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Políticos paralíticos

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La actualidad en Venezuela es activa y dinámica, se puede comparar con un camaleón gracias a esa capacidad de adaptarse y transformarse según lo que sea trending topic en las diferentes redes sociales.

En un mismo día se puede estar hablando sobre deportaciones, bragas anaranjadas, lo pertinente o no de estas exposiciones públicas y al mismo momento horrorizarnos y escandalizarnos al ver en video cómo un desadaptado le propina una patada casi mortal a un pequeño perro de una adolescente solo porque el canino le ladró.

Y así se nos va la vida en un país que poco a poco se fue adaptando a una realidad incómoda, este proceso de adaptación es necesario. No importa si estas a 8.473 kilómetros de distancia, el país sigue doliendo, da igual si estás allí o en el exilio.

Gracias a las mismas redes sociales comienzas a darte cuenta que de repente y como por obra de magia disminuyen o se desaparecen las colas para surtir combustible, comienzan a aparecer las marcas hasta hace poco desaparecidas en los nuevos bodegones y hasta se escuchan gaitas como presagio de la cercanía de la Navidad. Hay reseñas de personas que regresan y también de otras que siguen saliendo cada día. ¡Sálvese quien pueda! parece ser la premisa.

La sociedad civil debe seguir viviendo, enfocada ya en la supervivencia de su grupo familiar y de sus afectos más cercanos. En las mismas redes sociales se exponen y te venden, según el perfil que estés viendo, una vida de alegría, fiestas y nuevos emprendimientos, como se le suele decir, y por otros usuarios te das cuenta de que la “mejoría” es proporcional al drama que viven las personas en los centros de salud o en la infinidad de campañas de recolección de fondos para tratar enfermedades que por derecho humano deberían ser cubiertas por el Estado venezolano.

Los estados de WhatsApp, las actualizaciones en Instagram, Facebook y hasta TikTok están llenas de mensajes de personas buscando fondos para sus familiares y amigos. La solidaridad abunda y el país se vuelca en brindar apoyo a quienes defienden su derecho a vivir.

Otras tantas comunidades se organizan y mantienen activas las protestas en las calles por el derecho a obtener servicios básicos como la energía eléctrica y el gas, entre otras exigencias que se generan a diario y así lo reflejan los datos del Observatorio Venezolano de Conflictividad Social, que registró 3.393 protestas durante el primer semestre de 2021, lo que equivale a un promedio de 19 protestas diarias.

En paralelo, los partidos políticos se activaron para participar en los comicios regionales convocados por el Consejo Nacional Electoral, donde se elegirán gobernadores, alcaldes y concejales. Una cita electoral con las mismas características de las anteriores. Sin garantías de respeto por los resultados o peor aún con la certeza de perder las competencias de los cargos si llegan a ganar quienes adversan al gobierno de Nicolás Maduro y sus cómplices, los cuales ya advirtieron en sus propias primarias dentro del PSUV para escoger a sus candidatos que ganarlas no representaba una garantía para que fuesen candidatos a ningún cargo y así fue como quedaron por fuera Elías Jaua y Francisco Arias Cárdenas, por ejemplo.

Mientras que el lado opositor logra ocultar algunas diferencias internas en algunas regiones y van a participar de manera unitaria, vemos cómo en las diferentes campañas y recorridos nos encontramos con candidatos que continúan demostrando un profundo divorcio con la realidad cotidiana de los ciudadanos.

Estos candidatos ofrecen solucionar problemas reales, pero utilizando como buenos prestidigitadores de la palabra promesas que no están en sus competencias como autoridades municipales, como por ejemplo uno en el municipio Palavecino en el estado Lara que garantiza que si votas por él resolverá el problema de la energía eléctrica y acabará con los cortes de luz.

Estos divorcios de la realidad de los candidatos de ambos bandos me recuerdan una estrofa de aquella canción de Desorden Público escrita a los políticos de la cuarta pero que sin duda tiene más vigencia con los momentos actuales que estamos viviendo: “Con estas promesas prometedoras, haremos de Latinoamérica el país del futuro/ suprimiremos el vaso de leche escolar, ya que cada niño tendrá vaca propia en su casa o apartamento;/ eliminaré todos los semáforos, para acabar con el tráfico;/ crearé veinte ministerios más, para que todos robemos juntos, y también se acabaran los ranchos, ya que estos serán aceptados como cuota inicial de un apartamento. Mi gobierno será el más peor. El menos peor o todo lo contrario”.

Sí, yo también quisiera que los políticos fueran paralíticos o por lo menos dejaran de mentir.

¿Será mucho pedir?

@andcolfa

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