En vísperas del inicio de un posible proceso de negociación entre el régimen y las fuerzas democráticas, alentado por sectores de la comunidad internacional democrática y esto es importante recalcarlo porque los Estados autoritarios aliados del chavismo nada dicen públicamente sobre la materia, es conveniente hacer algunas precisiones y comentarios al respecto.
La negociación es un instrumento más de la política, que no se resume ni se agota en ella y como todo instrumento su utilidad depende de diversas circunstancias. Se negocia por convicción (objetivos trascendentes que requieren del concurso de otros para concretarse), por necesidad proveniente de insuficiencia de fuerza u oportunidad para alcanzar objetivos por otros medios, también para ganar tiempo y como maniobra de distracción.
Las dificultades para negociar con un régimen como el chavista son considerables. Su concepción dictatorial del ejercicio del poder y su visión de que el mismo, una vez logrado, es para siempre son obstáculos de consideración cuando la negociación es sobre el poder. Estos aspectos, no siempre ponderados adecuadamente por políticos, analistas y otros, hay que sopesarlos y tenerlos en cuenta, no para inhibir opciones o alternativas políticas, sí como criterio para actuar con el realismo necesario y no generar falsas expectativas.
A las dificultades provenientes de la condición del interlocutor hay que sumar las debilidades propias de la situación de las fuerzas democráticas. En especial la ausencia de unidad de las mismas (no incluyo aquí a mesitos ni alacranes, sus deméritos los acreditan). A un eventual proceso de negociación no conviene asistir divididos y eso es a lo que aspira el chavismo; Maduro cada vez que puede dice que se va a sentar con los diferentes factores de la oposición.
Es necesario forjar un acuerdo entre los sectores representados por Guaidó y Capriles para concertar, quiénes integrarán el eventual equipo negociador, qué es lo que se va a negociar, definir los objetivos, cuáles son sus pautas de funcionamiento, hasta dónde se puede ceder y todos los aspectos incluidos y propios de un proceso de esta naturaleza.
La viabilidad de una negociación que posibilite un acuerdo superador de la crisis política y abra el paso a una posible transición hacia la democracia pasa por un acuerdo entre las fuerzas democráticas para actuar de manera unitaria, acuerden objetivos, políticas, estrategias, acción conjunta y estructuras orgánicas de funcionamiento, así como de una estrecha concertación con los aliados internacionales para empujar juntos.
De continuar la dispersión del campo democrático, las conversaciones y la disposición de cada sector de acordar con el oficialismo por su lado, el chavismo seguirá ganando la partida y consolidando la dictadura.
A los efectos de un proceso de negociación poco ayudan actitudes y posicionamientos que comunican desesperación, debilidad, deseos de negociar a todo evento, o se hacen concesiones innecesarias en el terreno del discurso en temas capitales para la lucha por la democracia. Me refiero a lo expresado recientemente por algunos dirigentes democráticos en declaraciones públicas y artículos de opinión: “Hay que prepararse para unas elecciones medianamente transparentes” de Enrique Márquez. “Cuando luchas contra un régimen autoritario no obtienes lo que quieres sino lo que puedes” de Jorge Roig. En un artículo reciente de José Luis Farías, a propósito de una polémica con Carlos Blanco, pone en duda y cuestión la ilegalidad e ilegitimidad de la Asamblea Nacional electa en diciembre de 2020.