Lo que iba a ocurrir ocurrió, ya lo habíamos advertido en esta misma columna el sábado pasado. No es que seamos profetas ni poseamos los dones predictivos de Nostradamus. Tan solo comparamos el costo que Maduro & Cía. pudieran estar dispuestos a afrontar haciendo fraude para permanecer en el gobierno frente a las consecuencias que les esperarían en caso de perderlo. Simple cálculo político que concluyó en la decisión de ignorar el resultado de las urnas, como en efecto ocurrió, desatando una ola de reclamos nacionales e internacionales no solo por la trampa sino también por el altísimo número de víctimas y destrozos que ha habido.
No podemos predecir hasta cuándo continuará la situación ni cuáles serán los sacrificios en vidas y tranquilidad que aún quedan por transitar. Pregonamos “calma y cordura”.
Como ya son muchos los análisis y opiniones que han circulado, nosotros apenas haremos algunas breves anotaciones históricas.
La primera de ellas nos invita a tener presente ejemplos reales cuyo desarrollo y consecuencias nos pueden servir como orientación.
El 16 de junio de 1965 Argentina vivió una sangrienta sublevación militar que intentaba derrocar al presidente Perón. En la ocasión hubo decenas o centenas de muertes causadas por bombardeos llevados a cabo por aviones de la Fuerza Aérea tripulados por oficiales rebeldes. Eso ocurrió en plena hora del mediodía teniendo como centro la Plaza de Mayo, corazón mismo de la ciudad de Buenos Aires en cuyo perímetro y proximidades se encuentran la Casa de Gobierno (Casa Rosada) y varios edificios adyacentes que eran y siguen siendo el centro neurálgico del país.
La insurrección fue sofocada en pocas horas y esa misma noche los “comandos” de entonces (equivalentes a “colectivos” venezolanos), atizados por Perón, desataron la violencia destructiva con especial énfasis en la quema de los principales templos religiosos de la capital, especialmente los situados en el centro (la Catedral Metropolitana) y en las zonas mas acomodadas de la ciudad.
A partir de ese momento recrudeció el terror desatado por las fuerzas de la represión a las órdenes del gobierno; pero apenas tres meses después, el 23 de septiembre de 1955, se produjo otro levantamiento que esta vez derrocó al dictador, quien tuvo que asilarse en la Embajada de Paraguay, para luego empezar un exilio que duró 20 años.
El 15 de enero de 1957 el presidente Pérez Jiménez convocó a un plebiscito en el que consultaba a los electores si deseaban que él prorrogase su mandato por cinco años adicionales. La respuesta fue un rotundo NO, ante lo cual el dictador decidió ignorar el resultado. Algunas semanas después, el 1º de enero de 1958, hubo la sublevación de un sector de la Fuerza Aérea que fue rápidamente sofocado. Sin embargo, el día 23 del mismo mes hubo otro levantamiento cívico-militar que concluyó con el derrocamiento del dictador, quien se vio obligado a un exilio del cual nunca regresó.
El 20 de octubre de 2019 hubo una elección en Bolivia con la cual Evo Morales pretendía renovar su mandato frente al opositor Carlos Mesa. Las primeras tendencias no favorecían a Morales, y, coincidencia, en la noche de ese día se interrumpió el conteo. Cuando el mismo retornó fue Morales quien se proclamó vencedor (¿suena familiar?). Tal maniobra generó reclamos nacionales e internacionales, y dio lugar a la difusión de un detallado informe de la OEA que evidenció el fraude, lo que produjo amplios brotes de violencia. Los hechos culminaron con la renuncia y exilio de Morales, quien posteriormente pudo regresar al Palacio Quemado de La Paz (sede del gobierno).
En septiembre de 2000, ante el grave deterioro de la gobernabilidad en el Perú, el presidente Alberto Fujimori -ya en su tercer periodo- pergenió una arriesgada maniobra consistente en adelantar -inconstitucionalmente- las elecciones, para de esa manera iniciar un nuevo mandato. Eso generó importantes inquietudes políticas atizadas por un ambiente de escandalosa corrupción. Fujimori ganó la elección al vencer a su rival Alejandro Toledo. Ese ambiente condujo a una situación tal que obligó a Fujimori a renunciar a su cargo mientras estaba en un viaje oficial al exterior (Brunei). De allí siguió al exilio en Japón, donde permaneció varios años, para luego viajar a Chile, desde donde finalmente fue extraditado a Perú en 2007 para ser juzgado y sentenciado a prisión en la cual aún hoy se encuentra recluido pese a su deteriorada salud.
Los anteriores ejemplos dan para pensar que en la actual coyuntura que vive Venezuela, con la gobernabilidad sustentada tan solo en el apoyo de la cúpula militar, asediada por la grosera manipulación del resultado de las elecciones del 28J, potenciada además por una creciente movilización nacional más la presión internacional, pudieran servir para reconocer el triunfo de Edmundo González Urrutia, quien logró cerca de 8 millones de votos, lo cual le permitiría “cobrar” para dar inicio a una nueva etapa democrática para Venezuela. Eso sí, no hay que esperar que la recuperación sea de un día para el otro, sino que hay que entender que para recuperarnos de las ruinas se requerirá tiempo, concordia, trabajo y fe. “No somos suizos”, como dijo el inolvidable Manuelito Peñalver, pero sí somos venezolanos que tenemos ganas de “echarle b…».
@apsalgueiro1