OPINIÓN

Populismo y autoestima

por José Tomás Esteves Arria José Tomás Esteves Arria

Cuando alguien acude al médico, o le requiere a un ingeniero que le construya un edificio, no desea que sea blanco bonito, feo, o mal presentado, simplemente quiere que sea experto en su oficio. Ahora bien, al parecer las masas para elegir a alguien presidente, tiene que ser alguien que venga de abajo, como si venir de abajo fuera una virtud o una gran capacidad para ejercer la primera magistratura de una nación.

El gran origen, o el auténtico para ser más preciso, del populismo es la baja autoestima que tienen las masas, y creen en un redentor que las va a sacar de su pobreza. Aparentemente, a pesar de que ven diariamente, a inmigrantes que llegaron pobres a ciertos países, y luego a punto de trabajo y ahorro prosperan, no creen que la voluntad de trabajo y la auto-disciplina generan la riqueza. ¡Entonces, alguien debe quitarle algo a otro para darle a los más pobres!

El populismo arrancó con el general Juan Domingo Perón y su segunda esposa, Evita Duarte, artista de segunda categoría, pero hija ilegítima de un hacendado, y quien disfrutó humillando a las clases medias y altas de la nación sureña. En una ocasión, el general Perón ordenó a sus adeptos destruir el Jockey Club, lugar de encuentro de gente encopetada en Buenos Aíres. La Fundación Eva Perón, repartió hasta casas amobladas a muchos de los descamisados, y así cimentó para la eternidad el prestigio de esta dama. Una caridad ejercida con dinero ajeno.

En Perú, Fujimori fue representante de esa pequeña clase media peruana, que echó adelante con grandes esfuerzos. Le ganó en elecciones al estirado escritor Mario Vargas Llosa. En los actuales momentos, es presidente un tal Pedro Castillo, semi-alfabeto, que da hasta risa con su sombrero, ya ha metido la pata en varias ocasiones. Recuerdo que Hernando de Soto, a quien Vargas Llosa criticaba por su “coqueto” “de” agregado en su apellido que lo transformó en el nombre que tenía un conquistador español. Quizá eso le hizo perder votos en la contienda electoral.

En nuestro país Venezuela, naturalmente Chávez cautivó a las masas venezolanas con su vulgaridad, fealdad personal y agresividad contra aquel que osaba contradecirlo. Durante los años de la democracia civil, siempre se hacía énfasis en que el origen del candidato era de clase media humilde, se llamara éste, Rómulo Betancourt, Raúl Leoni (sus padres tenían fortuna, pero él disimulaba eso), Rafael Caldera, Carlos Andrés Pérez, y paremos de contar. Diego Arria nunca tuvo suerte como candidato por su atractivo, y sus gustos por la buena vida y los ambientes diplomáticos.

Ahora en Colombia, Gustavo Petro ha exhibido a una afrocolombiana para contrapesar una excelente candidata altamente preparada pero que viene de la clase media inferior de Cali. No es la lucha de programas, proyectos, planes sino de ver quién adula más al pueblo. Al parecer, los colombianos están hartos de que los manden colombianos muy blancos, cachacos (de Bogotá) de apellidos sonoros como López Michelsen, Restrepo, Uribe, Arciniegas, Londoño, Santos, etc. De acuerdo con el libro Macroeconomía del populismo, Colombia había sido uno de los pocos países que habían escapado al populismo. “Colombia no ha tenido políticas macroeconómicas populistas en este siglo, y los grupos políticos de agendas populistas no han ganado jamás la Presidencia ni han podido obtener minorías importantes en el Congreso”. Todo esto está a punto de acabarse, gracias a Santos que perdonó a los guerrilleros y les dio hasta puestos en el Congreso sin haberlos conseguido con votos.

¿Pero qué diablos ha hecho malo el presidente Duque?

1) Ha dejado a Colombia con la menor tasa de pobreza desde que se calcula allá;

2) matricula gratis en la educación superior a los de bajos estratos sociales;

3) es el presidente que más ha aumentado en términos reales el salario mínimo;

4) ha protagonizado la mayor entrega de títulos de propiedad rural en la historia de Colombia;

5) se va dejando la mejor tasa de crecimiento económico;

6) y, por si fuera poco, todo esto, deja la mayor red de protección social en la historia de Colombia con once millones de familias que reciben transferencias económicas.

Los chilenos han votado equivocadamente por un estudiante fracasado pero experto en sacar multitudes a las calles, hartos de blancos con apellidos vasco-castellanos como Undurraga, o ingleses como Edwards, y lo montan en el Palacio de la Moneda. Gracias a Dios, ya su popularidad va a la deriva. Pero existe la espada de Damocles de la Asamblea Constituyente que tiene el mismo libreto que la que hizo Chávez en Venezuela.

En el altiplano boliviano, Evo Morales indio de pura cepa, y representante de los cocaleros, maneja ese país como le da la gana. Es falso que sea el primer indígena que llega a la presidencia de un país latinoamericano, en México tenemos la figura de Benito Juárez, quien fue primero presidente de la Corte Suprema, posteriormente presidente de la República y finalmente se embarcó en esa guerra contra los franceses para rescatar su gobierno.

Los propios Estados Unidos no ha escapado a la moda, Kamala Harris, quien ya ha demostrado su poca efectividad, más una serie de altos funcionarios, que provienen de minorías para no irritar o molestar de más a la pésima autoestima que tienen o exhiben los afroamericanos y los hispanos o latinos. La inflación en el país del norte es el mejor indicativo del fracaso que ya ostenta el católico Biden en su manejo de la economía.