Los escarceos incoherentes en el modo de hacer política de la «oposición» al régimen de Nicolás Maduro la tienen a la vez timorata tanto como disgregada: plenamente descolocada, turbia. El extravío del rumbo le ha hecho perder cada vez más la vinculación con los ciudadanos que ignoran hacia donde son guiados, y tontos no son.

¿Qué cambió de diciembre a esta parte? Las elecciones del Parlamento fueron desconocidas por las mismas razones, incrementadas ahora, que son fraudulentas estas que pautaron desde Miraflores para el próximo noviembre. Si quieren alguna clarificación, solo escuchen el audio reciente del señor embajador de Estados Unidos para Venezuela, James Story. Para él no existe reconocimiento a la Asamblea Nacional ni al Consejo Nacional Electoral acudiendo a las elecciones. ¿Quién los eligió y quién los designó? Su argumento en ese sentido resulta endeble: porque hay en ese CNE del fraude algunos dos miembros que patalean por mejorar en algo las condiciones. ¿De eso no trataba el evidente fracaso mexicano? ¿No era brindar condiciones para elecciones libres, en principio? En lo que sí resulta altamente convincente el diplomático de Estados Unidos es en la mención de presos políticos, partidos y líderes inhabilitados, represión, falta de acceso a los medios. Para concluir, en sabias palabras definitorias del supuesto proceso electoral: «No es una elección libre ni justa». Y agrega: «Es obvio que el juego no es limpio».

¿Qué se hace hasta en un juego de chapitas o de pelotitas de goma, o una caimanera, cuando el juego no es limpio? Retirarse con pelota y todo. Botar tierrita. Al menos así es aquí. Denunciar al árbitro es una primera opción. Descalificar al oponente tramposo es la otra subsecuente. Y recoger los bártulos hasta que haya la posibilidad de rearmar la trama con condiciones. ¿A eso apunta James Story en su planteamiento? Ya observamos la intervención de varios parlamentos del mundo exigiendo que en México se vuelva a los temas centrales sin desviaciones. Esto significa que hay malestar por el alargamiento injustificado de una solución pronta. El propio Story amenazó con la posibilidad de más sanciones tras exigirle seriedad al régimen de Maduro. Duros términos para una embajada poderosa.

¿No retomaría un sendero más acorde con la realidad política actual el retiro en pleno de los llamados partidos opositores que «juegan» con el régimen o con los que el régimen «juega»? No se aprecia otra opción en el encallejonamiento al que la misma «oposición» ha derivado. Hablan de unidad. Y chantajean con la palabra mágica e inexistente, más ahora. Pues el retiro de ese evento que elecciones no son, ni libres, ni justas, no proporcionadas, le daría un aire que buena falta le hace a los factores «opositores». Significaría volver a (o)poner las cosas en su lugar: allá la tiranía, acá los demócratas. Y no esa juntura incomprensible, además de inaceptable y blandengue de la cohabitación con el enemigo, sí, el enemigo criminal al que no hay que darle espacio ni ventilación alguna, del mismo modo que no dan ellos aire para respirar. Lo dicen claramente los más se seis millones de compatriotas que buscan alguna paz o algún refugio en algún lado del mundo. Lo dicen las condiciones inhumanas de subsistencia de quienes permanecemos acá.

Si la «oposición» de veras desea seguir enfrentando al régimen que habla del Esequibo y de la necesidad de ayuda humanitaria en México, desmarcarse de las supuestas elecciones que no son transparentes ni limpias en modo alguno es una salida que permitiría la recuperación de la dignidad opositora y un atisbo de la unidad extraviada. Aquella, por ejemplo, aleccionadora, de 2015, la del 16 de julio de 2017 (donde se solicitaban ya elecciones libres por más de 7 millones de conciudadanos), o la de la jura contra la usurpación. Seguir allí refocilándose en la tramposería, a expensas de las fauces del régimen, es desvariar. Muy mal momento para seguir en ello.


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