Está finalizando el año 2020. Quedará marcado en la historia como único y especial. La humanidad se paralizó como consecuencia de una pandemia demoledora de vidas y de la economía. Para nosotros los venezolanos, además de los efectos universales, se agrega la profundización de nuestra tragedia causada por el socialismo del siglo XXI. Maduro ejecutó su monumental fraude para instalar el próximo 5 de enero una réplica de la infausta constituyente, bajo la figura de la Asamblea Nacional.
La sociedad democrática ha enfrentado a lo largo de dos décadas este sistema totalitario. Su prolongación en el tiempo y sus cada día, más perversos comportamientos, nos convoca a una reflexión para examinar la lucha librada. Valorar lo que hemos hecho bien, así como los graves errores cometidos.
A mi modo de ver, un problema fundamental es y ha sido la ausencia de una auténtica voluntad de colocar por encima de los intereses personales y grupales, el supremo interés de la nación.
El fraccionamiento de la oposición política ha producido un demoledor daño al espíritu de lucha de nuestro pueblo. Los ciudadanos perciben con claridad la pugnacidad existente en el mundo opositor y la dictadura encontró, ahí, el filón para justificar su inmoral plan de corrupción de diputados y actores políticos con el cual se apropió de las tarjetas y sedes de los partidos políticos.
La consulta popular demostró la disposición de un elevado segmento de nuestra sociedad a participar en actividades tendientes a lograr el rescate de la democracia.
Tal circunstancia me ha motivado a plantear la necesidad de revisar el funcionamiento de la oposición política. A buscar mecanismos para elevar la unidad real de los sectores que efectivamente buscamos el cambio político para el país.
A lo largo de estos años hemos contado con varias herramientas para afrontar la difícil circunstancia, de desarrollar la vida política en un sistema autoritario. De ellas debemos extraer experiencias para afrontar los desafíos que se nos presentarán en el año 2021.
No tengo duda alguna de que el esquema de conducción de la oposición, basado en la constitución de una alianza de factores y partidos, para la conducción de la legítima Asamblea Nacional está superado por la realidad política existente en estos tiempos.
Ese esquema es útil para lograr los acuerdos necesarios en el proceso de toma de decisiones del Parlamento, pero es insuficiente para ofrecer una adecuada conducción a la sociedad democrática en su conjunto.
La realidad de la vida política en la Venezuela profunda es bastante diferente al esquema de dirección existente en nuestra Asamblea.
Por eso he estado meditando y expresando mi tesis de reformular la organización, representatividad y formas de procesar la diversidad existente en una sociedad plural como la nuestra.
Debemos producir un debate sereno y respetuoso para buscar el camino que nos conduzca a lograr la unificación de los diversos liderazgos, partidos y actores políticos mediante la constitución de una conducción más efectiva, amplia, inclusiva y democrática.
En dicho proceso debemos involucrar al ciudadano. Corresponde a él legitimar el liderazgo de la oposición política. Es urgente ofrecer a la nación una dirección política emanada de su seno, así como una metodología para procesar las naturales diferencias estratégicas y políticas existentes y por aparecer en el curso del tiempo.
Por eso he hablado de una nueva herramienta, una nueva Plataforma por la Democracia. La misma debe surgir de un compromiso de respetar y acatar tanto el mandato ciudadano como los procesos de solución a establecer.
Una plataforma a cuya adscripción concurran los ciudadanos y actores políticos con disposición a trabajar para el rescate de la democracia, sin detenerse, en este tiempo, en debates inoportunos de naturaleza ideológica y programática, los cuales deberán asumirse en el momento que logremos sacar del poder a la camarilla usurpadora.
Es lo que los politólogos llaman un “partido instrumental”. No se trata de un partido más, con vocación de permanencia, para dividir más el ya dividido espectro político. No se trata de eliminar o clausurar los partidos existentes, hoy secuestrados por el Estado socialista. Se trata de una plataforma donde concurran sus dirigentes y militantes, junto a ciudadanos independientes, para garantizar una unidad en la estrategia y en la acción política que debe adelantarse.
Logrado el restablecimiento del Estado de Derecho, los partidos políticos recobrarán su legalidad y plena vigencia. Entre tanto, mantendrán su vida política orientada a fortalecer la plataforma unitaria.
En ese sentido sugiero elegir con el voto de los demócratas un Congreso Ciudadano. Máxima instancia de la oposición democrática. Su conformación y formas de elección deben formar parte del diálogo necesario entre todos nosotros.
El Congreso Ciudadano sería la máxima instancia de la oposición. Definiría la política que hay que seguir y designaría una dirección colegiada para manejar la cotidianidad de la misma.
Creo en la necesidad de promover un liderazgo colegido. Nuestro país ha sufrido en exceso la presencia de los caudillos. No necesitamos un caudillo, un líder único. Necesitamos un equipo de líderes responsables, patriotas, comprometidos a superar la tragedia de nuestro pueblo. Ese inmenso desafío es de toda la sociedad, de todos los grupos, partidos y dirigentes. Lograrlo será una inmensa tarea colectiva, no el resultado de la acción de un mesías.
Estamos en una etapa en la que no tiene ningún sentido estar planificando promociones personales a posiciones que están usurpadas. Se puede diseñar perfectamente una dirección más colegiada, que permita el concurso de los principales líderes de nuestra sociedad a nivel nacional, regional y local.
Esta nueva plataforma funcionará de forma autónoma a la Asamblea Nacional legal y al gobierno interino. La primera es una estructura para canalizar la lucha política, la segunda es un poder del Estado, hoy usurpado, que debe tener y ejecutar sus propias responsabilidades e iniciativas, preferiblemente en sintonía con la plataforma por la democracia.
Un mandato ciudadano a todos los actores políticos de incorporarse a una plataforma unitaria, donde se establezcan las garantías para ejercer la política, debatir y resolver las diversas visiones estratégicas para el rescate de democracia, ofrece una gran oportunidad a todos los verdaderos líderes sociales y políticos del país.
Serán elegidos al Congreso Ciudadano los que tengan anclaje real en la sociedad ofreciéndole una instancia donde presentar sus puntos de vista, comprometiéndose todos a acatar las decisiones de la mayoría. De esa forma se evita que cada dirigente tenga un plan y una estrategia personal. Sus iniciativas deben llevarse al seno de la plataforma y allí se les debe dar el tratamiento correspondiente en su justa valoración.
Estas ideas no constituyen una tesis dogmática. Es por el contrario un modesto planteamiento para trabajar la necesaria unidad de la sociedad democrática. Una unidad que no solo sea fruto de los acuerdos de los dirigentes, sino que debe ser fruto de la participación ciudadana.