Milito activamente en las filas de la oposición desde que me integré a la Coordinadora Democrática. Sin más recompensa que la conciencia del deber cumplido. Y lucho por darle fuerza y coherencia, desde entonces, a un polo opositor alternativo que siempre ha dominado en las filas políticas venezolanas: el socialismo de todo matiz y procedencia, infiltrado por el marxismo leninismo, el castrismo y el populismo socialdemócrata y socialcristiano que han dominado en los grupos opositores herederos de la hegemonía dominante en Venezuela desde el 23 de enero de 1958, dándoles una clara tendencia izquierdista.
Obviamente, mi participación no ha tenido otro propósito que coadyuvar a la formación de una corriente política de naturaleza expresamente alternativa, liberal, progresista y democrática, inserta en las tendencia progresistas de la economía global, eminentemente crítica al socialismo y definitivamente escorada hacia el nacimiento de tendencias liberales, que jamás encontrarán acogida en nuestro país. Dotado, por perversa definición de la naturaleza, de un capitalismo de Estado, estatólatra y estatista, antiliberal, conservador, mercantilista y reaccionario por antonomasia. Dictatorial o democrático, según las fuerzas dominantes, como se ha demostrado desde la dictadura de Juan Vicente Gómez. Todas dominadas, desde Cipriano Castro, por el ogro filantrópico del llamado Estado mágico.
Enquistado en Copei y sus derivaciones desde su fundación bajo la figura de Rafael Caldera y en Acción Democrática y las suyas desde fines del siglo pasado bajo la figura del caudillo monaguense Alfaro Ucero. Y sin la menor duda, culpable en primer grado tanto del fracaso sufrido por los importantes intentos por desarrollar un capitalismo liberal en Venezuela bajo los esfuerzos del segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez y su brillante equipo económico, así como de su defenestración, acompañada del asalto al poder vacante por el golpismo de toda condición y la deriva totalitaria empeñada por el castro comunismo por ellos favorecido, esa naturaleza estatista, populista y reaccionaria no ha dejado jamás de determinar el comportamiento político de aquel sector que ha asumido el rol de oposición oficial al gobierno dictatorial enquistado desde 1998 en Venezuela.
Poco importa si en los tradicionales partidos –desde el PCV hasta el MIR y desde el MAS hasta Copei y AD– o en los recién surgidos –desde PJ hasta VP y desde UNT hasta AP– en todos ellos han primado las tendencias socialistas. Desde el año 2000 hasta 2018 bajo las viejas dirigencias de siempre. Desde 2019 en adelante, bajo la conducción de Voluntad Popular y hoy en el gobierno interino de Juan Guaidó. La izquierda socialista ha predominado, bajo el alero del castrocomunismo golpista imperante, conduciendo este perverso proceso de desmantelamiento y devastación de la República y de montaje de esta sexta república de convivencia. Una docena de nombres, que van de Henry Ramos Allup a Juan Guaidó, incluidos Julio Borges y Leopoldo López, pueden ser señalados como los principales culpables de este insólito proceso de destrucción de la república. Sin su abierta o solapada colaboración, el castrocomunismo no hubiera podido entronizarse como lo ha hecho. Son tanto o más culpables de nuestra tragedia.
La miopía, el cortoplacismo y las devoradoras ambiciones personales han impedido que en estos veinte años de crisis y destrucción de nuestra institucionalidad democrática hayan podido surgir y establecerse grupos de acción política alternativos, definitivamente antisocialistas y liberales. En una palabra, odiada por lo demás por la Venezuela estatista y clientelar, que surgiera por primera vez en su historia moderna una derecha venezolana. La gran carencia político ideológica de nuestra hegemonía.
Me honra haber acompañado los más importantes esfuerzos por darle perfil a ese anhelo nacional. En 2006, a raíz del importante fenómeno abstencionista que se expresara en las elecciones del 2 de diciembre de 2005, en más de 80% de rechazo al fraude electoral, sin que ningún sector político osara asumir su responsabilidad vinculante con tal extraordinaria señal de rechazo popular al régimen de Hugo Chávez, constituimos con un importante grupo de personalidades el que llamáramos Grupo 2D. Lo constituíamos, entre otros, Marcel Granier, Rafael Alfonzo, Ricardo Zuloaga, Agustín Berríos, Luis Enrique Oberto, Manuel Felipe Sierra y quien esto escribe. Produjimos un manifiesto fundacional publicado in extenso en los más importantes medios nacionales y realizamos algunos encuentros públicos con gran éxito e inusitadas resonancias. Era, en efecto, el promisorio inicio de una derecha venezolana que debió haber participado en todas las luchas sociales y políticas por venir.
Por desgracia, ninguno de sus miembros tenía la vocación política como para emprender la formación y desarrollo de una organización política activa y fuera capaz de entregarse a la lucha por el poder en Venezuela. Ni encontramos la menor comprensión en quienes perseguían un proyecto semejante y, obnubilados por sus propias ambiciones, no fueron capaces de comprender la importancia de un grupo de esa calidad y naturaleza.
Ante el lamentable fracaso del M2D, algunos intelectuales y académicos constituimos luego un grupo de discusión y opinión de gran valía, aunque autolimitado a un papel meramente comunicativo. Lo formábamos Miguel Henrique Otero, Simón Alberto Consalvi, José Rafael Revenga, Elías Pino Iturrieta, Ana Julia Jatar, Parzifal de Sola, Pablo Medina, Elsa Cardozo, Rosario San Miguel, Perkins Rocha y yo. También aportamos a la discusión política con algunos documentos, sin otra intención que contribuir al esclarecimiento de la grave situación que hemos enfrentado en todos esos años.
Y en paralelo respaldamos desde el año 2010 al alcalde metropolitano Antonio Ledezma, dándole forma a un muy importante y relevante grupo asesor, del que formamos parte Fernando Gerbasi, Trino Márquez, Milos Alcalay, Agustín Berríos, Pompeyo Márquez, Gonzalo García Ordóñez, Héctor Urgelles, Carlos J. Blanco, Gustavo López, Helen Fernández y Aníbal Franquiz.
De todos los mencionados, una gran mayoría pudo y podría integrarse a la configuración de una organización opositora alternativa. Sumados a quienes siguen el liderazgo de María Corina Machado en su partido Vente y en la plataforma pluripartidista Soy Venezuela. Pienso en personalidades de la sociedad civil con un destacado perfil en las redes sociales, como Juan Carlos Sosa Azpúrua, Erik del Búfalo y Ángel García Banchs. Y destacadas figuras de la política y el derecho, como Blanca Rosa Mármol de León, Enrique Colmenares Finol y Luis Manuel Aguana.
¿No es posible que todos ellos, bajo el liderazgo de Antonio Ledezma, Diego Arria, María Corina Machado, entre tantas destacadas figuras nacionales, constituyan ese polo opositor alternativo que reclamamos? ¿Y el país, por fin, disponga de una dirección política y una guía cultural ajena a las viejas y trajinadas ideologías del fracaso?
Es nuestra apuesta y nuestro desafío. Debiéramos proceder cuanto antes, para ir despejando el camino hacia el futuro.