OPINIÓN

Por las buenas

por Oscar Arnal Oscar Arnal

Cuando llegó Juan Vicente Gómez al poder los aristócratas dijeron “es problema de un semestre”. Lo tildaron de “bruto” y todavía uno encuentra gente que dice que Gómez era analfabeta. Yo he leído algunas de sus cartas y siento que son excelentes, especialmente para un hombre de su época y lugar. Gómez demostró dotes gerenciales en el manejo de su finca familiar y en el poder se rodeó de importantes intelectuales. Gobernó 27 años. Hay autores que alaban su obra como Jorge Olavarría y los positivistas que lanzaron la tesis del “Gendarme necesario” o “Cesarismo democrático”. Otros como Mariano Picón Salas señalan que el siglo XX venezolano comenzó a partir de su muerte en 1936.

Con relación a la subestimación de Gómez, en parangón al actual presidente de “hecho”, sucedió lo mismo. Incluso al actual le pusieron un sobrenombre que tiene relación con el animal que tienen como emblema los “demócratas” en Estados Unidos. Maduro es el tercer presidente que de manera ininterrumpida ha gobernado más años en Venezuela. Además, lo ha hecho sin contar con la avalancha de petrodólares que tuvo Chávez y su carisma inmenso. Llegó al poder sin contactos con los medios de comunicación social y los sectores pudientes de la población.

Hoy muchas voces hablan de que la única salida es la de la fuerza, que la vía electoral está agotada. Sin embargo, desde mi punto de vista hay que tratar de evitar por todos los medios un golpe militar. En su ejecución se producen muertes, laceraciones y una gran destrucción. Heridas nacionales que pueden tardar mucho en cicatrizar. Todavía sería mucho peor una intervención militar extranjera al estilo de lo ocurrido en Panamá contra Noriega, que podría plantearse ante una sentencia de la Corte Penal Internacional, tal y como sucedió en Libia.

Hay presidentes a los que la historia reconoce por haber dejado el poder a pesar de que todavía tenían fuerza para sostenerse. Bolívar el padre de la patria marcó la ruta. Una vez que se dio cuenta, que su sueño de la Gran Colombia era insostenible tomó rumbo a Europa, aunque murió en el camino que lo conduciría al barco. Páez, el Centauro de los Llanos, el “Gengis Kan” venezolano, el gigante prócer que trajo en apoteosis los restos del Libertador a Caracas, como había sido el propio deseo de Bolívar; en su autobiografía relata que nunca ha debido gobernar esos dos años, los últimos de la Guerra Federal: “Hubiera preferido morir antes”. Páez se fue por la puerta grande de la historia, como había entrado. Como narra Uslar Pietri en Las lanzas coloradas, Páez fue capaz de sumar a esa inmensa multitud de llaneros, que antes habían abrazado las banderas españolas bajo el liderazgo de José Tomás Boves. Páez firmó el “Tratado de Coche”, la paz que puso fin a la “Guerra Larga”, “Guerra Federal” o “Guerra de los 5 años”. También en sus memorias afirmó que nada era más destructivo que las confrontaciones internas, “El bien mayor es el de la paz”. El sabio Vargas, el rector magnífico de la Universidad Real y Pontificia de Caracas, el albacea del Libertador, el médico que preparó los restos de ese personaje sin parangón en la historia universal que fue Bolívar y presidió la comisión que fue a buscar los restos de Bolívar a Santa Marta, a quien Páez restituye en el poder después de la “Carujada”, al poco tiempo y a sabiendas de lo mucho que podía aportar también en otros campos renunció a la primera magistratura.

José Tadeo Monagas tardó en arrancar de Venezuela, lo que casi le cuesta la vida, lo persiguieron para lincharlo, pero pudo asilarse en la legación francesa. El canciller Urrutia tuvo que dejar el cargo al otorgarle el salvoconducto. Francia e Inglaterra bloquearon las costas venezolanas. Ese inmenso venezolano Fermín Toro, que se negó ante el propio Monagas a volver al parlamento ante el llamado “fusilamiento del Congreso”: “Fermín Toro no va porque Fermín Toro no se prostituye” ratificó el salvoconducto y así la patria con la salida de Monagas volvió a la paz, que interrumpieron de manera frecuente los caudillos con sus revoluciones. Guzmán Blanco, “el Ilustre Americano”, “el autócrata civilizador”, en el tiempo que se denominó “la adoración o adulación perpetua”, que había gobernado un quinquenio, se había ido a París, había después de dos años gobernado un septenio, y había vuelto para gobernar con la Constitución Helvética que había impuesto, cuando se percató de que el derribo de sus estatuas, como las que hoy se han derribado de Chávez, no era una banalidad, le dijo a su esposa descendiente directa de los Ibarra edecanes del Libertador: “Ana Teresa, nos vamos porque las gallinas están cantando como gallos”. Tomó sus “corotos” y se fue para siempre a gozar de París, “la Ciudad Luz”, que inspiró a tantas otras ciudades incluida Washington. Joaquín Crespo, después de su segundo mandato, cometió el fraude electoral contra el carismático Mocho Hernández para dejar en el poder a su segundón Ignacio Andrade, al poco tiempo estallaron las revueltas, siendo abatido en la Mata Carmelera. La gente entonces decía “Por fin el Mocho mató a Joaquín”. El mismo general Ignacio Andrade, ya sin Crespo y ante el avance de Cipriano Castro, que al comienzo de su periplo con los “60” había incluso huido hacia adelante, decidió no confrontar a los que nunca habían gobernado y venían de las montañas andinas, que siempre habían sido marginadas y gobernadas por los capitalinos.

Hay importantes historiadores que explican que Gómez en vez de dejar a alguno de sus hijos en el poder, le pasó de alguna manera la batuta a “López Contreras”, quien acuñó la frase “calma y cordura”. López Contreras se eleva en el firmamento de la historia debido a que había sido designado para gobernar un periodo de siete años y sin embargo el Congreso gomecista que le obedecía, aquel ante el que se presentó Betancourt y afirmó que lo hacía “con el pañuelo en la nariz”, acortó el periodo a cinco años y estableció la no reelección inmediata que también se aplicaba a él mismo. El caso de Medina es emblemático. Se fue, como él mismo ha señalado, para evitar un derramamiento de sangre. El juicio de Medina ante la historia crece en el horizonte por su talante de presidente que se abrió a la legalización de los partidos, sin además pretender cambiar la Constitución para perpetuarse. Le faltó poco para concluir su mandato. Cometió el grave error de que cuando todos los venezolanos querían elegir al próximo presidente por elecciones universales, directas y secretas, se aferró a que lo hiciera el Congreso que dominaban sus partidarios. Además, el candidato de consenso Diógenes Escalante, “el pasajero de Truman”, quien “sabía mucho”, según sus propios familiares se comió algo que lo desestabilizó e inhabilitó. Existen historiadores que también señalan que la alianza de Medina con los comunistas en la alborada de la guerra fría y la exigencia a las petroleras del mitad y mitad (fifty fifty) fue el motivo de su derrocamiento. Lo cierto, en el supuesto de que esa tesis sea la correcta, “el tiro les salió por la culata”. Betancourt había sido el secretario de organización del Partido Comunista en Costa Rica y los adecos al llegar al poder declararon “la segunda independencia”, profundizaron la política petrolera de Medina. De igual manera, al llegar al poder Rafael Caldera, quien lideraba el partido Demócrata Cristiano, corriente de centro derecha a nivel mundial, y a quien sus adversarios habían acusado de “retoño póstumo del gomecismo” ubicándolo en la extrema derecha, denunció el “tratado de la nación más favorecida” con el que se nos hacía difícil establecer relaciones ganar-ganar con otros países y especialmente con países hermanos.

Pérez Jiménez, al que alguno de sus acólitos llamó “el general intumbable”, supo salir a tiempo, le habían dicho que “cabeza no retoña”, se montó en la “Vaca Sagrada” para después de otras vicisitudes terminar en Madrid en medio de una vida plácida, dando entrevistas, leyendo, escribiendo y visitando de manera regular el Parque del Retiro”.

Rómulo Betancourt, quien era un autodidacta, y tal como Maduro no pudo terminar la universidad, al llegar al poder como presidente de hecho en 1945, el primer decreto que dictó señaló que ninguno de los miembros de la junta cívico militar que constituyeron la “Revolución de Octubre” podía optar a la presidencia en el periodo siguiente. Lo denominaron “el decreto harakiri”, debido a que Betancourt era el indicado por la providencia para continuar en el poder y darle estabilidad al país. Una década después de haber dejado el mando, Betancourt fue el primer presidente constitucional de la llamada “República Civil”. Gobernó Leoni, lo siguió el presidente Caldera (con la “P” mayúscula de presidente) y Betancourt volvió de Europa, la alta cúpula adeca pensó que nadie le quitaría la candidatura. Betancourt recorrió Venezuela intensamente y se percató de que su partido estaba muy animado con la candidatura del secretario general Carlos Andrés Pérez, quien como buen andino y recordando lo que Gómez le hizo a Castro, le ofreció el apoyo incondicional. Sucedió lo impensable, Rómulo dejó a Carlos Andrés como candidato. Renée Hartmann, una mujer culta, pero con grandes agallas se fue del lecho conyugal, para volver pronto a sabiendas de que estaba ante un hombre inmortal. Rómulo, un profundo conocedor de la historia, sabía aquello “de que segundas partes nunca fueron buenas” y en su caso hubiera sido la tercera. En el segundo mandato de Carlos Andrés Pérez, un parlamento y una Corte Suprema adeco-copeyana, lo echó del poder. Ha podido sobornar a sendos magistrados de esa Corte o producir un autogolpe con su Alto Mando Militar. Allí recordando a Páez, ante el triunfo de la “Rebelión de los náufragos”, dijo que “habría preferido otra muerte”. El expresidente Luis Herrera, ejerciendo años más tarde la presidencia de Copei, ha podido como máximo y respetado líder del partido verde optar a la presidencia, pero no cayó en esa tentación. Siguió siendo el mismo hombre sencillo de siempre, “excomulgado” por uno de los grandes medios de comunicación.

Los sabios griegos ya estaban convencidos de lo nefasto que es que alguien se perpetúe en el poder. En Grecia el dictador Pisístrato abrió el camino a la alternancia y la democracia. Mucho más tarde nuestro padre Bolívar en un momento estelar, inspirado en la ilustración, en su discurso ante el Congreso de Angostura señaló: “nada es más peligroso que alguien permanezca de manera indefinida en el poder, el que permanece se acostumbra a mandar, el pueblo se acostumbra a obedecer, de donde surge la usurpación y la tiranía”. Lord Acton prestigioso filósofo y político inglés dijo en la misma dirección: “El poder corrompe, el poder absoluto corrompe absolutamente”…

En días pasados visité el Museo Bolivariano, en la exposición tenían sendos libros del propio Libertador, uno de ellos de ese genio inspirador de la Revolución francesa que fue el barón de Montesquieu, su tesis será siempre como una cláusula pétrea: “La única manera de frenar un poder fuerte es con otro de su misma dimensión y proporción”… “Para evitar la usurpación y que existan poderes muy fuertes, hay que dividir el poder mismo, todo lo que sea necesario”. Los anglosajones resumieron esto en una frase: “check and balance”. Control permanente y simultáneo, equilibrio y balance de poderes. La idea de que en Venezuela se aumentaron de tres a cinco los poderes fue muy acertada, lo que es derecho vigente, aunque ineficaz de acuerdo con la sentencia que acaba de salir del Tribunal Supremo de Justicia. Bolívar propuso que para que el parlamento pudiera extremar su papel fiscalizador debía haber una Cámara específicamente de “Contralores”. De manera que el Congreso debía ser tricameral, inspirándose en las ideas de Montesquieu. Para Bolívar el Senado debía ser un cuerpo aristocrático, donde estuvieran los mejores y los hombres de más alta moral.

Siempre, pero especialmente cuando alguien tiene poder debe responder las grandes preguntas filosóficas. “¿Por qué estoy aquí?”, “¿Adónde voy?”, “¿De dónde vengo?” ¿Qué debo hacer y cuál es el deber ser? ¿Dónde está la verdad?…En el Antiguo Testamento y en la Torá está escrito que Dios le concedería al Rey Salomón lo que le pidiera, el hijo del Rey David le señaló: dame un corazón justo y sabio para gobernar a mi pueblo. Miguel de Cervantes, “el manco de Lepanto”, el escritor del Quijote, inspirado en el relato bíblico después de nombrar gobernador a Sancho en la isla de Barataria, le concede lo que Dios al Rey Salomón. Desde el punto de vista teológico la vida y el poder son para servir a los demás, no para servirnos a nosotros mismos. Los griegos también dijeron que la felicidad estaba en el actuar conforme a las convicciones morales, a la verdad, al deber ser y al amar a los demás, incluyendo a los enemigos. Los bandidos también aman a sus hijos, por lo que hay que ir mucho más allá.

Henry Kissinger, ese niño expósito que estudió en Harvard y que llegó a ser el secretario de Estado de Richard Nixon (como es Blinken hoy de Biden), fue el artífice de ese maravilloso encuentro entre los presidentes Mao y Nixon. El diálogo como razón de Estado es una necesidad. Hay muchos que critican que el presidente de Estados Unidos se reúna con Putin, con el presidente Xi de China o con el de Corea del Norte. Sin embargo, el diálogo razonable y razonado es un imperativo necesario.

El reto que tenemos los venezolanos y el mundo en general también es buscarle solución al problema que se ha creado con las elecciones. Personalmente, el día de los comicios estaba en un centro donde se había montado un operativo, como siempre se hace en materia electoral, de conteo rápido o “quick count”. Temprano en la noche ya teníamos los resultados, los mismos coincidían con la gran mayoría de las encuestas, algunas de ellas publicadas días antes en el New York Times. También habíamos recibido los cómputos de un par de organizaciones que habían hecho, tal cual y siempre se realizan en todo el mundo, las encuestas a boca de urna conocidas como exit polls. Todo ratificó los resultados: 30% para el señor Maduro y 67% para el diplomático Edmundo González, quien había servido durante el gobierno de Chávez alrededor de dos años como embajador en Argentina.

Esta profunda crisis nacional hay que transformarla en una gran oportunidad. Una salida sería convocar, como se ha hecho en momentos parecidos, a una “Constituyente”, figura que está establecida en la propia Constitución y que puede asumir transitoriamente el poder. Para lograr equilibrar la representación, no sólo debería apelarse en la elección a un sistema de profunda representación proporcional de las minorías. Además de apelar a la figura histórica de “los designados (por sus conocimientos)” que quedarían nombrados en las bases constituyentes y que podrían ser 20% de los constituyentistas, en el entendido de que necesitamos para la constituyente un equilibrio y eso que llaman los constitucionalistas “un momento cooperativo”. Con el 20% y un 30% duro de los votos demostrados en los comicios por el oficialismo se procura un fifty-fifty o 50 y 50 buscando la equidad.

Ese gran demócrata cristiano que fue Luis Alberto Machado, y que escribió La revolución de la inteligencia, habló de China como “el gigante dormido”. Hace unas décadas el gigante comenzó a despertar, y Maduro y Diosdado les podrían ser de mucha utilidad. No saboreando los lujos asiáticos que se tienen como los más exquisitos, sino ayudándoles a entender con más profundidad el mal llamado “patio trasero de Estados Unidos”. El tiempo, como decían los griegos, “tiene alas en los pies”…

@OscarArnal

oscar.arnaln@gmail.com