Cedice en su forcejeo sin límites para recuperar la democracia y la libertad propone que el día
30 de agosto hablemos de desarrollo rural. Muchas personas preocupadas me escriben preguntando por qué en este momento en que se debate la participación electoral de la oposición, en que hay una negociación en México entre las partes, cuando ignoramos que pasará con el insólito Alex Saab o estamos en vilo con la suerte de Afganistán, en estas circunstancias, ¿por qué vamos a dedicarle o malgastar tiempo hablando, analizando al mundo rural?
Por otra parte, leo al admirado Emilio Figueredo, quien declara la muerte de las instituciones en Venezuela: “Afganistán no era viable por no tener instituciones y estar dividido entre diversas tribus. En Venezuela se destruyeron las instituciones y se creó una división artificialmente entre los que tienen y los que perdieron casi todo”. Sin embargo, más adelante admite que no todo está perdido: “Mientras haya una llama encendida habrá esperanzas de recuperar la democracia, pero dejemos de soplar para que esta termine de apagarse”. Esta discusión nos remite indefectiblemente a la conceptualización sobre el significado de la acepción “institución” Empezaremos por admitir que institución, en la visión económica de Douglas North o en la sociológica de Fernando Mires, es más que un objeto físico, un edificio, un aparato, una máquina, algo que podría destruirse con una bomba. Institución, en su forma más amplia, expresa la cultura en nuestros modos de hacer y ser. Podemos pedir al GPS que nos conduzca adonde se ubique el “Estado de Derecho” y no va a encontrar ninguna dirección física o material. El Estado de Derecho, su visión como modo de ordenamiento social, está ubicado dentro de nosotros, es el acatamiento al imperio de la ley. Las instituciones pueden ser atacadas, bombardeadas, arrinconadas, pero siempre existirán si son parte de una cultura que lucha por ponerse de nuevo de pie.
Retomando el hilo podríamos decir que el desarrollo rural es una institución, un sistema complejo, una acción convergente de la gente, empresarios, trabajadores y Estado. Un esfuerzo, transversal, simultáneo e inclusivo en todos los ámbitos de la sociedad rural con la participación de los productores en todas sus escalas y el respaldo de instituciones privadas y públicas.
Desarrollo rural es reforzamiento de la propiedad privada, economía abierta, desarrollo social y comunitario, generación de capacidades a los distintos grupos humanos, dotación y mantenimiento de infraestructuras, tecnología, productividad, acceso a electricidad, agua, conectividad y seguridad personal y patrimonial.
Cuando estamos hablando de desarrollo rural nos referimos entonces a un proceso complejo, una vía para crecer económica, social y cultural que descansa en la participación de la población, no se trata de un expresión política estatista, es la conjunción de la acción de empresarios, trabajadores, familias y organizaciones sociales, culturales y educativas. Hoy incluye a más de 3,5 millones de venezolanos, una población cercana a la de Maracaibo, la ciudad más grande del país, igual que Mérida y San Cristóbal juntas, al 70% de los municipios existentes. Y a la población agrupada en asentamientos marginales en las principales ciudades cuya mayoría es de origen rural.
Una de las conclusiones más importantes es que el desarrollo rural es una actividad fundamental de la población que habita en este medio, en sus diversas modalidades, en la agricultura vegetal, forestal y en la animal; además, es la única actividad económica relevante en 10 estados del país y la principal en 17 de ellos.
Por este conjunto de razones es válido que en un momento político álgido como el que estamos viviendo los venezolanos se asuma que existe una gran tarea por ejecutar, que repercute en todas las dimensiones de nuestras vidas. En el desarrollo rural se producen los alimentos que necesitan los habitantes de nuestras ciudades grandes para sobrevivir y se producen una gran variedad de insumos para el desarrollo de amplios sectores dedicados a la transformación, procesamiento, creación de nuevos productos industriales imprescindibles para la supervivencia y expansión de nuestra población.
Cuando abandonamos la idea del desarrollo rural y la gran tarea que implica, estamos confiando en otra manera de vivir, es creer que la generación de actividad económica en el medio rural puede ser sustituida por bienes, productos y mercancías traídas de otros lugares. Descansar en esta manera institucional de crecer y vivir implica dejar nuestra suerte en manos de actividades sustitutas como ha sido hasta ahora la dependencia de la industria petrolera, la única capaz de financiar aquellos requerimientos que no podemos o hemos decidido no desarrollar en nuestro territorio. Responder a nuestras necesidades importando productos como actividad económica fundamental, no produciendo, obteniendo de otros, los bienes que requiere nuestra población, una vía contraria a las posibilidades como estrategia, política y camino institucional para promover el pleno desarrollo de nuestro mundo rural. Un camino abierto que resurge luego de las crisis que afectan el mundo petrolero y la lamentable caída de Pdvsa como gran productor y financista de nuestra economía. Es un mensaje que deben comenzar a divulgar los liderazgos que creen en la libertad y la democracia.
El sector petrolero tiene que reconstruirse a unos costos altísimos que tendremos que abordar a futuro. En este trance, la producción de alimentos propia del mundo rural resurge con todas las posibilidades de representar una nueva esperanza, basada en un concepto distinto de la ruralidad, nunca más como un receptor de población pobre, sin educación, carente de los servicios básicos para equipararse a centros urbanos modernos. Una población vista compasivamente como sujeta y dependiente de prácticas populistas, bolsas CLAP y sus similares. La nueva ruralidad tiene que constituirse como una red institucional incluyente, en la que la creación, la producción, el surgimiento de nuevas capacidades, nuevas formas de administración y financiamiento marquen las pautas. Las instituciones, los modos de hacer y de participar no están muertos, estamos en el umbral de las posibilidades que significa colocar en el centro de nuestros esfuerzo y esperanzas a esa inmensa cantidad de mujeres, hombres, familias, trabajadores, empresarios, científicos, educadores, artistas, con deseos de emprender el camino propicio que constituye el desarrollo rural integral. Por estas razones Cedice invita a participar en esta gran tarea.
Cedice Libertad le invita a un foro chat el 30 de agosto a las 5:00 pm para conversar sobre la Nueva Ruralidad.
El desarrollo rural es fundamental para el desarrollo nacional. Hablemos de las condiciones indispensables e integrales para avanzar. Forma parte de esta conversación. Para participar completa el registro y serás incluido en el grupo WhatsApp en el que tendrá lugar el foro.
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