Por aquellos días inhóspitos
de terco encono contra quienes
nos proclamábamos distintos
y arrastrábamos nuestras
polvorientas sandalias de
extraños hippies
al fragor de músicas aladas
de Rare Earth y Concert for Bangladesh
y nos extasiábamos con un largo
y prolongado solo de guitarra del
atolondrado Hendrix
Por aquellos días de fiesta interminable
nuestras cabezas ácidas y calientes
no tenían mensura
y cada cabeza era un mundo sin
fronteras
sin banderas
Por supuesto, la paz no era posible
pero insistíamos en la incansable
persistencia de querer alcanzarla
al través del terco amor
insobornable amor que contaba
dulcísimas amarguras
adolescentes juveniles
Entonces el amargo Ajenjo de aquellos
días de utópicas
bohemias
destilaba un néctar que hacía palidecer mon Everest.
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