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Por qué Brasil, México y Argentina son ambivalentes con Rusia

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La mayoría de los gobiernos latinoamericanos, tanto de derecha como de izquierda, han tenido una postura clara sobre la invasión a Ucrania. Las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua se han colocado del lado de Vladimir Putin mientras que países como Chile, Colombia, Ecuador, Perú, Uruguay y otros han condenado la invasión.

Pero los tres gigantes de la región —Argentina, Brasil y México— han reaccionado con ambivalencia, enviando señales mixtas y a veces contradictorias. Detrás de esta reacción hay probablemente varios factores, incluyendo divisiones en los gobiernos y consideraciones económicas. Pero también cierta renuencia a formar parte del mismo bando que Estados Unidos.

En América Latina se sigue viendo un sentimiento antiestadounidense que moldea la política exterior de muchos países.

Comencemos con México. Como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador votó a favor de una resolución que condenó la invasión a Ucrania. Hizo lo mismo en la Organización de Estados Americanos votando dos veces —primero en una declaración y luego una resolución— para condenar la agresión.

Pero a la par de estos votos AMLO ha reiterado en varias ocasiones que México es neutral e incluso ha dicho —pese al voto en la ONU— que su gobierno no está ni a favor ni en contra de la guerra. También se ha negado a condenar directamente a Putin y ha criticado sórdidamente a Biden por enviar más ayuda a Ucrania que a Centroamérica.

Más revelador aún, un grupo de diputados del partido de AMLO participó en la creación —¡en este momento!— de un  «Grupo de Amistad México-Rusia» en el Congreso e invitaron a la ceremonia inaugural al embajador de Moscú, Viktor Koronelli, que felicitó al gobierno de AMLO por no unirse a la coalición que está sancionando a Rusia y «no estar a las órdenes del Tío Sam». ¿Se creó este grupo con la anuencia del presidente? No está claro, pero AMLO no ha marcado distancia con el proyecto ni con las declaraciones del diplomático ruso.

La posición de Argentina sobre Ucrania ha sido aún más ambivalente. En la Asamblea General de la ONU el gobierno de Alberto Fernández votó a favor de condenar a Rusia. Pero al presidente argentino le tomó un tiempo condenar la invasión y en la OEA —antes del voto en la ONU— su gobierno no firmó la declaración criticando la agresión rusa. ¿Por qué Argentina condenó a Moscú en la ONU y no en la OEA? El gobierno nunca dio una explicación pero hace unos días —¡en la misma OEA!— votó a favor de una resolución criticando la invasión. Incluso dentro de la OEA la postura de Argentina ha sido incoherente.

Al igual que México, Brasil también votó en contra de Rusia en el Consejo de Seguridad. Pero este voto contradice casi todo lo que ha hecho y dicho el presidente brasileño fuera de la ONU. Jair Bolsonaro ha reafirmado una y otra vez la neutralidad de Brasil, se ha opuesto a cualquier tipo de sanción y ha criticado al presidente ucraniano, Volodimir Zelenski. Cuando su vicepresidente condenó a Rusia días después de la invasión, Bolsonaro lo desautorizó y dijo que solo él podía opinar sobre la crisis. En la OEA Brasil se abstuvo en las dos votaciones que se han realizado sobre Ucrania, contradiciendo, al igual que Argentina, la postura que el país asumió en la ONU.

¿A qué se debe la ambivalencia de estos países? A una mezcla de razones que varía dependiendo del país. En el caso de Brasil se debe en parte a la afinidad que siente Bolsonaro por Putin. Ambos líderes tienen tendencias autoritarias, ambos cultivan una imagen de hombres machos y fuertes, y ambos tienen una ideología que mezcla el nacionalismo con el conservadurismo cultural.

Pero la ambivalencia brasileña también podría tener una explicación económica. Brasil es una potencia agrícola que importa el 80 por ciento de sus fertilizantes. Alrededor del 20 por ciento de esas importaciones provienen de Rusia. Bolsonaro mismo ha recordado esta dependencia a los fertilizantes cuando habla sobre la guerra en Ucrania y las sanciones a Rusia.

En el caso de México y Argentina el intercambio comercial con Rusia no es tan importante. AMLO y Fernández no tienen una afinidad personal o ideológica con la figura de Putin como la que tiene Bolsonaro. Pero en las fuerzas políticas a las que pertenecen persiste un anacrónico sentimiento antiestadounidense que explica parcialmente la ambivalencia. Este sentimiento no se puede divorciar de la renuencia a ponerse del lado de Washington en cualquier conflicto geopolítico y la propensión a enmarcar la guerra en Ucrania no como una lucha entre Rusia y Ucrania sino una lucha en la que Rusia enfrenta las ambiciones imperiales de Estados Unidos y la OTAN.

Bajo esta perspectiva no importa o importa poco que Rusia haya invadido a una nación soberana en una muestra flagrante de imperialismo; no importa que, a diferencia de Putin, Estados Unidos no tenga la más mínima intención de convertir a Ucrania en una colonia o tratar de anexarla a su territorio; no importa que Ucrania sea una nación independiente con derecho a decidir con qué países aliarse. Todo es visto a través del prisma de un conflicto entre potencias que despoja a los ucranianos de voz y voto, y hasta cierto punto absuelve los crímenes de Putin por la supuesta amenaza que representa para él Estados Unidos y la OTAN.

Es un vergüenza que en el año 2022 sigan habiendo gobernantes latinoamericanos que en nombre de un antiimperialismo infantil que solo aplica a Estados Unidos le den la espalda a un pueblo que está siendo masacrado por una fuerza invasora y hostil.

@alejandrotarre

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