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Populismo de circuito cerrado

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El presente siglo ha sido el de una extrema realización del populismo en Venezuela, mientras hubo instituciones de las cuales abusar, recursos que despilfarrar y masas disponibles al galope de un verbo giratorio, trilladísima la expectativa de una automática y completa redención social. De nada ha servido el voluntarismo de cuño guevarista ante la evidencia del fracaso e inviabilidad del socialismo, en los términos de un modelo inexplicado desde sus propios orígenes, propulsado con mayor ímpetu después del consabido paro petrolero, sobre los hombros de una demagogia grosera y descarada.

Una somera revisión de la bibliografía existente sobre el populismo, por lo demás, tan extensa como agotada, revela que no hay las condiciones mínimas objetivas, reales y palpables, para darle continuidad a una experiencia ya consumada en la Venezuela que reclama las más amplias libertades, incluyendo las de mercado, con reivindicación de la democracia liberal tal como universalmente se le entiende. No obstante, faltando imaginación, persisten las promesas de siempre, con el candidato oficialista que apuesta a una monumental distracción del electorado, intentando restarle memoria y compromiso al 28 de julio, aunque todo indica lo contrario encaminados a la victoria contundente de Edmundo González de un comedimiento que es presagio y pertinencia.

Resulta insuficiente la censura, persecución y represión, tanto como los reales, para atajar una situación que choca contra el más común de los sentidos, o las ineludibles lecciones y máximas a las que arribamos tras una prolongada y amarga experiencia excesivamente compartida. La cada vez más reducida minoría pro-oficialista también exige razones que, además, las encuentra vivas en la Constitución de la República; específicamente, en su artículo 228, por lo que deduce inmediatamente que no hay necesidad de la suscripción del reciente acuerdo, pacto o contrato de adhesión que los aspirantes presidenciales celebraron en el CNE, cuando el gobierno mismo ha incumplido el Acuerdo de Barbados, como lo manifestó González (https://x.com/AlbertoRodNews/status/1803570323318542350): ¿acaso, no tiene límites fingir una división de los órganos del Poder Público?, ¿quién dijo de una inmensa capacidad histriónica?

La creciente demanda de una racionalidad sustentable y definitivamente ciudadana, como proeza antipopulista, se hace sentir naturalmente en la sociedad civil, por ejemplo, al alegar que el TSJ ha sido indiferente ante el recurso interpuesto para que las autoridades interventoras de la Universidad Simón aprueben el reglamento a fin de realizar las elecciones rectorales pendientes  (https://x.com/bscharifker/status/1803850553992044550). Por cierto, significativo, la más alta instancia judicial que ha de servir como el exacto domicilio de la razón y verdad republicana y procesal, sufre de un acusado sesgo argumentativo probado hace poco en un excelente artículo académico de Tulio Álvarez (https://revistas.uam.es/ria/article/view/19447/17263).

El socialismo desigualitario y desigualador que agigantó al Estado, convirtiéndolo en un mastodonte torpe e ineficaz, gozando literalmente de la más colosal bonanza en toda la historia rentística del país para luego lanzar fuera del territorio nacional a 8 millones de paisanos, apela obstinadamente a un populismo inercial, languideciente y fantasmal de circuito cerrado. Esta vez, ni siquiera se cotizan los libretos en los circuitos gubernamentales, sabiéndose todos en un extraordinario escenario circense irremediablemente al descubierto, cual final de la película The Truman Show de Peter Weir (1998).

@luisbarraganj

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