Después de la bestial arremetida contra la Asamblea, uno como que empieza a entender que a pesar de la pornografía y la bestialidad del operativo, alguna intención aviesa debe tener la dictadura para atreverse a aparecer ante el país y el mundo con semejante asquerosa indumentaria. Que no es pura brutalidad, aunque esta sea un ingrediente mayor. Piensen en la asamblea constituyente, es una plasta (Chávez Frías) desde su “elección” que a estas alturas no le ha presentado al país una (1) sola proposición constitucional; que solo se reúne para hacer alguna triquiñuela anticonstitucional, con lo que al menos hace un paradójico honor a su nombre. Pero en algo ha sido útil con esas esporádicas y fugaces apariciones para prestarle algún sostén al régimen despótico. En fin, que una cosa no quita la otra. Y sería bueno especular sobre esa otra cosa de lo acaecido esta semana. Hacer alguna hipótesis.
Hay un primer dato que sorprende. El vocero del PSUV, el sutil Diosdado Cabello, lo ha dicho claramente: no se trata de un encontronazo entre gobierno y opositores como pudiese parecer. Nada que ver. Es un rollo interno a la oposición, segmentada en dos partes que se disputaron la directiva de la Asamblea. Es bien sabido que el gobierno recibió una paliza electoral en 2015 y no sacó sino un escuálido tercio del cuerpo legislativo, además se retiró desde los primeros días de este por los desdenes de la arrogante mayoría, anulándola sin misericordia, de paso. Si se asomó ahora era para cerciorarse de los malos olores. Allá, pues, la derecha corrupta y sus corruptos disidentes.
Esto explicaría, por ejemplo, que el día de inicio de las sesiones dejaran desamparados a los chicos malos de la primera directiva y abrieran camino para que Guaidó y su gente se hicieran del recinto parlamentario. Problemas ajenos, que nuestras gloriosas fuerzas armadas solo trataron de encausar. Y, por supuesto, este enredo no lo arregla nadie. Al fin y al cabo, hay una sola silla para presidir el cuerpo legislativo. Y no hay ninguna solución ante tanta reaccionaria devastación institucional.
Aquí podría, frente al ruido y furor de una oposición enloquecida, intervenir el TSJ o la ANC, otras joyas de la corona, y decidir elecciones parlamentarias anticipadas, prontas, para restituir la paz y el orden. Con el CNE de Tibisay y sus chicas o renovado como se debe, por el impoluto TSJ o por los ociosos omnipotentes de la constituyente, que da lo mismo, son el PSUV institucionalizado. Maduro, por supuesto, conduciría la orquesta electoral a su estilo, sin bridas y sin estribos: o bien a la manera constituyente o bien con la fórmula usurpadora. Todo bien sazonado con el ventajismo de siempre y la represión de siempre, cada vez más perfeccionados. Cuba tendría el papel de asesor permanente, seguramente completado y superado por la potencialidad económica y tecnológica de Rusia, especialista en venenos, espionaje muy sofisticado y saboteos mediáticos.
Además, habría que quebrar en el mayor número de fragmentos a la oposición. Ya los de la mesita, casi todos, han mostrado su lealtad acompañando la ordalía parlamentaria reuniéndose con el gobierno en esos mismos días y mostrando su dadivoso talante al soltar algo así como el 1% de los presos políticos. Los evangélicos tendrán una función divina que cumplir. Los corruptos flagrantes ya están en primera línea. A Claudio ya le cantó Soledad, brava. Y ya veremos que se pesca de nuevo. Total un plan B que no es desechable como hipótesis, a mi entender mejor que cogerse la actual Asamblea con Parra y su banda.
Pero los escandinavos y los surafricanos y cualquier hijo de vecino también juegan. Y Guaidó ha salido de este trance inmensamente fortalecido, por su valor, su serenidad y su tino. Ha unificado todo lo unificable, hasta ahora. La opinión internacional se ha engrinchado de nuevo y se ha extendido el apoyo a la democracia posible. Y la gente, a pesar de los bodegones y el lucerío cinético sobre la fetidez del Guaire, tiene que haber visto dónde está la barbarie y dónde la decencia. La calle podría decir lo que las encuestas tanto han dicho. Es un plan A, el de siempre, que a mí, que andaba tan pesaroso, me entusiasma.
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