Afortunadamente para la oposición verdadera, se dio la polarización tan deseada. Por un lado Maduro y su régimen despreciable y despreciado por la mayoría de la población, más allá de la guerrita de encuestas que ya asoman buscando confundir al electorado; por otro, el candidato de la unidad tan bien recibido por la población deseosa de salir finalmente de esta tragedia que ha constituido el socialismo destructor del siglo XXI.
Edmundo González Urrutia ha capitalizado tanto el inmenso descontento generalizado, como los deseos y ansias de libertad; hace todo esto con su figura, mediante la unificación de las «fuerzas» de los partidos opositores. La ciudadanía se encuentra altamente consciente de toda la situación: dictadura, persecución política, prisión, exilio, caos económico y social, corrupción, engañifa palabreada para buscar disuadir a la población de su gran deseo de un respiro político, social, económico, que permita la vida, así como la evitación de más refugiados, de más huidos y de más muertes por suicidio o por desatención en la salud.
No hay cabida para quienes no estén en los extremos de la polarización. Régimen y oposición enfrentados. Quien se salga de ese esquema estará fuera de la contemplación siquiera del electorado. Todos aquellos que buscan o busquen horadar la unidad opositora constituida en el bloque que sirvió desde la Plataforma Unitaria Democrática para gestar el nombre y la opción hacia el triunfo de González Urrutia serán disminuidos, pulverizados en la votación, en las ansias de la expresión del voto castigo más descomunal que haya existido en nuestro país desde su fundación.
Enviados por el régimen para la división no tendrán respiro siquiera, y quienes no sean directamente enviados van directos al más rotundo de los fracasos, merecido fracaso además, ¿conocen alguno? Aquí se discierne el panorama en dos toldas. Algunos lo han entendido así de bien y han apostado finalmente a ganador. Otros insisten en poner el cuello para su guillotina política. Los más son cartas de Maduro y su combo para procurar contener este inmenso deslave de su supuesta popularidad, que ni supuesta ha sido nunca. No hay combo que valga, no hay bono de guerra económica confundidor que valga. No hay posibilidad siquiera de contar con los amarres de los empleados públicos o las Fuerzas Armadas. Todos conscientes de que resulta insoportable, insostenible, está amarga situación.
La ruta está definida, falta terminar de convencer a algunos asustadizos de siempre que estiman que el voto no será secreto y vigilar con detenimiento muy especial las mesas, por eso es tan importante el plan con el voluntariado diseñado en Encuentro Ciudadano, vigilar el voto asistido y concretar la tan laboriosa victoria. Pero no hay que dormirse en laureles no obtenidos. La pela tiene que ser descomunal como ha sido el desastre causado en el país por el régimen criminal. El triunfo hay que mimarlo cada día, para la obtención de la indispensable victoria. Y más, porque después el trabajo va a ser más intenso, más complicado, para sostener la transición. Pedacito a pedacito. El régimen es hábil y hay que llevarlo cada día por el redil y aun así. Pero, en esta diatriba, está la polarización tan definida que no hay cabida para más: usted elige entre Edmundo González Urrutia, el de la unidad democrática opositora o más del conocido desastre mundial de Maduro. Más nada.
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