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¿Por qué la oposición venezolana no logra derribar a Maduro? (parte 1)

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Maduro

Getty Images

Viendo y analizando el video de @VisualPolitik con la venia de su autor, me permito transcribir y resumir de su trabajo lo siguiente.

Los venezolanos queremos vivir en libertad. Y, sobre todo, queremos escapar de la pesadilla en la que se ha convertido la república bolivariana de los Maduros, los Cabellos, los Padrinos y los Rodríguez. Sin embargo, elección tras elección la oposición representativa se estrella contra un muro y la pregunta es ¿por qué?

¿Podrá María Corina Machado liderar un movimiento capaz de forzar al chavismo a dejar el poder?

En las últimas dos décadas, más de 8 millones de venezolanos han abandonado el país. Muchos de la forma más dura que podáis imaginar. Tan solo en 2023, más de 330.000 venezolanos atravesaron la selva del Darién a pie. Y, aun así, pese a todos los peligros y todas las calamidades, cientos de miles de venezolanos se lanzan a esta ruta cada año con un solo objetivo: escapar del régimen genocida de Nicolás Maduro.

Venezuela está básicamente en llamas. Si tan solo en 2023 más de 330.000 personas, incluidas familias al completo, estuvieron dispuestas a escapar caminando por una de las selvas más peligrosas del mundo para empezar su vida desde cero. ¿No supone esto suficiente materia prima como para crear una auténtica resistencia al chavismo? ¿Es que acaso los venezolanos temen más al aparato represor de la tiranía que a uno de los lugares más inhóspitos y hostiles del planeta?

La pregunta es difícil de responder, pero tampoco parece el caso. Sin ir más lejos, tras el estratosférico, monumental y al mismo tiempo previsible fraude electoral, estamos viendo cómo cientos de miles de venezolanos se echan a las calles para denunciar al régimen: se están montando barricadas, convocando paros, tomando autopistas, derribando estatuas en honor al padre de la revolución Hugo Chávez Frías e, incluso, enfrentándose a la policía.

Y, sin embargo, no parece que el régimen vaya a caer. De hecho, a las pocas horas de comenzar estas protestas masivas, el régimen está poniendo en marcha una enorme maquinaria de represión. Las amenazas y las promesas de mano dura se están repitiendo sin parar.

Estamos en presencia, sencillamente, así lo digo, de un golpe de Estado electoral.

Entonces la pregunta es ¿cómo es esto posible? Si los venezolanos que están contra Maduro y compañía están dispuestos a enfrentarse al régimen y para colmo son la aplastante mayoría del país, ¿dónde está el problema? ¿Es que acaso el chavismo es imbatible? Pues… amigos, puede que uno de los grandes errores que se haya cometido durante mucho tiempo haya sido precisamente hacerse esa pregunta.

Es decir, poner el foco exclusivamente en la fuerza que tiene el chavismo para resistir las protestas y manipular elecciones, pero no preguntarse realmente quiénes y cómo se ha liderado en los últimos años la oposición venezolana.

Pero como vemos, fríamente salta a la vista, la coalición dominada u oposición representativa lleva demasiados años, dos décadas y media, con el mismo mensaje: “El del fraude electoral, el abuso de poder y la escasez”. Y no se ha conseguido absolutamente nada. Mientras tanto, el proyecto político chavista lleva 26 años destruyendo las instituciones de Venezuela y con ella las vidas de millones de personas. Un cuarto de siglo haciendo lo que les da la real gana.

Y la pregunta es ¿hasta qué punto la oposición representativa no ha sido, en muchos casos, consciente o inconscientemente, un cómplice, silencioso de esta situación?

¿Quiénes son exactamente los líderes que se han estado oponiendo al chavismo? ¿Qué tipo de liderazgo han hecho frente a la revolución? ¿Por qué, año tras año, no han logrado dañar al chavismo?

Ya que he escrito mucho del diablo, ahora toca estudiar a los ángeles.

Los grandes hitos de la historia política están marcados por algún evento trascendental. A veces son cosas que pasan aleatoriamente y otras requieren de un liderazgo fuerte que haga que ocurran.

Desde la resistencia de Churchill frente el nazismo, pasando por la lucha de Mandela   contra el apartheid, hasta la reciente resistencia titánica que Zelenski está liderando contra Rusia. Cuando existe un caldo de cultivo, hace falta un liderazgo claro que actúe como detonador para que las cosas cambien para bien… Y también, por supuesto, para mal. Un buen ejemplo es precisamente el del tirano Hugo Chávez y la revolución bolivariana.

Y, al mismo tiempo, lo contrario también es cierto, los pésimos liderazgos tienen consecuencias que pueden llegar a ser nefastas.

Uno de los grandes defectos del ser humano es la mitomanía, el mesianismo y un nuevo defecto que denomino el neofilismo patológico (apego enfermizo a lo nuevo). Muchas personas necesitan vincularse emocionalmente a un líder, a un guía, a una especie de padre salvador, a algo nuevo.

Y eso, por supuesto, nos hace ser mucho más irracionales. Es un problema que está por todas partes; en la política, en los medios de comunicación, en la religión, en el deporte y también en las redes sociales.

El caso es que, si te enfrentas a un tirano, la población necesita un icono, una bandera, un líder fuerte al que seguir. Un líder que, por supuesto esté 100% comprometido en su misión y, además, claro, tengas las capacidades que se necesitan para esa tarea. Y, amigos, en Venezuela esto no ha sido nunca el caso. Ojo, no digo que sea una tarea fácil enfrentarte a una banda de tiranos y sátrapas criminales apoyados por Cuba, Rusia, Irán y el narcotráfico, porque sabemos que no lo es. Pero bien, para entender qué ha ocurrido con la oposición venezolana durante todos estos años tenemos que distinguir entre dos etapas diferentes dentro del chavismo. La primera va desde 1998 hasta 2013 aproximadamente, cuando Hugo Chávez lograba ganar elección tras elección arropado por un enorme estado de bienestar y grandes planes sociales. En general, la gente estaba más o menos contenta. Había dólares de sobra porque los precios del petróleo estaban por las nubes, y aunque los gerifaltes del régimen estuvieran robando a manos llenas, la gente recibía las migajas de esa formidable riqueza y con eso bastaba.

Chávez regalaba carros, casas y todo tipo de electrodomésticos tan solo para ganar votos. Y claro, ¿qué había en frente de esto? Pues una oposición que tenía entre poco y nada que ofrecer ante una especie de Papa Noel socialista.

El chavismo se construyó sobre la base de un populismo salvaje. Un populismo que, en vez de estar basado en ideas, principios o reformas institucionales, consistía en sacar la billetera y regar a los venezolanos con limosnas pagadas con los ingresos del petróleo. Pero claro, este modelo tenía un problema y es que era superdependiente de los ingresos petroleros. Así que cuando el oro negro con burbujas cayó de precio y a la petrolera Pdvsa empezó a irle mal… todo se vino abajo.

La oposición venezolana ha sido precisamente tibia por la falta de unidad o unicidad electoral y partidista y la coherencia política.

Esto es algo que lleva pasando desde que nació el propio chavismo. Por ejemplo, en 2004, hace ya dos décadas, Hugo Chávez se sometió a un referéndum que podría haber terminado anticipadamente con su mandato.

Sin embargo, el chavismo se hizo casi con 60% de los votos, ratificando la presidencia del comandante. La respuesta de la oposición fue, ¡oh sorpresa!, denunciar rápidamente un fraude.

(No podemos darle paso a la duda, tenemos el triunfo en las manos, y lo vamos a cobrar en la calle).

En aquel momento, las denuncias que hacía la oposición ponían en duda los procesos de juntar las actas y calcular y dar resultados finales. Pues bien, en aquel momento, el entonces llamado CNE no estaba tan infiltrado y tan manipulado por el régimen como lo está ahora. Así que el chavismo, al contrario que ahora, presentó las actas de los votos y hasta el Centro Carter de Estados Unidos y la OEA validaron esos resultados. En aquel momento ya una joven María Corina Machado empezaba a tener voz, entonces como representante de una ONG que velaba por la transparencia electoral.

Todos esos eventos fueron la semilla de uno de los mayores problemas que tiene la oposición en Venezuela: la falta de coherencia. Me explico. Como en 2004 Hugo Chávez incurrió, según ellos, en un fraude electoral absolutamente claro, la oposición decidió no presentarse a las elecciones legislativas de 2005.

Esto hizo que el comandante pasase a tener superpoderes políticos y a manejar literalmente 100% de la Asamblea Nacional.

Y diréis… ¿dónde está la falta de coherencia? Si crees que el proceso está manipulado, ¿para qué legitimarlo participando en él?

En 2006 de repente se les olvidó su tesis del fraude y se presentaron con una candidatura presidencial que fue duramente derrotada. Después, en las elecciones legislativas de 2010 los opositores volvieron a tener un nuevo episodio de amnesia política y se volvieron a presentar a las elecciones. Y no penséis que lo hicieron porque hubiera más garantías en el proceso electoral ni reformas democráticas ni nada de nada. La oposición simplemente fingió demencia, y volvió a participar en las elecciones con total normalidad.

Chávez expropió más de 5.000 empresas. Y no solo eso. Mientras el populismo chavista se metía a la gente en el bolsillo, al mismo tiempo, empezó a cambiar por completo el sistema político y social venezolano. Todo obviamente para montar un nuevo sistema a la medida del proyecto del comandante. Fue de hecho, en esos años, entre 2007 y 2009, cuando Chávez modificó su propia Constitución bolivariana para arrogarse más poderes y permitir la reelección indefinida. Y es que, a ver, se lo pusieron en bandeja de plata. Un auténtico ofertón en materia política.

El desastre de la amnesia política y la falta de rumbo de la oposición en esos años permitió que el chavismo forjara un Estado a su medida, hasta llegar a convertirlo en el monstruo que es hoy en día. Así es como Chávez se pudo infiltrar en el Poder Judicial, en la Fiscalía, en las fuerzas armadas, en las organizaciones sociales, en los gobiernos locales. Así es como se construyó el sólido régimen que hoy pilota Maduro.

Sin embargo, amigos, las políticas socialistas de Chávez no perdonan, y poco a poco todo el país empezó a ir de mal en peor. Y entonces la oposición comenzó a recibir más apoyo electoral y político. El problema es que ya era demasiado tarde. Durante muchos años le habían dejado al chavismo hacer y deshacer a su antojo sin que nadie pilotase una oposición clara a semejante despropósito. Sin proyecto político, sin continuidad, sin denuncias claras, sin ni siquiera alimentar la participación social.

En cierto modo, la oposición dejó que se construyera un régimen autoritario ante sus propias narices sin hacer absolutamente nada. Hasta el punto de que en el año 2015 cuando ganaron por fin la mayoría de la Asamblea Nacional, las cosas fueron tan fáciles para Maduro como ¡zas! inventarse un parlamento nuevo controlado por el chavismo.

¡Ahí fue cuando Juan Guaidó fue proclamado presidente interino de Venezuela!

La oposición, ya totalmente noqueada por el poder del régimen, quiso instaurar un poder presidencial paralelo ante la premisa, totalmente justificada, de que Maduro no había sido elegido legítimamente. Y, de hecho, al principio parecía que la jugada les podría salir bien. Gran parte de la comunidad internacional, y la inmensa mayoría de Occidente, incluido Estados Unidos, los acompañaron en esa aventura. Le dieron a la oposición apoyo político, reconocimiento, protección y dinero como para poder diseñar y poner en marcha una alternativa real. Una especie de Estado paralelo que fuese capaz de organizar a los barrios, ganarse el apoyo social e, incluso, el respaldo de altos gerifaltes. Es decir, forzar de facto una transición hasta que Maduro y compañía se quedaran solos.

Sin embargo, la cosa no pudo terminar peor. Juan Guaidó prometió salvar a Venezuela. Ahora la llama que encendió se está apagando y sus patrocinadores estadounidenses están sopesando sus opciones. Guaidó se enfrenta repentinamente a revelaciones de corrupción y complots en su contra desde dentro de sus propias filas.  La oposición puso a un presidente paralelo que no solo no consiguió nada, sino que encima terminó envuelto en un halo de sospechas por corrupción y amistades con narcos.

¿Qué clase de broma es esta? ¿Cómo va a confiar el pueblo venezolano en semejante   oposición por muy desesperado que esté?

Pero si ponemos todos los acontecimientos juntos desde hace 20 años, el despropósito ha sido tan grande que se entiende todavía mejor que las cosas se hayan salido tanto de control. De hecho, la propia decisión de participar en las elecciones del pasado domingo, de tildar el proceso electoral de histórico, inflar el globo y hacer campaña con relativa normalidad ha sido una forma de legitimar el proceso.


Gervis Medina es abogado, criminólogo y escritor venezolano

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