OPINIÓN

Petro y Trump: con guantes de seda

por Beatriz De Majo Beatriz De Majo

La relación de Colombia con Estados Unidos es de inmensa importancia para los dos lados de la ecuación. Cuando asuma el poder Donald Trump, en un par de días, puede producirse un giro importante en la manera en que ella se desarrolla. Es preciso perseguir un doble objetivo particularmente del lado de Colombia: desarrollar mejores y más sólidos vínculos y emprender un minucioso control de daños en los terrenos en los que la binacionalidad ha tenido dificultades.   

Desde la época de la primera presidencia del republicano, en los intercambios digitales entre Trump y Petro nunca faltaron epítetos descalificadores de lado y lado. La tónica era la del frontal desentendimiento. 

Sin embargo, frente a los resultados de las elecciones estadounidenses de noviembre pasado, Gustavo Petro sorpresivamente suavizó el tono dando a pensar que vendría una época de acercamiento entre ellos. En una carta muy elocuente a Trump de parte del mandatario colombiano, este se refería a los mutuos objetivos comunes. Los observadores quedaron atónitos: “Ojalá sigamos unidos en la búsqueda de la prosperidad y la justicia compartida”, decía la misiva que salió de la Casa de Nariño dirigida al nuevo inquilino de la Casa Blanca. 

La política migratoria del nuevo mandatario estadounidense, su posicionamiento frente al tema del narcotráfico y su vinculación con el terrorismo, la nueva política petrolera norteamericana, el tamaño de los intercambios en los que Colombia sale favorecida por el gigantesco mercado que encuentra en el norte para sus principales productos – café, flores y petróleo- son todos temas que pueden verse afectados por el tenor de la relación que desarrollen entre la Casa Blanca y la Casa de Nariño. Una importante área de potencial interacción beneficiosa para el país vecino está en el terreno de lo comercial. Colombia tiene frente a sí y durante la administración Trump momentos a capitalizar a favor si Washington, como lo ha propuesto, desata una guerra de aranceles con terceros países. La industria colombiana, de acuerdo con las asociaciones del sector, pudiera hacer crecer sus exportaciones a Estados Unidos hasta en 200%.   

Todo lo anterior conduce a que Petro deba manejar sus comunicaciones con el norte con guantes de seda. 

Hay temas en los que la estrategia de relacionamiento con la primera potencia mundial es común a los países latinoamericanos; sin embargo, cada uno de ellos desarrolla con Washington una relación de características bilaterales propias. De hecho, la política externa de Colombia en sus numerosos proyectos de cooperación desarrollados con Estados Unidos a lo largo de los años se ha diferenciado notablemente de la de otros países de la región y ha sido una de las más estrechas. 

Pero en esta etapa, los colombianos se encontrarán con una piedra de tranca.  La posición de Marco Rubio en los temas atinentes a la lucha contra la droga y el terrorismo tiene un sesgo especial cuando se trata de Colombia. Dentro de su seno hacen vida formaciones como el ELN y las extintas FARC, que se nutren de los ingresos de la droga, un tema en el que estas -según Rubio- están siendo apoyadas por Cuba. Menuda papa caliente tiene en las manos Gustavo Petro, quien ha hecho de la pacificación de estos grupos el más caro de sus proyectos de gobierno. Rubio es de los que sostiene, además, que Cuba, Hamás y Hezbolá han colaborado entre ellos de manera directa en apoyar acciones de terrorismo. Lo mismo es válido para lo que será la política norteamericana en torno a la dictadura venezolana, apoyada igualmente por organizaciones terroristas y criminales de gran espectro. La tibia posición de Petro sobre el régimen vecino no es algo que hará gracias a Washington. 

Pero si la administración Trump aspira a terminar con el drama del narcotráfico hacia su país y controlar el terrorismo asociado, más le vale poner todo de su lado para cooperar con el país neogranadino.      

Todo lo anterior nos lleva a dos elementales conclusiones: la primera es que las medias tintas y posiciones viscerales del gobierno de Petro no son buenas a estas horas en su relación con el norte. La segunda es que identificar aspectos beneficiosos de interacción es mejor que impulsar los de desencuentro.