Parcialmente, la población venezolana huye del país forzada por la perversión política de su régimen dictatorial. Cada día existen menos derechos y facultades para sobrevivir por la carencia de bienes y servicios, empleo, educación, restricciones al emprendimiento y la consecuente pobreza extrema producto del ingreso marginal.
Un profesional calificado en pleno desarrollo y académicamente bien preparado no llega a los 40 dólares al mes; un profesional medio no tiene empleo y sobrevive de la economía informal, y un ser humano común no llega a 10 dólares al mes. Cada hora observamos una legión de personas empobrecidas que eventualmente no llega a más de 25% y reciben alguna ayuda de la diáspora, sujetas a la especulación de comerciantes o de buhoneros inescrupulosos. Sin rubor muestran su pobreza, el hambre, deterioro de la salud, la imposibilidad de pagar la comida y mucho menos la educación y la salud.
La emigración inducida implica varias cosas degradantes, la pérdida de años de su desarrollo educativo, laboral, económico y social. La marginalización del empleo es total, en el exterior se hace difícil, es más, está generalmente prohibido ejercer una profesión, lo cual solo ofrece la alternativa de buscar ingresos de cualquier forma para sobrevivir sin distingos de oficio, aun los más elementales, dentro de un entorno hostil de migrantes sujetos a la xenofobia creciente sin consideración de ningún tipo, incluso en el trato oficial degradante en alcabalas, aduanas y servicios sociales.
La resultante de la crisis humanitaria en el país y también en el exterior, donde se percibe que no se pertenece a ningún lado, excluido y todo se hace difícil. La reflexión realista permite percibir que la vida del venezolano ha estado en largo tiempo en manos del régimen que producto de sus actuaciones hace perder viviendas, negocios, empleos, familia y derechos.
Millones de venezolanos quedan sin acceso a nada y están en el limbo viendo cómo se frustran los deseos de cambio de un modelo que está acabando con sus vidas, generando un tremendo vacío frente a la esperanza de una transición cada vez más lejana, conducida por dirigentes que atienden primordialmente sus intereses, los de sus partidos y no tienen escrúpulos en negociar sus posiciones con el régimen creando obstáculos para el verdadero cambio de modelo hacia otro democrático, y que ha cerrado las puertas de acceso a una economía doméstica que permita la interacción productiva con la sociedad.
El sistema actual es un verdadero fracaso, basado en mentiras y represión para mantener el poder interno y obedecer las estrategias del gobierno cubano que invadió y aseguró su presa expoliando la economía, los recursos en beneficio propio, y se convirtió con sus milicias en guardianes para someter con la ayuda de fuerzas internas el control institucional, favoreciendo también al establecimiento de bases intervencionistas de los intereses rusos, chinos y en complicidad con el narcotráfico internacional, operado y protegido por la guerrilla colombiana, y de los integrantes importados del terrorismo internacional. La rapiña del ejército silencioso se potencia con la expoliación de los recursos del país que han puesto sus pies en territorio patrio y colateralmente en el continente americano como una estrategia ideológica y económica para mudar sus conflictos a América, y desarrollar una estrategia de dominación sociopolítica regional sin excluir el control de las relaciones económicas que permean hacia un sistema financiero global
El dinero se sustenta generalmente en el respaldo económico y en la confianza, pero las ficticias reservas en oro han desaparecido mediante planes bien estructurados basados en la explotación indiscriminada y son sacados del país de contrabando a los centros financieros de gobiernos antidemocráticos y terroristas para financiar sus sistemas e intereses, dejando a la economía nacional sin respaldo real, generando otra insostenible sustentada en dinero inorgánico que ha causado la hiperinflación más alta que el mundo ha visto en las últimas décadas, en efecto, la moneda no tiene valor induciendo obviamente la pérdida de confianza en la moneda local y es un hecho que la poca economía del país está centrada en transacciones elementales en dólares cuyos efectos producen destrucción de la vida, pérdida de ahorros, prestaciones sociales y el poco dinero ahorrado cuyo valor se ha desplomado como consecuencia de la hiperinflación que ha superado 1.000.000%.
Hoy en día la moneda venezolana es la más devaluada del mundo, llega diariamente a perder su valor hasta en 300%, la precaria economía se dolariza y es celebrada por los jerarcas del régimen; lo que no dicen es que los salarios son paupérrimos y en soberanos hasta que cambien la medicina por petros. Solo una minúscula parte de la población percibe ayudas precarias, la inundación de dólares viene por otro lado, lavado, negocios, y como consecuencia directa, el régimen ha obligado al éxodo de por lo menos dos generaciones de venezolanos gracias a trogloditas que no velaron por el Estado de Derecho, sino por su propio beneficio alimentado de paso a la Red Mundial del Crimen Organizado.
Esta red con sus transacciones y apoderamiento de los espacios institucionales y financieros invade el mundo con dinero lavado, provocando directamente que una masa monetaria y de estupefacientes de dimensiones nunca vista entre en los países democráticos presionando la inflación, el desempleo y la corrupción, fuente originaria de las protestas sociales que contribuyen a debilitar al sistema democrático, que se ve afectado por la llegada de millones de inmigrantes que presionan por empleo y servicios, desbalanceando los presupuestos locales a niveles altamente peligrosos, lo cual lleva a convertir el proceso migratorio en un tema de seguridad nacional.
El factor económico y el terrorismo de Estado se han convertido en una nueva guerra no convencional que explica sus efectos en la geopolítica internacional de las democracias cuya estrategia está dirigida a derrumbar los regímenes dictatoriales de los países antidemocráticos como son Nicaragua, Cuba y Venezuela. También explica la gran actividad diplomática y de presión internacional que inevitablemente obliga a la aplicación de tratados de defensa mutua para acabar con un sistema que se apodera del mundo, lo contamina con sus esquemas ideológicos, expansión de la corrupción y represión.
La comunidad mundial ha puesto al descubierto estas operaciones y ha echado mano en primer lugar a las acciones diplomáticas, la puesta en marcha de acuerdos internacionales y la conocida vocación de ayuda humanitaria, además de un conjunto de restricciones que inevitablemente conducirán a una estrategia más dura centrada en el desplazamiento por la fuerza de una organización que se apodera de países enteros y de sus instituciones.
La población venezolana continúa emigrando de Venezuela forzados por la presión política de un régimen dictatorial. Cada día tenemos menos derechos y facultades para sobrevivir por la carencia de bienes y servicios, empleo, educación, restricciones al emprendimiento y la consecuente pobreza extrema producto del ingreso marginal.
Desde lejos Venezuela se percibe como un país en descomposición, marginal, con una masa de emigrantes que constituye el éxodo más grande de América Latina de los últimos tiempos. Mientras tanto, la aspiración internacional de rescatar la democracia de esta dictadura posmoderna está en búsqueda de cierta estabilidad global y equivocadamente ha estimulado la vía de la negociación sugerida a cambio de unas elecciones que hábilmente el régimen las acepta a nivel parlamentario haciendo mutis de las presidenciales e ignorando la sentencia legal de usurpación. El régimen busca acuerdos con factores de poder local mediante los mecanismos de colaboración, amenazas y chantaje, logrando sin lugar a dudas la cohabitación de la oposición aglutinada en el llamado movimiento de unidad democrática, incluyendo a algunos partidos políticos y la amenaza latente de represión por parte de las fuerzas de ocupación cubanas, rusa, la guerrilla, narcotráfico y el terrorismo internacional.