En su nombre, o nombres, Simón José Antonio de la Santísima Trinidad, se encaramaron en el poder y se convirtieron en una tiranía insaciable de riquezas mal habidas y entregaron el “suelo nativo” a los intereses de una dictadura que ha expulsado a sus hijos de la patria.
En su nombre, o nombres, Simón José Antonio de la Santísima Trinidad, acaban de aprobar una ley para hacer de este país que luchó por la libertad de las naciones del nuevo mundo una prisión aborrecible para sus nacionales y vecinos.
La peor sanción que pesa sobre Venezuela y sus gentes es la presencia de una cúpula inescrupulosa en el poder, que no es civil, porque carece de civismo, ni militar, porque usa las armas contra su propio pueblo.
Las sanciones que han hundido a Venezuela, que han producido una migración de más de 8 millones de personas, que han saqueado las arcas públicas, que han convertido a Pdvsa en la cueva de Tareck el Aissami, de sus antecesores y sucesores, que dejan al país sin luz y sin agua, esas sanciones las dictan Maduro, Diosdado, Padrino y la pareja Rodríguez. Esas sí son medidas coercitivas unilaterales, desproporcionadas, dolorosas, inhumanas y criminales.
La cúpula que opera como una mafia, con territorios repartidos entre sus jefes, el oro para unos, los diamantes para otros, la vista gorda para todos los negocios oscuros, pone el grito en el cielo aullando contra el injerencismo en sus asuntos.
El que proteste es traidor; el que reclame, vendió su alma al imperio; el que los denuncie, es un apátrida; el que clame al mundo que esto es insufrible y que debe haber una acción concertada de la comunidad internacional para hacer valer la verdad de unas elecciones robadas sin vergüenza y con descaro absoluto, contra ese, contra todos, aplicarán esa ley delirante con penas de hasta ¡60 años! de inhabilitación política.
La tiranía, que manipula el legado de los héroes de la independencia, y burla el espíritu de los hombres y mujeres que lucharon por décadas por la democracia y la igualdad, que hicieron progresar a esta nación y la volvieron refugio y casa de inmigrantes venidos de cualquier parte, esa tiranía insufrible y desquiciada no puede seguir en el poder.
La ley definitiva es la que dictó soberanamente el pueblo venezolano el 28 de julio, el día del natalicio de Hugo Chávez, cuando se le propinó una derrota aplastante a la cúpula gobernante. La ley que hay que hacer respetar es la entrega del poder a los vencedores, que no son otros que los ciudadanos venezolanos, mayores de edad, de este domicilio, que concurrieron a las urnas para sancionar con millones y millones de votos a un despropósito histórico que ha arruinado a Venezuela.
El pueblo venezolano en toda su diversidad sigue vivo, activo y sin desmayo para hacer buenas de verdad las palabras de Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Ponte y Palacios Blanco: “El que no está con la libertad puede contar con las cadenas del infortunio y la desaprobación universal”.