Pompeyo Márquez salió de su natal Ciudad Bolívar pletórico de inquietudes. Ese fornido muchacho ya mostraba sus habilidades políticas en la plenitud de su adolescencia, cuestionando la tiranía de Juan Vicente Gómez. Posteriormente enarboló las banderas del Partido Comunista de Venezuela y tuvo un rol estelar en la lucha de la resistencia contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Dejó para la posteridad su emblemático seudónimo del temible Santos Yorme. Formó parte de aquella oleada de jóvenes que llegaron a creer que sus objetivos políticos serian conquistados desde las montañas, selvas y llanuras, a dónde fueron a emprender sus aventuras guerrilleras. El Pompeyo impetuoso, pero siempre reflexivo, repensó sus andanzas y decidió pasar la página de ese capítulo insurreccional antes de que concluyera la década de los sesenta.
En ese camino de evolución y rectificaciones se convirtió en el artesano de un nuevo partido político, fue así que junto a su inseparable compañero de sueños, Teodoro Petkoff, echó las bases del MAS -Movimiento al Socialismo-, agrupación de la que se separó, en medio de una inmensa nostalgia, una vez que la directiva de dicha organización decidiera respaldar la opción de Hugo Chávez para el proceso eleccionario de diciembre de 1998. El tiempo, juez implacable, ha demostrado que tanto él como Teodoro, tuvieron razón en aquella convención en la que advirtieron de los riesgos que correría la república, si sus riendas llegaran a caer en manos de semejante impostor.
Hoy evocamos al Pompeyo valiente y aguerrido. Al Pompeyo promotor de la unidad, tal como lo hizo en aquella década azarosa en que los líderes de los más variados partidos clandestinos, eran perseguidos por los esbirros al mando de Pedro Estrada. Recordamos los ejemplos de persuasión para superar desencuentros y dominar sentimientos revanchistas, para que fuera posible mantener activo el combate que hizo posible el glorioso acontecimiento libertario del 23 de enero de 1958.
Fue amplio, alérgico al sectarismo, pero sobre todo un verdadero patriota. Su único interés era servirle a su país. Por eso no tuvo empachos ni complejos en colaborar con diferentes gobiernos formando parte de la Comisión Presidencial para la Reforma del Estado (Copre) surgida en el gobierno de Jaime Lusinchi. En 1989 fue incorporado, por designación de Carlos Andrés Pérez, como miembro de la Comisión Presidencial para Asuntos Fronterizos Colombo-Venezolano (Copaf) presidida por Ramón J. Velásquez. En el segundo período del presidente Rafael Caldera asumió el papel de ministro de estado y se aferró a su gran sueño de fundar Ciudad Sucre con la idea de poblar la zona fronteriza del municipio Páez, en el estado Apure.
Hoy tenemos viva su imagen y clara su voz dictando pautas para que igualmente nos uniéramos para detener este deslave tiránico chavomadurista. Vivo su ejemplo de ciudadano corajudo que no vaciló en arriesgar su vida, sí era preciso, para darle vida a la libertad de su amada Venezuela. ¡Viva su audacia para emprender una fuga espectacular desde el Cuartel San Carlos! Vivo su ejemplo de honestidad a toda prueba. ¡Viva su grandeza de alma que no olvidaremos jamás! ¡Viva esa sonrisa con la que me recibía con Antonio, junto a su inseparable Yajaira en su humilde morada caraqueña! ¡Con cuánta admiración VIVE entre nosotros!