¿Podrá algún experto actuarial o algún matemático explicar la extraña coincidencia de acuerdo con la cual, la gran mayoría de quienes piden a María Corina Machado que adopte un Plan B con su candidatura, nunca apoyaron su Plan A? Es decir, quienes nunca le apoyaron, son los que quieren ahora que abandone.
Cada quien puede hacer de su capa un sayo y tener una opción distinta a la de su candidatura, pero “un poquito de por favor”, quedaría mejor decir que no es la candidata de su preferencia y no pasa nada.
Esa opinión es respetable y no es óbice para que quien la ostente sea tildado de chavista o de colaboracionista. Lo que no es respetable es que la empaqueten de responsable y “realista”, cuando su plan A es que ella no sea candidata.
La tarea que tienen por delante las fuerzas democráticas venezolanas es descomunal. Hay que enfrentarla con unidad, efectivamente. Unidad para recabar la mayor capacidad de negociación posible. De negociación ¡Sí!, porque, como lo afirmara Carlos Blanco es un reciente artículo, no podemos llegar a un escenario de aniquilación entre los venezolanos.
Esa negociación será compleja, difícil, ardua, porque habrá que alinear intereses (unos legítimos y otros no tanto) en todos los términos de la ecuación, dentro y fuera del país; al interior de la oposición y al interior del gobierno, de manera que la unidad de acción de factores disímiles y de diferentes miradas y sensibilidades, será indispensable.
Ahora bien, una de las condiciones para que los frentes unitarios logren sus propósitos es que exista un liderazgo reconocido. Ello es indispensable para que la fuerza detrás de todos esos factores disimiles sea eficaz y sea eficiente.
En Venezuela, el problema de la legitimación de ese liderazgo opositor ha sido resuelto con la realización de unas primarias. Un evento, ciertamente convocado, no por la unanimidad, pero por un importante sector de la oposición venezolana. El más activo, el de mayor presencia nacional, pero efectivamente no el único.
Ahora bien, este elemento de la convocatoria terminó siendo secundario cuando el evento en cuestión se terminó realizando. Lo importante de las primarias, efectivamente, no fue quienes la convocaron, sino los resultados que produjeron y la inmensa demostración de los ciudadanos venezolanos, participando masivamente y en las condiciones casi heroicas en que lo hicieron. Ese es el elemento clave de la legitimación del liderazgo que las primarias produjeron.
No obstante, no fue la legitimación solamente lo que las primarias dejaron como consecuencia. Quizás, lo más importante es el mandato que expresaron representado en una candidatura. Un mandato que contiene también la obligación de luchar por el derecho a elegir de los venezolanos. No se trata del derecho de MCM a ser candidata, se trata del derecho de los venezolanos a decidir quién en su candidato.
Es un derecho humano esencial. Un derecho que no podemos abdicarlo en el gobierno. No podemos hacer un casting de candidatos y desfilarlos en una pasarela para que el gobierno nos diga cual es el más potable. No podemos hacer como Marx (el bueno, Groucho) que decía: “Estos son mis principios y si no le gustan, me lo dice, tengo otros”.
La lucha por este derecho es clave en el destino de Venezuela. Construir fuerza ciudadana alrededor de Machado es aumentar las posibilidades de una negociación satisfactoria que nos lleve a una transición democrática. La obligación de María Corina es seguir recorriendo el país fortaleciendo el Gran Acuerdo Nacional; potenciar la construcción de una fuerza para defender la integridad del proceso y que ese fenómeno de unidad, por la base, que esta ocurriendo en todos los estados del país, se convierta en una gran fuerza nacional.
Ese debería ser el plan de todos. El A, el B y hasta el Z.