OPINIÓN

Política y doctrina militar

por John Marulanda John Marulanda

A menos que los militares presidan, los líderes políticos que gobiernan señalan la filosofía política del Estado y sobre esta se monta la doctrina con la que las militares y policías diseñan sus estrategias de defensa nacional y seguridad pública, de cuya eficiencia y eficacia depende todo el proyecto de Estado. Por ejemplo, una política del actual Estado venezolano establece, entre otros principios, que el ciudadano “vota o no come”. La doctrina militar, en consecuencia, diseña planes de seguridad electoral-alimentaria. Y no es un mal chiste, así funciona el socialismo.

En la década de los noventa, las FARC se enseñoreaban en casi media Colombia, país fallido para muchos analistas. Pastrana entregó el Caguán a los narcoterroristas, con batallones y todo. El Ejército fue humillado. El mando militar del momento tomó decisiones ante el nuevo escenario: brigadas móviles, batallones de alta montaña, brigadas contra el narcotráfico, soldados campesinos y profesionales, reposicionamiento de armas a apoyo, Plan Meteoro; la recién activada aviación tuvo la inédita tarea de armonizar operaciones conjuntas entre helicópteros americanos Blackhawk y rusos mi-17. Pero el aspecto focal fue, como siempre ha sido en la guerra, el hombre y su moral. Los Planes de la Victoria tuvieron como base una promesa de honor, un compromiso total con la patria, un liderazgo vocacional y de entrega. Con el apoyo del Plan Colombia, la fatua arrogancia de las narcofarc se derrumbó como un castillo de pandeyucas y nuestro Ejército bicentenario volvió a cumplir con su deber constitucional, aplicando su propia doctrina criolla de guerra irregular, ejemplo de talla global.

Pero de las sombras políticas surgió La Habana con sus cálculos, insidias y engaños, chorros de dinero, propaganda y la posibilidad de un país en paz, viciado de impunidad e inmoralidad. Se necesitaba, con todo, una nueva doctrina militar.

Qué opinan los que saben

En Colombia, la doctrina Damasco es un producto mediato pero directo de la política del gobierno de Santos y su entrega desvergonzada a los intereses geopolíticos izquierdistas de Cuba, Venezuela y las FARC. Los militares compraron la idea de un posconflicto. Tenían por qué creerlo, pues venían de apalear a los narcoterroristas farianos. Parar los bombardeos, detener la ofensiva que tenía en agonía a los delincuentes, «oxigenar» un poco para “no ahogar la paz”. La tregua militar habanera, cambió las carpas de campaña por salones burocráticos, con uniformados en trance de reflexión doctrinal para, antes que nada, borrar el concepto de “enemigo interno” y prefigurar escenarios muy complejos que facilitarían la politización del narcotráfico. Como en Venezuela, la doctrina militar cumplió los objetivos políticos del momento. Los resultados están hoy a la vista.

Para el coronel de la Reserva Activa Carlos Soler, especialista en DIH, «cuando se vendió el inicio de una paz estable y duradera, los tanques de pensamiento militar generaron una nueva forma de operar que hoy todavía no está terminada. Fue una apuesta arriesgada que no salió como se planeó y se siguió operando con métodos y maniobras del viejo manual 310-1, generando inseguridad jurídica y confusión».

Para el analista Alberto Villamarin, coronel de la Reserva activa, Damasco es “…un ambicioso híbrido de manuales y conceptos operacionales contenidos en un fardo de documentos, no muy bien traducidos, ni adecuadamente adaptados, pero tampoco aplicables a las complejas circunstancias de conflicto interno, narcoguerrillas, terrorismo urbano, bandas criminales, que enfrenta Colombia».

Para el experto en doctrina militar colombiana, coronel de la Reserva Activa Horacio Lema: «La nueva doctrina Damasco está enmarcada en un conflicto con tintes de guerra regular, a la cual da prioridad mientras relega lo irregular, idea que nos dejó engañosamente la supuesta terminación del conflicto a través de una confusa negociación de paz». Agrega el coronel Lema: «Es importante resaltar que estamos enfrentando hoy un enemigo delincuencial, es decir, con ausencia total de ideología, por lo que no se justifica enfrentarlo con libretos diferentes y que no están fortalecidos con la experiencia adquirida en tantos años».

El país es el primer productor mundial de cocaína; los cultivos ilícitos no ceden: las regiones fronterizas con Panamá, Ecuador, Perú y Venezuela están siendo controladas por los narcoterroristas:  los narcocarteles del ELN, EL EPL, las FARC -con parlamentarios incluidos- y los narcotraficantes pura sangre crecen sin detenerse; la violencia se está saliendo de control y el Congreso de Estados Unidos acaba de despelucarse en su último informe.

La responsabilidad de revaluar

La Habana le pidió a las madres “no enviar sus hijos a la guerra”, inmovilizò el Ejército, puso a reflexionar a los cuadros sobre los pensamientos militares de Bruselas y Washington y de esa insensatez, nació Damasco, que podría tener algunas cosas rescatables, pero evidentemente no aplica a este ambiente de seguridad tan complejo.

Revaluar esa doctrina a la luz de lo que está sucediendo, va en la línea correcta. En el campo de batalla, el soldado colombiano la volverá a ganar, pero en lo político el panorama es oscuro. Baste recordar que un entusiasta defensor de Damasco es el senador Roy Barreras y que el chavista Petro ya anunció sus proyectos institucionales militares, para entender de qué estamos hablando.