No son pocos los venezolanos que se han ocupado de los muy diferentes problemas que afectan al país en estos tiempos borrascosos y revolucionarios. Tal tipo de trabajo ha sido llevado a cabo con rigor por la prensa nacional y, en ese propósito, el aporte del diario El Nacional ha sido particularmente relevante. Sin dejar de reconocer lo anterior, nuestra percepción es que los esfuerzos que se han hecho hasta ahora para realizar registros más allá de lo noticioso han sido limitados. Es obvio que esa realidad ha sido así por lo costoso y difícil que es publicar libros acerca de nuestro acontecer político y social.

Es una delicia releer, después de tantos años, el libro Comprensión de Venezuela de Mariano Picón Salas, una joya de altos kilates. El prestigioso escritor nació en Mérida en 1901 y falleció en Caracas el 1° de enero de 1965. La obra en cuestión fue editada originalmente en 1949 y tuvo varias reproducciones; la última de ellas, con prólogo de Guillermo Morón, estudio bibliográfico de Roberto Lovera De-Sola e ilustraciones de Luis Guevara Moreno, fue patrocinada por Petróleos de Venezuela. La publicación del libro, que constó de 6.000 ejemplares, se hizo en diciembre de 1987.

En la primera edición de su monumental trabajo, Picón Salas escribió:

«De multitud de páginas escritas sobre Venezuela -algunas en horas de efímero periodismo y apagadas con la luz del mismo crepúsculo- selecciono un manojo de las que acaso tengan mayor validez y vigencia. Se escribe sobre la patria en extrema tensión y apremio; acosado por los problemas y como una forma de deber cívico más que de arte gratuito. La Cultura y los métodos que uno pudo aprender al contacto de otros libros, lenguas o civilizaciones quiere emplearse como reactivo para juzgar y mejorar lo próximo (…) Los países como las personas sólo prueban su valor y significación en contacto, contrasta y analogía con los demás. Por ese anhelo de que lo “venezolano” se entienda y se defina dentro de las corrientes y las formas históricas universales; por esa responsabilidad que a veces insurge contra tantos mitos y prejuicios, ya recogí bastantes molestias en mi carrera de escritor. No hay que engañar al país, sino ayudarlo y comprenderlo (…) Así como nuestra Historiografía fue durante mucho tiempo listas de héroes y batallas aliñadas de profusos adjetivos, todavía se supone que la Crítica literaria debe ser un catálogo y alabanza de todos los oradores que pronunciaron discursos en las reparticiones de premios de Tucupita o de los filósofos en agraz que se preparan en Baruta a ofrecer su propia concepción del mundo (…) Que se nos censure con razones; que se medite para rectificarnos, que encontremos adversarios que nos mejoren y superen es entonces mucho más grato que la alabanza fácil, el elogio sin motivación que como pintarrajeada flor de lata se alquila en toda Agencia de pompas fúnebres».

Nada como lo anterior ha sido publicado en los tiempos borrascosos de Nicolás Maduro. Lo que hablan y lo que escriben los “revolucionarios” de hoy no pasa de ser cosa soez, sucia y despreciable.

Agradezco mucho a mi colega y amigo Carlos Padrón Amaré, para entonces consultor jurídico de Petróleos de Venezuela, S.A., por haberme hecho llegar la relevante publicación, en momentos en que había real democracia y en que este escritor ocupaba similar posición en el Banco Central de Venezuela.


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