En mi cama de convaleciente, en el Pablo Tobón Uribe, en Robledo, Medellín, escribo estas líneas con el mismo sentimiento patrio con el que escribí mis artículos anteriores.

Esta mañana, mientras escuchaba a Caracol y a su director sobre el asunto del avión que se cayó en vecindades de la escuela de aviación de la Fuerza Aeroespacial de Colombia (FAC), en Cali, capital del departamento del Valle, me puse a meditar. El conflicto en Colombia ha escalado a límites inimaginables. Oímos con mucha frecuencia la instalación de los PMU, Puestos de Mando Unificados, en diferentes partes del país; oíamos al presidente decir que no debíamos llamarnos a confusión “yo di la orden” de que el Ejército debía confrontar a los revolucionarios o grupos armados, dijo esta tarde y los paros y bloqueos resaltan en esta adorada patria.

No puede ser que un país tan rico y gobernado por un sátrapa que por primera vez ha llegado al poder, se entregue con tanta facilidad a una izquierda tan radical, que dícese representar a la gran mayoría de colombianos. Si bien es cierto que la gran mayoría de los ciudadanos colombianos son pobres, que es uno de los países con mayor diferenciación social que se conoce en el hemisferio occidental, que es una nación con una gran diferencia entre ricos y pobres y que es una con un mayor número entre pobres y ricos, no es menos cierto que es una nación con grandes expectativas de crecimiento.

Petro, nuestro gran presidente de turno, tuvo a bien vendernos la idea del Gran Cambio, de la modernización. Así pues, cada noche y cada día aparece el gran rótulo con esa idea, hasta llevarnos al paroxismo de los montajes y de los aplausos que oímos y vimos en la TV oficial, siendo los tales, por supuesto, un montaje de la oficina de prensa del palacio presidencial.

Y este a ejemplo de los principales líderes de la izquierda suramericana, a saber, Pinochet, Castro, Ortega, Chávez, Correa, Morales y ahora Nuestro Inefable Petro, nos han metido el cuento que la pobreza es consecuencia de nuestros jefes de estado anteriores quienes han sido los culpables de esta miseria.

Recordemos que 70% de la población colombiana es pobre, por supuesto no tan pobre como los hermanos venezolanos ni tanto como los ecuatorianos. Y bástenos recordar que el dueño de la discoteca en Murcia que cogió fuego esta semana es un colombiano y que más de 70% de los ecuatorianos están viviendo en España.

90% de los jóvenes colombianos está emigrando de su país de origen para Estados Unidos y allí se encuentran con los hermanos venezolanos y los hermanos ecuatorianos.

Y se encuentran en el Tapón del Darién algunos de ellos descamisados y nuestras mujeres, algunas descamisadas, claro, para satisfacer los apetitos libidinosos de los mal llamados coyotes.

La diáspora latinoamericana alcanza límites impensables. Pronto estaremos en igualdad de circunstancias a los demás extranjeros en Estados Unidos y pronto veremos a un latinoamericano lanzándose a la presidencia de Estados Unidos, con su poncho y tal. Así me veo, así nos veremos, ahí nos vemos, compadre.


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