más altas de la región: uno de cada cuatro bebés nacen de una adolescente.
Como en todas las situaciones de crisis, la difícil situación humanitaria de Venezuela también ha exacerbado la violencia de género. Un estudio de Cepaz de 2020 reveló que entre el 14 de junio y el 13 de noviembre de 2020, una mujer fue asesinada cada 28 horas en Venezuela. Eso es un total de 103 mujeres solo en ese período, de las cuales 21,4% era madre (dejaron 41 niños huérfanos). Esto es particularmente grave para las niñas: del 14 de junio al 13 de noviembre de 2020 hubo un promedio de un femicidio infantil cada 10 días; de las 11 niñas menores de 12 años que fueron asesinadas, 5 sufrieron abuso sexual y las otras 6 murieron por violencia física. 8 fueron asesinadas por miembros de sus familias, lo que ilustra el carácter generalizado de la violencia contra las mujeres en Venezuela, que ha pasado desatendida por las autoridades nacionales, mientras que las presiones económicas y el confinamiento social adoptado para contener el COVID-19 se convierten en agravantes para explicar la ya preocupante tendencia.
Lamentablemente, este escenario está dando a las mujeres venezolanas más motivos para migrar a otros países, a veces a pie y con condiciones materiales casi inexistentes para el viaje. Si bien los migrantes venezolanos alguna vez fueron en su mayoría hombres, hoy en día las mujeres están migrando a tasas similares. Las mujeres generalmente representan 40% de los migrantes que ingresan a Brasil y alrededor de 49% de los 1,7 millones de migrantes venezolanos que ingresan a Colombia son mujeres. Los relatos anecdóticos de las recientes tendencias migratorias a principios de 2021 hacia Colombia indican un número creciente de mujeres jóvenes con muchos hijos (propios y de otras mujeres), que también hacen el viaje a pie. En ese trayecto se arriesgan a convertirse en víctimas de trata, a tener que recurrir al sexo de supervivencia y a ser abusadas por figuras de autoridad en el camino (policías, oficiales de inmigración), entre otros peligros contra su integridad y sus vidas.
Cerrando el mes de marzo en el que celebramos los avances logrados en los derechos de las mujeres, reflexionemos sobre qué pasó con respecto a este tema en Venezuela y también sobre las áreas clave en las que debe enfocarse un período de transición, pues al menos 50% del desarrollo humano a mediano y largo plazo en el país recaerá también en las mujeres.
* Las opiniones son personales. No representan las de la Organización de los Estados Americanos (OEA).
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