OPINIÓN

Políticas migratorias de Estados Unidos hacia América Latina

por Samir Azrak Samir Azrak

La historia de la humanidad se ha caracterizado por el continuo movimiento de personas. Los gobiernos siempre se han impuesto como tarea la regulación, selección, desviación, o interrupción de los flujos migratorios, de tal manera que el control de las migraciones es uno de los temas clásicos, y de acuerdo con las necesidades o criterios de los gobiernos en su momento, las naciones pueden requerir: regular la intensidad de flujos de entrada y salida; seleccionar la inmigración según procedencia, composición, necesidad laboral, demográfica o cultural; segregar política, religiosa o étnicamente; asentar selectivamente los inmigrantes según procedencia y ubicación geográfica final, etc.

La «gobernanza de la migración», así como las «políticas migratorias» de los países, son términos que han sido objeto de evaluación por parte de individuos y organismos, dada la importancia que representan por la gran cantidad de migrantes y desplazados existentes en la actualidad.

El término  “política migratoria”, tema del presente escrito y que forma parte de la gobernanza de la migración, ha sido definido como “… las actuaciones de un gobierno sobre lo que pretende hacer o no hacer, incluidos leyes, reglamentos, decisiones u órdenes, con respecto a la selección, la admisión, el asentamiento y la deportación de ciudadanos extranjeros que residen en el país” (Bjerre Liv, International Migration Review, “Conceptualizar y medir las políticas de inmigración”, 2015).

La tipología de estas  ‘políticas migratorias” es amplia y compleja. Existen por un lado, las que fomentan la inmigración: Estados que consideran conveniente un incremento poblacional para  futuras necesidades demográficas, o el requerimiento de mano de obra para desarrollar grandes proyectos, entre otras razones. Por otro lado, también existen, menos frecuentes, menos confesables y más vergonzosas, las políticas contrarias que fomentan, abierta o encubiertamente, la emigración o salida de los ciudadanos, para alejarlos por razones generalmente económicas o políticas.

Dentro de la gran cantidad de posibilidades de estudio, se destaca y es muy importante para nosotros la política migratoria de Estados Unidos dirigida a la población latinoamericana, que siempre ha sido hostil y chocante, pero con el gobierno que está terminando ha alcanzado dimensiones antes desconocidas.

Según el informe 2020 del Instituto de Políticas Migratorias (MPI, por sus siglas en inglés), existen cerca de 20 millones de inmigrantes hispanos o latinos viviendo en Estados Unidos, lo cual representa el 33% de los 60 millones de inmigrantes totales, además de los 25 millones de turistas latinos, 31% de los 80 millones que visitan Estados Unidos anualmente. (Brand USA, Oficina de Promoción de Turismo de Estados Unidos, 2018).

En las elecciones presidenciales de Estados Unidos del mes pasado, el rol de los latinos fue considerado de importancia para los candidatos, y así lo expresaron en las campañas electorales que sirvieron de escenarios para presentar sus políticas migratorias. A continuación algunos de los futuros posibles lineamientos de las políticas migratorias dirigidas a inmigrantes latinos, asumiendo como definitivos los resultados oficiales actuales, con el triunfo del candidato demócrata Joe Biden:

En referencia al caso específico de Venezuela, todas estas disposiciones, junto a otras que reflejan claramente las políticas migratorias características del gobierno norteamericano, y ahora intensificadas bajo el mandato de Donald Trump, son dirigidas y afectan a la población venezolana, dado que la suspensión de visas; las trabas, restricciones y discriminación de los inmigrantes venezolanos residenciados en Estados Unidos; el trato negativo hacia los ‘soñadores’ venezolanos; etc. no son acciones contra el gobierno sino contra los gobernados. Las medidas que si son antigubernamentales, de congelamiento de cuentas en Estados Unidos, suspensión de visas, persecuciones legales internacionales, etc. contra algunos funcionarios del gobierno nacional, son medidas políticas contra el gobierno, no son políticas migratorias. En los tiempos de bonanzas en nuestro país sí fuimos relativamente bien recibidos, pero como turistas, no como inmigrantes, por obvias razones. Hoy ni siquiera existe la posibilidad de renovar, mucho menos lograr, la visa de turista. Ya lo dijo José Saramago en su libro El cuaderno en 2009: “Para Estados Unidos cualquier persona extranjera que quiera ingresar al país, sea emigrante o turista, indiferentemente de su actividad profesional, es un delincuente potencial que está obligado a probar su inocencia sin saber de qué se le acusa”.

Un nuevo capítulo se inicia en Estados Unidos con el posible gobierno demócrata, con toda seguridad las políticas migratorias darán un giro, impredecible el grado, y serán de alto efecto sobre las poblaciones latinoamericanas que a lo largo de las últimas décadas han presentado grandes flujos migratorios hacia esa nación, tendencia que probablemente continuará.